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Magisterio sobre amor, matrimonio y familia <br /> <b>Warning</b>: Undefined variable $titulo in <b>/var/www/vhosts/enchiridionfamiliae.com/httpdocs/cabecera.php</b> on line <b>29</b><br />
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[1725] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA FAMILIA, CAMINO PRINCIPAL PARA LA EVANGELIZACIÓN

De la Homilía de la Misa en el Uhuru Park de Nairobi (Kenia), 19 septiembre 1995

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4. En el pasado he podido visitar muchos de estos países, reuniéndome con la gran familia de los pueblos de África. Espero poder visitar muchos lugares a donde aún no me ha sido posible ir. A menudo la gente se pregunta: ¿por qué el Papa visita África con tanta frecuencia? Hay una razón: África es el continente de la familia, y el futuro de la misión evangelizadora de la Iglesia pasa a través de la familia.

En el momento culminante de su obra creadora, Dios llamó al hombre a la existencia: “Varón y mujer los creó” (Gn 1, 27). El libro del Génesis añade: “Deja el hombre a su padre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne” (Gn 2, 24). Mediante la unión del esposo y la esposa, sigue renovándose el milagro de la creación; el milagro por el cual el Creador llama a la vida a un nuevo ser, hecho a su imagen y semejanza. Los esposos, el hombre y la mujer unidos ante Dios, forman una singular unidad que debe ser permanente e indisoluble, para que la familia sea una verdadera comunidad de vida y amor, para que garantice el futuro de los hijos, y para que sea la iglesia doméstica y el principal lugar de evangelización, como pidió el Sínodo africano.

La familia es fundamental en África. La sociedad africana está profundamente enraizada en la familia. Se trata de un tesoro que hay que conservar y nunca subestimar, porque la debilidad de la familia es causa de problemas insolubles. Si prevalece una noción utilitarista y materialista de la familia, sus miembros tienden a tener expectativas y exigencias individualistas, que dañan su unidad y su capacidad de construir la armonía y educar en la solidaridad. Por el contrario, donde se considera a la familia como un valor en sí mismo, sus miembros comprenden que su bien personal coincide con su deber de amarse, respetarse y ayudarse mutuamente. Su vínculo afectivo y su apoyo mutuo les ayudan a afrontar juntos todos los desafíos y superar muchos momentos difíciles.

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5. Caná de Galilea nos habla de la familia y la evangelización.

Jesús acudió allí con su madre y los Apóstoles para participar en una fiesta de bodas. Cuando su madre le hizo caer en la cuenta de que ya no había vino, convirtió el agua en vino. María desempeñó un papel fundamental en ese primer milagro de Jesús. Su sensibilidad materna quería salvar a la pareja de la vergüenza, y sabía que su hijo no la iba a defraudar. Por eso, dijo a los sirvientes: “Haced lo que él os diga” (Jn 2, 5). Jesús les ordenó llenar las tinajas con agua, y llevarlas al maestresala. Cuando el maestresala lo probó, llamó al novio y le dijo: “Todos sirven primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el inferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora” (Jn, 2, 10). Conviene destacar de este pasaje precisamente el hecho de que el Señor comenzó su actividad mesiánica a partir de la familia.

Caná de Galilea nos enseña que la familia es el primer lugar de evangelización. Nos enseña que, aunque ambos padres son responsables de todo lo que concierne a la familia, la madre es generalmente la primera evangelizadora. Fue María quien declaró: “Haced lo que él os diga” (Jn, 2, 5). La experiencia muestra que a menudo las madres cristianas son las primeras en enseñar la verdad sobre Dios, en unir las manos de sus hijos en oración y orar con ellos. Las madres enseñan a sus hijos a distinguir el bien del mal; les enseñan los mandamientos de Dios, tanto los que Dios dio a Moisés en el monte Sinaí, como los del amor a Dios y al prójimo, que Jesús colocó en el centro de la vida moral cristiana. La magnífica vocación y responsabilidad de los padres y, en primer lugar, de las madres, consiste no sólo en dar a luz a sus hijos, sino también en guiarlos hacia la madurez espiritual. La familia es el ambiente natural en el que se realiza esta misión. El papel educativo de la familia nunca es fácil, pero es siempre una actividad humana sublime y noble.

Mucho antes que las parroquias y las escuelas, las madres y los padres son los maestros de las bienaventuranzas que presenta el evangelio de hoy. Las bienaventuranzas constituyen el programa completo de la vida cristiana: la vida en espíritu y verdad (cf. Jn, 4, 23). Nos enseñan a mostrar misericordia, a conservar la pureza de corazón, a amarnos unos a otros y a construir la paz. Nos enseñan la pobreza de espíritu, que es la riqueza mayor de una persona. Nos enseñan a consolar a los afligidos, a tener hambre y sed de justicia. Nos enseñan la mansedumbre, ese silencio interior que nos da el control de nosotros mismos y de nuestras circunstancias. Del mismo modo, las bienaventuranzas nos enseñan a aceptar la persecución por la justicia. Ésta es la Ley de quienes caminan hacia la plenitud del reino de los cielos, donde Dios enjugará todas las lágrimas de nuestros ojos (Ap 21, 4). Por esta razón, Jesús dice: “Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos” (Mt 5, 12).

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6. En la transmisión del espíritu evangélico, las familias cristianas tienen un modelo perfecto en la Sagrada Familia de Nazaret. No podemos creer que la Sagrada Familia estuviera exenta de problemas, pruebas y sufrimientos. La Sagrada Familia conoció la pobreza, el peligro, la persecución y la fuga. El trabajo duro era constante en su vida diaria. Una vida familiar feliz no brota de la ausencia de dificultades, sino de la valentía, de la fidelidad y el amor –de unos y otros y a Dios– con los cuales los miembros de la familia afronta las pruebas superándolas o aceptándolas como expresión de la voluntad de Dios y como oportunidades de participar en el sacrificio redentor de Jesucristo.

En nuestra fe y devoción, la Sagrada Familia destaca como evangelio vivo de la vida, del trabajo y del amor. Al principio y al final del reciente Año de la familia, iniciativa de las Naciones Unidas que la Santa Sede aceptó como un desafío espiritual y moral, un legado pontificio fue a Nazaret para dedicarlo de modo especial a la Sagrada Familia. Precisamente durante ese año se celebraron las sesiones de trabajo de la Asamblea especial para África de Sínodo de los obispos. Fue una ocasión providencial para que los padres sinodales pusieran de relieve la importancia de la familia en la evangelización y vieran a la Iglesia misma como la familia de Dios en África y en el mundo.

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7. Quiera Dios que las familias africanas encuentren en la Sagrada Familia de Nazaret el camino para su viaje seguro a través de los trastornos de los cambios sociales, que amenazan con arrancarla, material y espiritualmente, de sus raíces sanas.

Quiera Dios que las familias cristianas de este continente experimenten la efusión de la fuerza y la alegría del Espíritu Santo, para la gran tarea de ser evangelizadas a fin de convertirse en evangelizadoras.

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Aleluya. Amén.

[DP-100 (1995), 188, 189]