[1767] • JUAN PABLO II (1978-2005) • ORGANIZACIÓN DE LA ECONOMÍA COMPATIBLE CON LA FAMILIA COMO ÁMBITO DE LA REALIZACIÓN PERSONAL
Discurso It is a pleasure, a los participantes en un Congreso Internacinal sobre “La familia y la economía en el futuro de la sociedad”, organizado por el Pontificio Consejo para la Familia, 8 marzo 1996
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1. Me complace dar la bienvenida a los participantes en este Encuentro internacional sobre la relación entre la familia y la economía, convocado por iniciativa del Consejo pontificio para la familia. Dado que la familia es la célula básica de la sociedad, su vida su armonía y su estabilidad tienen gran influencia en todos los aspectos del bienestar y del progreso humano así como en el desarrollo de las economías locales y nacionales, e incluso en la economía mundial. Éste es el objeto de vuestras reflexiones durante estos días.
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2. Muchos aspectos de la economía condicionan fuertemente la vida y la armonía de las familias. El fenómeno de la pobreza y el subdesarrollo afecta en gran medida a la institución familiar. Diversos tipos de limitaciones y privaciones hacen muy difícil la misión que Dios ha querido para padres e hijos. Los problemas que conciernen a la alimentación, la vivienda, la higiene y la educación, se ven agravados por el desempleo y la falta de un salario justo, que permita a las familias vivir con dignidad. En muchos países, los sistemas impositivos perjudican a las familias o agravan su condición económica.
En las sociedades occidentales, en particular, los jóvenes, que afrontan serias incertidumbres económicas sienten frecuentemente la tentación de aplazar la fecha de su matrimonio y formar una familia. En vuestras reflexiones no podéis dejar de tener en cuenta los efectos negativos que causa la crisis matrimonial en el entramado social, con los enormes costes económicos que produce. Es paradójico que en esta situación, las autoridades políticas a menudo parecen incapaces de tomar medidas, incluyendo las inversiones económicas, que fortalezcan la institución familiar y hagan que las familias sean, una vez más las principales protagonistas de las políticas familiares.
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3. Al analizar la relación entre la familia y la economía, no podéis menos de abordar la cuestión del trabajo de las mujeres fuera del hogar. En general, no se discute hoy el derecho de las mujeres a incorporarse al mundo del trabajo o a seguir una profesión. La cuestión es encontrar los medios para que las mujeres trabajadoras y las madres realicen su irreemplazable servicio dentro de la familia, como comunidad de amor y santuario de la vida.
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4. Otro tema de interés para vosotros debe ser el de la educación, que constituye un elemento de gran importancia para la vida económica de la familia y de la sociedad. Aunque requiere una serie de condiciones y una inversión de bienes y energías muy relacionados con la economía, la educación no puede subordinarse únicamente a las demandas económicas, puesto que tiene que ver con el desarrollo integral y el bienestar de las personas y de la sociedad. En esta perspectiva, habría que considerar la importancia de los valores religiosos y morales para la vitalidad económica de familias y comunidades. Es suficiente mencionar los valores morales y religiosos, que son la base de la unidad y la paz en las familias, la integridad moral, el amor al trabajo y al ahorro, el progreso cultural y la solidaridad social, así como la fuerza moral y espiritual necesaria para evitar el despilfarro hedonista y egoísta de los recursos económicos y de las energías humanas.
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5. Estoy seguro de que comprendéis que la cuestión fundamental sobre la que la Iglesia desea oír vuestra opinión cualificada es: ¿cómo puede la sociedad organizar la economía, de modo que los esposos dispongan del tiempo y de la tranquilidad necesarios para estar juntos, para tener hijos y educarlos, y para todas las cosas que hacen del hogar y de la vida familiar el lugar de la realización humana? Os doy las gracias por aportar vuestra sabiduría y experiencia para tratar un tema tan importante.
Que el Señor bendiga vuestros esfuerzos, y os guarde a vosotros y a vuestras propias familias en su gracia y su paz.
[E 56 (1996), 793]
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1. It is a pleasure for me to welcome the participants in this International Meeting on the relationship between the family and the economy, convened at the initiative of the Pontifical Council for the Family. Since the family is the basic cell of society, its life, harmony and stability are full of consequences for every aspect of human wellbeing and progress; not least for the development of local and national economies, as well as of the global economy itself. This is the object of your reflections during these days.
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2. Many aspects of the economy strongly condition the life and harmony of families. The phenomenon of poverty and under-development strikes hard at the institution of the family. Various kinds of limitations and privations make the mission God has willed for parents and children very difficult. There are problems concerning food, housing, hygiene, education. These are compounded by unemployment and the lack of a just wage that allows families to live with dignity. In many countries, the tax systems penalize families or aggravate their economic condition.
In western societies in particular, young people, faced with serious economic uncertainities, are frequently tempted to put off the time to get married and to have a family. Nor can you overlook, in your reflections, the negative effects on the social fabric caused by family breakdown, with the enormous economic costs that ensue. It is paradoxical that in such a situation, political authorities often seem incapable of taking measures, including economic investments, which will strengthen the family institution and make families once more the main protagonists of family policies.
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3. Dealing with the relationship between the family and the economy, you cannot fail to face the question of the work of women outside the home. The issue today is generally not the right of women to enter the work-force or to follow a career. The pressing question is that of finding ways for working wives and mothers to carry out their irreplaceable service within the family, as a community of love and the sanctuary of life.
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4. Another theme of concern to you must be that of education, which represents an element of great importance for the economic life of the family and of society. While it implies a set of conditions and an investment of good and energies that have great bearing on the economy, education cannot be subordinate to merely economic demands, since it has to do with the integral development and well-being of individuals and of society. In this perspective, the relevance of religious and moral values for the economic vitality of families and communities should be considered. It is enough to mention the moral and religious values that underlie unity and peace within families, moral integrity, love for work and for saving, cultural progress and social solidarity, as well as the moral and spiritual strength needed to avoid a hedonistic and selfish waste of economic resources and human energies.
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5. I am sure that you understand that the fundamental question on wich the Church wishes to hear your expert opinion is this: how can society organize the economy so that couples will have the necessary time and tranquillity for being together, for having and raising children, for all those things which make the home and the family life the place of human fulfillment? I thank you for bringing your wisdom and experience to bear on such a central concern.
May the Lord bless you in your efforts. May he keep you and your own families on his grace and peace.
[Insegnamenti GP II, 19/1, 523-525]