[1744] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA DEFENSA Y PROMOCIÓN DE LA VIDA
Del Discurso Sono lieto, a la Asamblea Plenaria de la Pontificia Academia para la Vida, 20 noviembre 1995
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3. En este momento, la Academia, con su organización interna, articulada en grupos de trabajo, está dando sus primeros pasos. Una vez completado el nombramiento de los miembros efectivos, según el número previsto por el Estatuto, y después de haber obtenido en las diversas partes del mundo la adhesión de miembros corresponsales y de cualificados centros de investigación científica y ética, será necesario desarrollar un intenso programa de estudio, de contactos y de publicaciones para divulgar los resultados alcanzados.
Por tanto, amadísimos hermanos y hermanas, os espera un amplio y estimulante campo de trabajo. Vuestra Academia, instituida siguiendo también la sugerencia e inspiración de su primer presidente, el profesor Jérôme Lejeune, hombre de grandes méritos científicos y de admirable testimonio cristiano, está llamada a trabajar en un momento particularmente importante para la orientación de la investigación biomédica y del desarrollo de las legislaciones sociales.
En efecto, las ciencias biomédicas están viviendo actualmente un momento de rápido y notable desarrollo, sobre todo en relación con las nuevas conquistas en los ámbitos de la genética, la fisiología de la reproducción y las ciencias neurológicas. Pero para que la investigación científica esté orientada al respeto de la dignidad de la persona y al apoyo de la vida humana, no es suficiente su validez científica según las leyes propias de toda disciplina. También debe cualificarse positivamente desde el punto de vista ético, y esto supone que sus esfuerzos estén encaminados desde el principio al verdadero bien del hombre entendido como persona individual y como comunidad.
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4. Esto sucede cuando se trabaja para eliminar las causas de las enfermedades, poniendo en práctica una auténtica prevención; o cuando se buscan terapias cada vez mas eficaces para curar enfermedades graves que todavía pueden truncar vidas humanas o perjudicar gravemente la salud de las poblaciones; o en fin, cuando se ofrecen métodos y recursos para la rehabilitación de los pacientes en proceso de curación. La investigación científica en el ámbito biológico puede contribuir también a encontrar nuevos recursos útiles para eliminar o reducir la falta de productividad de tantas zonas de la tierra y contribuir válidamente a la lucha contra el hambre y la miseria.
La cualificación ética positiva de una investigación deberá brotar también de las garantías éticas ofrecidas en los experimentos, con respecto a los factores de riesgo y al necesario consentimiento de las personas implicadas. Y también deberá extenderse a la aplicación de los descubrimientos y de los resultados.
Esta integración de la investigación científica con las exigencias de la ética en el ámbito biomédico es una necesidad urgente de la época actual. Si pensamos que esta investigación hoy alcanza las estructuras más elementales y profundas de la vida, como los genes, y los momentos más delicados y decisivos de la existencia de un individuo humano, como el momento de la concepción y de la muerte, así como los mecanismos de transmisión de la herencia y las funciones cerebrales, nos damos cuenta de cuán urgente es ofrecer a los que trabajan en este campo la luz de la ética racional y de la revelación cristiana.
No podemos ignorar el peligro de que la ciencia sufra la tentación del poder demiúrgico, del interés económico y de las ideologías utilitaristas. Pero, en cualquier caso, deberá ofrecerse el apoyo de la ética, respetando el estatuto epistemológico autónomo de toda ciencia.
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5. En la constitución Gaudium et spes se afirma claramente el respeto de la Iglesia por la autonomía de las ciencias humanas en su campo específico (cf. n. 59). Sin embargo, esto no quita, al contrario, exige que en el análisis de los problemas y en la búsqueda de las soluciones se tenga presente el bien del hombre que hay que promover y tutelar, y se inserte en una antropología que, abarcando todas las dimensiones de la persona, dé sentido al destino de la sociedad y de la historia humana.
La necesidad de una antropología que respete los valores humanos y esté abierta a la trascendencia es evidente y urgente, también en relación con el pluralismo ético que pone en peligro la universalidad de los valores éticos fundamentales. En efecto, no todos los planteamientos éticos son compatibles con la visión integral del hombre y con la propuesta cristiana acerca del valor de la vida y de la persona humana, como he recordado en la encíclica Veritatis splendor (cf. nn. 74-75).
A la luz de estas consideraciones se comprende cuán importante es la tarea confiada a la Academia para la vida, llamada a favorecer el encuentro y la colaboración entre las ciencias biomédicas y las disciplinas ético-filosóficas y teológicas, a fin de prestar un mejor servicio a la vida del hombre, tan gravemente amenazada hoy. La composición armoniosa de la visión y de los resultados de las ciencias positivas con los valores éticos y los horizontes de la antropología filosófica y teológica constituye una urgencia primaria en el umbral del nuevo milenio.
