[1731] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA DEFENSA DE LA VIDA DESDE LA CONCEPCIÓN
De la Homilía de la Misa en el Giants’ Stadium de Newark (EE.UU), 5 octubre 1995
1995 10 05 0006
6. Comparado con muchas otras partes del mundo, Estados Unidos es una tierra privilegiada. Sin embargo, incluso aquí hay mucha pobreza y sufrimiento humano. Hay gran necesidad de amor y de obras de amor; hay necesidad de solidaridad social. Los primeros norteamericanos se sentían orgullosos de su fuerte sentido de la responsabilidad individual, pero esto no los llevó a edificar una sociedad radicalmente individualista. Construyeron una sociedad basada en la comunidad, con gran apertura y sensibilidad ante las necesidades del prójimo.
Muy cerca de las costas de Nueva Jersey se levanta una estatua conocida universalmente, que es un testimonio permanente de la tradición norteamericana de acogida al extranjero, y que nos manifiesta claramente el tipo de nación que Estados Unidos ha aspirado a ser. Se trata de la Estatua de la libertad, con su famoso poema: “Dadme a mí vuestras masas cansadas, pobres y apretujadas, que anhelan respirar libremente (...). Enviadme a los que no tienen hogar, impulsados hacia mí por las tempestades”. ¿Se está convirtiendo hoy Estados Unidos en un país menos sensible y menos atento a los pobres, a los débiles, a los extranjeros y a los necesitados? ¡Esto no debe suceder! Hoy, como antes, Estados Unidos está llamado a ser una sociedad hospitalaria, con una cultura acogedora. Si Estados Unidos tuviera que encerrarse en sí mismo, ¿no sería el comienzo del fin de lo que constituye la misma esencia de la experiencia norteamericana?
En gran parte, la historia de Estados Unidos ha sido la historia de luchas largas y difíciles para superar los prejuicios que excluían a ciertas clases de personas de una participación plena en la vida del país. Ante todo, la lucha contra la intolerancia religiosa; luego, la lucha contra la discriminación racial y en favor de los derechos civiles de todos. Es triste que hoy se excluya a una nueva clase de personas. Cuando se declara que el hijo que está por nacer es extranjero en el seno materno, está fuera de la protección de la sociedad, no sólo se minan y se ponen en peligro radicalmente las más profundas tradiciones de Estados Unidos, sino que también una plaga moral se abate sobre la sociedad. Pienso asimismo, en el peligro que corren los ancianos, los minusválidos graves y todos los que parecen no tener utilidad para la sociedad. Cuando seres humanos inocentes son considerados incómodos o como un peso, y, por tanto, no merecedores de protección legal y social, se ocasiona un grave daño a los fundamentos morales de la comunidad democrática. El derecho a la vida es el primero de todos los derechos, el fundamento de las libertades democráticas y la piedra angular del edificio de la sociedad civil. Como norteamericanos y como seguidores de Cristo, los católicos norteamericanos han de comprometerse en defensa de la vida, en todas sus etapas y en todas sus condiciones.
[DP-109 (1995), 204]
1995 10 05 0006
6. Compared to many other parts of the world, the United States is a privileged land. Yet, even here there is much poverty and human suffering. There is much need for love and the works of love; there is need for social solidarity. Early Americans were proud of their strong sense of individual responsibility, but that did not lead them to build a radically ‘individualistic’ society. They built a community-based society, with a great openness and sensitivity to the needs of their neighbors.
Quite close to the shores of New Jersey there rises a univer sally-known landmark which stands as an enduring witness to the American tradition of welcoming the stranger, and which tells us something important about the kind of nation America has aspired to be. It is the Statue of Liberty, with its celebrated poem: “Give me your tired, your poor, your huddled masses yearning to breathe free... Send these, the homeless, tempest-tost to me”. Is present-day America becoming less sensitive, less caring towards the poor, the weak, the stranger, the needy? It must not! Today, as before, the United States is called to be a hospitable society, a welcoming culture. If America were to turn in on itself, would this not be the beginning of the end of what constitutes the very essence of the “American experience”?
To a great extent, the story of America has been the story of long and difficult struggles to overcome the prejudices which excluded certain categories of people from a full share in the country’s life: first, the struggle against religious intolerance, then the struggle against racial discrimination and in favor of civil rights for everyone. Sadly, today a new class of people is being excluded. When the unborn child –the “stranger in the womb”– is declared to be beyond the protection of society, not only are America’s deepest traditions radically undermined and endangered, but a moral blight is brought upon society. I am also thinking of threats to the elderly, the severely handicapped and all those who do not seem to have any social usefulness. When innocent human beings are declared inconvenient or burdensome, and thus unworthy of legal and social protection, grievous damage is done to the moral foundations of the democratic community. The right to life is the first of all rights. It is the foundation of democratic liberties and the keystone of the edifice of civil society. Both as Americans and as followers of Christ, American Catholics must be committed to the defense of life in all its stages and in every condition.
[Insegnamenti GP II, 18/2, 752-753]