[1772] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA NOBLEZA MORAL DE LA MUJER
Alocución L’Antico Testamento, en la Audiencia general, 10 abril 1996
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1. El Antiguo Testamento y la tradición judía reconocen frecuentemente la nobleza moral de la mujer, que se manifiesta sobre todo en su actitud de confianza en el Señor, en su oración para obtener el don de la maternidad y en su súplica a Dios por la salvación de Israel de los ataques de sus enemigos. A veces, como en el caso de Judit, toda la comunidad celebra estas cualidades, que se convierten en objeto de admiración para todos.
Junto a los ejemplos luminosos de las heroínas bíblicas, no faltan los testimonios negativos de algunas mujeres, como Dalila, la seductora, que arruina la actividad profética de Sansón (Jc 16, 4-21); las mujeres extranjeras que, en la ancianidad de Salomón, alejan el corazón del rey del Señor y lo inducen a venerar otros dioses (1 R 11, 1-8); Jezabel, que extermina “a todos los profetas del Señor” (1 R 18, 13) y hace asesinar a Nabot para dar su viña a Acab (1 R 21); y la mujer de Job, que lo insulta en su desgracia, impulsándolo a la rebelión (Jb 2, 9).
En estos casos, la actitud de la mujer recuerda la de Eva. Sin embargo, la perspectiva predominante en la Biblia suele ser la que se inspira en el protoevangelio, que ve en la mujer a la aliada de Dios.
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2. En efecto, aunque a las mujeres extranjeras se las acusa de haber alejado a Salomón, del culto del verdadero Dios, en el libro de Rut se nos propone una figura muy noble de mujer extranjera: Rut, la moabita, ejemplo de piedad para con sus parientes y de humildad sincera y generosa. Compartiendo la vida y la fe de Israel, se convertirá en la bisabuela de David y en antepasada del Mesías. Mateo, incluyéndola en la genealogía de Jesús (1, 5), hace de ella un signo de universalismo y un anuncio de la misericordia de Dios, que se extiende a todos los hombres.
Entre las antepasadas de Jesús, el primer evangelista recuerda también a Tamar, a Racab y a la mujer de Urías, tres mujeres pecadoras, pero no desleales, mencionadas entre las progenitoras del Mesías para proclamar la bondad divina más grande que el pecado. Dios, mediante su gracia, hace que su situación matrimonial irregular contribuya a sus designios de salvación, preparando también, de este modo, el futuro.
Otro modelo de entrega humilde, diferente del de Rut, es el de la hija de Jefté, que acepta pagar con su propia vida la victoria del padre contra los ammonitas (Jc 11, 34-40). Llorando su cruel destino, no se rebela, sino que se entrega a la muerte para cumplir el voto imprudente que había hecho su padre en el marco de costumbres aún primitivas (cf. Jr 7, 31; Mi 6, 6-8).
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3. La literatura sapiencial, aunque alude a menudo a los defectos de la mujer, reconoce en ella un tesoro escondido: “Quien halló mujer, halló cosa buena, y alcanzó favor del Señor” (Pr 18, 22), dice el libro de los Proverbios, expresando estima convencida por la figura femenina, don precioso del Señor.
Al final del mismo libro, se esboza el retrato de la mujer ideal que, lejos de representar un modelo inalcanzable, constituye una propuesta concreta, nacida de la experiencia de mujeres de gran valor: “Una mujer fuerte, ¿quién la encontrará? Es mucho más valiosa que las perlas” (Pr 31, 10).
En la fidelidad de la mujer a la alianza divina la literatura sapiencial indica la cima de sus posibilidades y la fuente más grande de admiración. En efecto, aunque a veces puede defraudar, la mujer supera todas las expectativas cuando su corazón es fiel a Dios: “Engañosa es la gracia, vana la hermosura, la mujer que teme al Señor, ésa será alabada” (Pr 31, 30).