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6. Análoga y decisiva importancia tiene el otro ámbito de problemas inscrito en las finalidades de la misma Academia: el del derecho. En el mundo se han aprobado legislaciones que contienen elementos que no van de acuerdo con las exigencias y los valores fundamentales del hombre. En particular pienso en la legalización del aborto y de la eutanasia. En la encíclica Evangelium vitae he reafirmado que esas leyes son injustas, nocivas para el bien del hombre y de la sociedad, y capaces de alterar los mismos conceptos de ley y de democracia (cf. nn. 11 y 68-72).
El futuro próximo permite prever nuevos pronunciamientos legislativos acerca de las intervenciones del hombre sobre su misma vida, sobre la corporeidad y sobre el ambiente. Asistimos al nacimiento del bioderecho y de la biopolítica. Hoy es más importante que nunca que nos comprometamos para lograr que este camino se haga realidad en el respeto a la naturaleza del hombre, cuyas exigencias expresa la ley natural.
Por tanto, os exhorto a trabajar para que llegue pronto el momento en el que las ciencias positivas y las ciencias humanas y jurídicas se encuentren a fin de ofrecer garantías para el futuro de la humanidad.
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7. A los creyentes comprometidos en la reflexión filosófico-jurídica y en la acción legislativa se les pide una preparación verdaderamente seria en su campo. La Academia para la vida, que debe estudiar “las legislaciones urgentes en los diferentes países, las orientaciones de política sanitaria y las principales corrientes de pensamiento que influyen en la cultura contemporánea de la vida” (Estatuto, art. 2, b), podrá dar útilmente su propia contribución en esta dirección, también gracias a la más exacta definición de la metodología de trabajo y de los propios instrumentos operativos.
Muchas esperanzas depositaba en vuestra Academia su animador y primer presidente, el profesor Lejeune, que dedicó su vida a promover la armonía entre las ciencias y la fe en favor de la humanidad, especialmente de los enfermos.
Además de manifestaros mi estima por el trabajo desarrollado hasta ahora en esta primera fase de actividad de la Academia, deseo confiaros de modo particular la encíclica Evangelium vitae. Profundizadla en sus contenidos específicos y en su mensaje de fondo, dadla a conocer dentro y fuera de la Iglesia, testimoniando sus valores en vuestro compromiso científico.
Con estos deseos, mientras invoco sobre todos vosotros y sobre vuestro trabajo la constante asistencia del Señor de la vida, os imparto de corazón a cada uno y a vuestros colaboradores la bendición apostólica.
[DP-140 (1995), 243, 244]
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3. In questo momento l’Accademia, con la sua organizzazione interna, articolata in gruppi di lavoro, sta muovendo i primi passi. Una volta completata la nomina dei membri effettivi, secondo il numero previsto dallo Statuto, e dopo aver raccolto dalle diverse parti del mondo l’adesione di membri corrispondenti e di qualificati centri di ricerca scientifica ed etica, occorrerà sviluppare un intenso programma di studio, di contatti e di pubblicazioni per divulgare i risultati raggiunti.
Vi attende, dunque, carissimi Fratelli e Sorelle, un ampio e stimolante campo di lavoro. La vostra Accademia, istituita seguendo anche il suggerimento e l’ispirazione del suo primo Presidente, il compianto Professor Jérôme Lejeune, uomo di grandi meriti scientifici e di limpida testimonianza cristiana, è chiamata ad operare in un momento particolarmente importante per l’orientamento della ricerca biomedica e dello sviluppo delle legislazioni sociali.
Le scienze biomediche stanno attualmente registrando, infatti, un momento di rapido e meraviglioso sviluppo, soprattutto in relazione alle nuove conquiste negli ambiti della genetica, della fisiologia riproduttiva e delle neuroscienze. Ma perchè la ricerca scientifica sia orientata al rispetto della dignità della persona e al sostegno della vita umana, non è sufficiente una sua validità scientifica secondo le leggi proprie di ogni disciplina. Essa deve anche qualificarsi positivamente dal punto di vista etico, e ciò suppone che i suoi sforzi siano impostati fin dall’inizio in vista del vero bene dell’uomo, inteso come singola persona e come comunità.
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4. Ciò avviene quando si opera per eliminare le cause delle malattie, attuando un’autentica prevenzione; o quando si cercano terapie sempre più efficaci per la cura di malattie gravi ancora capaci di stroncare vite umane o di nuocere gravemente alla salute delle popolazioni; o, infine, quando si offrono metodi e risorse per la riabilitazione dei pazienti in via di guarigione. La ricerca scientifica in ambito biologico può contribuire anche ad individuare nuove risorse utili per eliminare o ridurre l’improduttività di tante zone della terra e contribuire validamente nella lotta contro la fame e la miseria.
La qualificazione etica positiva di una ricerca dovrà risultare anche dalle garanzie etiche offerte nelle sperimentazioni, per quanto riguarda sia i fattori di rischio che il necessario consenso delle persone coinvolte. Essa dovrà estendersi, inoltre, anche all’applicazione delle scoperte e dei risultati.
