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[1712] • JUAN PABLO II (1978-2005) • EL CONSUELO Y AYUDA DE LA MUJER A LOS NECESITADOS
Saludo en el rezo del Ángelus, 13 agosto 1995
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1. Una larga historia, en gran parte no escrita, atestigua el papel privilegiado que han desempeñado siempre las mujeres en las situaciones de sufrimiento, enfermedad, marginación y ancianidad, cuando el ser humano se muestra particularmente frágil y necesitado de una mano amiga.
Se podría decir que, en algunos casos la vocación de la mujer a la maternidad la hace más sensible para captar las necesidades y más ingeniosa para darles una respuesta solícita. Cuando a estas dotes naturales se añade también una consciente actitud de altruismo, y sobre todo la fuerza de la fe y de la caridad evangélica, se verifican entonces verdaderos milagros de entrega. La historia de la Iglesia es particularmente rica en ellos. Por poner un ejemplo, me agrada recordar la obra que desarrolló hace tres siglos Santa Luisa de Marillac siguiendo la huella trazada por San Vicente de Paúl. En el corazón de esta mujer infatigable la caridad no conocía límites. Enfermos, pobres, ancianos, niños abandonados y personas condenadas a trabajos forzados: a todos servía con amor de madre y con especiales dotes organizativas concretas. Oportunamente Juan XXIII la proclamó en 1960 patrona celestial de todos los que se dedican a las obras sociales cristianas (cf. AAS LII [1960] 556-568).
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2. Pero ¿cuántas son, tanto en las comunidades cristianas como en la sociedad civil, las mujeres que se han convertido en ángeles de consuelo para las innumerables personas que sufren? ¡Deseo renovarles la gratitud de la Iglesia! Gracias a las mujeres comprometidas en favor de los niños, los que sufren, los ancianos: en las familias, en los pasillos de los hospitales, en los dispensarios de las misiones, en tantas instituciones públicas y privadas y en el voluntariado. En todos estos ámbitos es indispensable la presencia de mujeres que, a la necesaria capacidad profesional, sepan unir distinguidas dotes de generosidad, de sentido práctico, de intuición y de ternura. Es confortador constatar cuán numerosas son hoy las mujeres dedicadas a la profesión médica, una de las que más exigen una gran dosis de humanidad, al mismo tiempo que competencia. Quien ha tenido experiencia de ello, sabe muy bien que el enfermo no se cura sólo con la medicina: para él vale mucho la acogida, la comprensión, la escucha y el consuelo fraterno. A esto están llamados cuantos se dedican a los servicios médicos y paramédicos. Sin embargo, ¿cómo negar que las mujeres tienen muchas veces un talento especial para los aspectos más delicados y humanos de una misión tan exigente?
¿Qué decir de tantas enfermeras? De mi experiencia tendría que decir muchas cosas, dando las gracias a esas religiosas, a esas enfermeras, particularmente en los hospitales que he frecuentado. Pienso especialmente en Sor Auxilia.
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3. En nuestro mundo donde a pesar del progreso científico y económico sigue habiendo tanta pobreza y marginación es necesario verdaderamente un suplemento de alma. En este compromiso las mujeres han de seguir manteniéndose siempre en primera fila.
Que María Santísima bendiga al inmenso ejército de mujeres que trabaja en los servicios sociales sanitarios Y en los distintos campos de la solidaridad humana, y nos obtenga a todos experimentar la alegría del servicio realizado con amor.
[E 55 (1995), 1322]
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1. Una lunga storia, in massima parte non scritta, attesta il ruolo privilegiato da sempre svolto dalle donne nelle situazioni di sofferenza, di malattia, di emarginazione, di anzianità, quando l’essere umano si rivela particolarmente fragile e bisognoso di una mano amica.
Si direbbe che, per taluni casi, la vocazione della donna alla maternità la renda più sensibile a cogliere i bisogni, e geniale nel darvi sollecita risposta. Quando a tali doti naturali si aggiunge anche un consapevole atteggiamento di altruismo, e soprattutto la forza della fede e della carità evangelica, allora si verificano veri e propri miracoli di dedizione. La storia della Chiesa ne è particolarmente ricca. Per fare un esempio, mi piace ricordare l’opera svolta tre secoli or sono da santa Luisa de Marillac, sulla scia tracciata da san Vincenzo de’ Paoli. Nel cuore di questa donna infaticabile, la carità non conosceva limiti. Ammalati, nullatenenti, vecchi, bambini abbandonati, condannati ai lavori forzati: tutti serviva con l’amore di madre e la concretezza di rare doti organizzative. Opportunamente Giovanni XXIII, nel 1960, la proclamò celeste patrona di tutti coloro che si dedicano alle opere sociali cristiane (1).
1. Cf. AAS 70 [1960] 556-567.
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2. Ma quante sono, nella comunità cristiana come nella società civile, le donne che si sono fatte angeli di consolazione per innumerevoli sofferenti? Desidero rinnovare loro il grazie della Chiesa! Grazie alle donne impegnate accanto ai bambini, ai sofferenti, agli anziani: nelle famiglie, nelle corsie degli ospedali, nei dispensari delle missioni, in tante istituzioni pubbliche e private, nel volontariato. In tutti questi ambiti è irrinunciabile la presenza di donne che sappiano unire alla necessaria professionalità spiccate doti di generosità, di praticità, di intuito, di tenerezza. È confortante constatare come oggi siano molte le donne dedite alla professione medica, una di quelle che maggiormente esigono, accanto alla competenza, una grande dose di umanità. Chi ne ha fatto esperienza sa bene che l’ammalato non si cura solo con le medicine: molto vale per lui l’accoglienza, la comprensione, l’ascolto, il conforto fraterno. A ciò sono chiamati quanti si dedicano ai servizi medici e paramedici. Ma come negare che le donne hanno molto spesso uno speciale talento per gli aspetti più delicati ed umani di così esigente missione?
Cosa dire di tante infermiere? Nella mia esperienza dovrei dire tante cose, ringraziando queste suore, queste infermiere, specialmente negli ospedali che ho frequentato. Penso specialmente a Suor Ausilia.
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3. In questo nostro mondo dove, nonostante il progresso scientifico ed economico, continua ad esserci tanta povertà ed emarginazione, occorre veramente un supplemento d’anima. Le donne in tale impegno continuino a restare sempre in prima fila.
Maria Santissima benedica l’immensa schiera di donne operanti nei servizi sociali, sanitari, e nei vari campi dell’umana solidarietà ed ottenga a tutti noi di sperimentare la gioia del servizio reso con amore.
[Insegnamenti GP II, 18/2, 191-192]