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4. En este contexto, el libro de los Macabeos en la historia de la madre de los siete hermanos martirizados durante la persecución de Antíoco Epífanes, nos presenta el ejemplo más admirable de nobleza en la prueba.
Después de haber descrito la muerte de los siete hermanos, el autor sagrado añade: “Admirable de todo punto y digna de glorioso recuerdo fue aquella madre que, al ver morir a sus siete hijos en el espacio de un solo día, sufría con valor porque tenía la esperanza puesta en el Señor. Animaba a cada uno de ellos en su lenguaje patrio y, llena de generosos sentimientos y estimulando con ardor varonil sus reflexiones de mujer”, expresaba de esta manera su esperanza en una resurrección futura: “Pues así el Creador del mundo, el que modeló al hombre en su nacimiento y proyectó el origen de todas las cosas, os devolverá el espíritu y la vida con misericordia, porque ahora no miráis por vosotros mismos a causa de sus leyes” (2 M 7, 20-23).
La madre, exhortando al séptimo hijo a aceptar la muerte antes que transgredir la ley divina, expresa su fe en la obra de Dios, que crea de la nada todas las cosas: “Te ruego, hijo, que mires al cielo y a la tierra y, al ver todo lo que hay en ellos, sepas que a partir de la nada lo hizo Dios y que también el género humano ha llegado así a la existencia. No temas a este verdugo; antes bien, mostrándote digno de tus hermanos, acepta la muerte, para que vuelva yo a encontrarte con tus hermanos en la misericordia” (2 M 7, 28-29).
Por último, también ella se encamina hacia la muerte cruel, después de haber sufrido siete veces el martirio del corazón, testimoniando una fe inquebrantable, una esperanza sin límites y una valentía heroica.
En estas figuras de mujer, en las que se manifiestan las maravillas de la gracia divina, se vislumbra a la que será la mujer más grande: María, la Madre del Señor.
[E 56 (1996), 673]
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1. L’Antico Testamento e la tradizione giudaica sono pieni di riconoscimenti per la nobiltà morale della donna, che si manifesta soprattutto nell’atteggiamento di fiducia verso il Signore, nella preghiera per ottenere il dono della maternità, nella supplica a Dio per la salvezza d’Israele dagli assalti dei suoi nemici. Talora, come nel caso di Giuditta, queste qualità vengono celebrate dall’intera comunità, divenendo oggetto di ammirazione per tutti.
Accanto agli esempi luminosi delle eroine bibliche, non mancano le testimonianze negative di alcune donne, quali Dalila, la seduttrice che rovina l’attività profetica di Sansone (1), le donne straniere che, nella vecchiaia di Salomone, allontanano il cuore del re dal Signore e gli fanno venerare altri dei (2), Gezabele che stermina “tutti i profeti del Signore” (3) e fa uccidere Nabot per dare la sua vigna ad Acab (4), la moglie di Giobbe che lo insulta nella sua sfortuna, spingendolo alla ribellione (5).
In questi casi, il comportamento della donna ricorda quello di Eva. La prospettiva predominante nella Bibbia rimane però quella ispirata al Protovangelo che vede nella donna l’alleata di Dio.
1. Gdc. 16, 4-21.
2. 1Re. 11, 1-8.
3. 1Re. 18, 13.
4. 1Re. 21.
5. Gb. 2, 9.
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2. Infatti, se le donne straniere sono accusate di avere allontanato Salomone dal culto del vero Dio, nel Libro di Rut ci viene proposta invece una figura molto nobile di donna straniera: Rut, la Moabita, esempio di pietà per i parenti e di umiltà sincera e generosa. Condividendo la vita e la fede di Israele, ella diventerà la bisnonna di Davide e l’antenata del Messia. Matteo, inserendola nella genealogia di Gesù (6), ne fa un segno di universalismo e un annuncio della misericordia di Dio che si estende a tutti gli uomini.