Questa integrazione della ricerca scientifica con le istanze dell’etica in ambito biomedico è un’urgente necessità dell’epoca presente. Se pensiamo che tale ricerca oggi raggiunge le strutture più elementari e profonde della vita, come i geni, e i momenti più delicati e decisivi dell’esistenza di un individuo umano, come il momento del concepimento e della morte, nonchè i meccanismi di ereditarietà e le funzioni del cervello, ci si rende conto di quanto sia urgente offrire a coloro che operano in questo ambito la luce dell’etica razionale e della rivelazione cristiana.
Non possiamo nascondere il pericolo che la scienza subisca la tentazione del potere demiurgico, dell’interesse economico e delle ideologie utilitariste. In ogni caso, però, il supporto dell’etica dovrà essere offerto nel rispetto dell’autonomo statuto epistemologico di ogni scienza.
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5. Nella Costituzione Gaudium et Spes è chiaramente affermato il rispetto della Chiesa per l’autonomia delle scienze umane nel loro specifico campo (4). Ciò tuttavia non toglie, anzi esige, che nell’analisi dei problemi e nella ricerca delle soluzioni si tenga presente il bene dell’uomo da promuovere e da tutelare, e si inserisca in un’antropologia che, comprendendo tutte le dimensioni della persona, dia senso ai destini della società e della storia umana.
La necessità di un’antropologia, rispettosa dei valori umani e aperta alla trascendenza, è evidente e urgente, anche in relazione al pluralismo etico che minaccia l’universalità dei valori etici fondamentali. Non tutte le visioni etiche sono infatti compatibili con la visione integrale dell’uomo e con la proposta cristiana intorno al valore della vita e della persona umana, come ho ricordato nell’Enciclica Veritatis Splendor5.
Alla luce di queste considerazioni si comprende quanto importante sia il compito affidato all’Accademia per la Vita, chiamata a favorire l’incontro e la collaborazione tra le scienze biomediche e le discipline etico-filosofiche e teologiche, in vista di un migliore servizio alla vita dell’uomo, oggi così gravemente minacciata. L’armonica composizione della visione e dei risultati delle scienze positive con i valori etici e gli orizzonti dell’antropologia filosofica e teologica costituisce un’urgenza primaria alle soglie del nuovo Millennio.
4. Cf. Gaudium et Spes, 59.
5. Cf. nn. 74-75.
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6. Analoga, decisiva importanza assume l’altro ambito di problemi iscritto nelle finalità della stessa Accademia: è quello del diritto. Nel mondo sono state approvate legislazioni che contengono elementi in contrasto con le esigenze e i valori fondamentali dell’uomo. Penso in particolare alla legalizzazione dell’aborto e dell’eutanasia. Nell’Enciclica Evangelium Vitae ho riaffermato che tali leggi sono ingiuste, nocive al bene dell’uomo e della società, e tali da alterare gli stessi concetti di legge e di democrazia (6).
Il prossimo futuro lascia prevedere nuovi pronunciamenti legislativi circa gli interventi dell’uomo sulla sua stessa vita, sulla corporeità e sull’ambiente. Stiamo assistendo alla nascita del biodiritto e della biopolitica. È quanto mai importante che ci si impegni a far sì che questo cammino avvenga nel rispetto della natura dell’uomo, le cui esigenze sono espresse dalla legge naturale.
Vi esorto, perciò, a lavorare affinchè giunga presto il momento in cui scienze positive e scienze umane e giuridiche si incontrino per offrire garanzie rassicuranti sul futuro dell’umanità.
6. Cf. Evangelium Vitae, 11 e 68-72 [1995 03 25b/ 11 y 68-72].
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7. Ai credenti, impegnati nella riflessione filosofico-giuridica e nell’azione legislativa, è richiesta una preparazione veramente seria nel loro campo. L’Accademia per la Vita, che deve studiare “le legislazioni urgenti nei vari paesi, gli orientamenti di politica sanitaria e le principali correnti di pensiero che hanno incidenza sulla cultura contemporanea della vita” (7), potrà utilmente offrire il proprio contributo in questa direzione, grazie anche alla più precisa definizione della metodologia di lavoro e dei propri strumenti operativi.
Molte speranze riponeva nella vostra Accademia il suo animatore e primo Presidente, il Prof. Lejeune, che ha speso la vita per promuovere l’armonia tra le scienze e la fede a favore dell’umanità, specialmente dei malati.
Mentre esprimo il mio apprezzamento per il lavoro finora svolto in questa prima fase di attività dell’Accademia, desidero affidarvi in modo particolare l’Enciclica Evangelium Vitae. Approfonditela nei suoi contenuti specifici e nel suo messaggio di fondo, fatela conoscere all’interno e all’esterno della Chiesa, testimoniatene i valori nel vostro impegno scientifico.
Con tali auspici, mentre invoco su tutti voi e sul vostro lavoro la costante assistenza del Signore della vita, imparto di cuore a ciascuno di voi ed ai vostri collaboratori la Benedizione Apostolica.
[AAS 88 (1996), 669-671]
7. Statuto, art. 2/b.