Tra le antenate di Gesù, il primo evangelista ricorda anche Tamar, Racab e la moglie di Uria, tre donne peccatrici, ma non perfide, annoverate tra le progenitrici del Messia per proclamare la bontà divina più grande del peccato. Dio, mediante la sua grazia, fa contribuire ai suoi disegni di salvezza la loro situazione matrimoniale irregolare, preparando anche in questo modo il futuro.
Un altro modello di umile dedizione, diverso da quello di Rut, è rappresentato dalla figlia di Jefte, che accetta di pagare con la propria morte la vittoria del padre sugli Ammoniti (7). Piangendo il suo crudele destino, non si ribella, ma si consegna alla morte in adempimento del voto sconsiderato fatto dal genitore nel contesto di costumi ancora primitivi (8).
6. Matth. 1, 5.
7. Gdc. 11, 34-40.
8. Cfr. Ger. 7, 31; Mi. 6, 6-8.
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3. La letteratura sapienziale, anche se spesso allude ai difetti della donna, vede in lei un tesoro nascosto: “Chi ha trovato una moglie ha trovato una fortuna, ha ottenuto il favore del Signore” (9), dice il Libro dei Proverbi esprimendo apprezzamento convinto per la figura femminile, prezioso dono del Signore.
Alla fine dello stesso Libro, viene tracciato il ritratto della donna ideale che, lungi dal rappresentare un modello irraggiungibile, costituisce una proposta concreta, nata dall’esperienza di donne di grande valore: “Una donna perfetta chi potrà trovarla? Ben superiore alle perle è il suo valore...” (10).
La letteratura sapienziale indica nella fedeltà della donna all’alleanza divina il culmine delle sue possibilità e la fonte più grande di ammirazione. Infatti, se talora può deludere, la donna supera tutte le attese quando il suo cuore è fedele a Dio: “Fallace è la grazia e vana è la bellezza, ma la donna che teme Dio è da lodare” (11).
9. Pr. 18, 22.
10. Pr. 31, 10.
11. Pr. 31, 30.
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4. In tale contesto, il Libro dei Maccabei, nella vicenda della madre dei sette fratelli martirizzati nella persecuzione di Antioco Epifane, ci presenta l’esempio più mirabile di nobiltà nella prova.
Dopo aver descritto la morte dei sette fratelli, l’autore sacro aggiunge: “La madre era soprattutto ammirevole e degna di gloriosa memoria, perchè vedendo morire sette figli in un sol giorno, sopportava tutto serenamente per le speranze poste nel Signore. Esortava ciascuno di essi nella lingua paterna, piena di nobili sentimenti, e sostenendo la tenerezza femminile con un coraggio virile”, così esprimeva la sua speranza in una futura risurrezione: “Senza dubbio il creatore del mondo, che ha plasmato all’origine l’uomo e ha provveduto alla generazione di tutti, per la sua misericordia vi restituirà di nuovo lo spirito e la vita, come voi ora per le sue leggi non vi curate di voi stessi” (12).
La madre, esortando il settimo figlio ad accettare di essere ucciso piuttosto che trasgredire la legge divina, esprime la sua fede nell’opera di Dio che crea dal nulla tutte le cose: “Ti scongiuro, figlio, contempla il cielo e la terra, osserva quanto vi è e sappi che Dio li ha fatti non da cose preesistenti; tale è anche l’origine del genere umano. Non temere questo carnefice ma, mostrandoti degno dei tuoi fratelli, accetta la morte, perchè io ti possa riavere insieme con i tuoi fratelli nel giorno della misericordia” (13).
Si avvia, infine, anch’essa alla morte cruenta, dopo aver subito sette volte il martirio del cuore, testimoniando una fede incrollabile, una speranza senza limiti ed un coraggio eroico.
In queste figure di donna, nelle quali si manifestano le meraviglie della grazia divina, si intravvede Colei che sarà la donna più grande: Maria, la Madre del Signore.
[Insegnamenti GP II, 19/1, 952-954]
12. 2Mac. 7, 20-23.
13. 2Mac. 7, 28-29.