[1835] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA FAMILIA, COLABORADORA DE LA CIENCIA AL SERVICIO DE LA SALUD
Del Discurso Me es muy grato, a los participantes en el Encuentro Internacional sobre alteraciones cerebrales, 13 junio 1997
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[2.–] La familia, como ámbito integrador de todos sus miembros, es una comunidad solidaria en donde el amor se hace más responsable y solícito aún ante quienes, por su especial situación, necesitan una atención más cercana, paciente y cariñosa, por parte de todos los miembros y más concretamente de los padres. En el seno de la sociedad hay todo un conjunto de tareas o de mediaciones sociales que la familia puede y debe desarrollar con particular competencia y eficacia, en unión con otras instituciones. Con frecuencia la participación de la familia como sujeto social abre muchas puertas y crea fundadas esperanzas para la recuperación de los propios hijos. Éste es el ámbito preciso que vosotros estáis afrontando, con la colaboración de investigadores, expertos y personas comprometidas en este campo. Por eso me complace alentar vuestro trabajo y preocupación que os anima por ayudar a las familias en tales necesidades.
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[3.–] La familia, lugar del amor y solicitud por los miembros más necesitados, puede y debe ser la mejor colaboradora para la ciencia y la técnica al servicio de la salud. A veces algunas familias se ven puestas a prueba –a dura prueba– cuando llegan hijos con alteraciones cerebrales. Éstas son situaciones que requieren de los padres y de los demás miembros de la familia una fortaleza y una solidaridad especial.
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[4.–] El Señor de la vida acompaña a las familias que acogen y aman a sus hijos con alteraciones cerebrales serias, y que saben cuán grande es su dignidad. Reconocen también que el origen de su dignidad de personas humanas está en ser hijos predilectos de Dios, que los ama personalmente y con amor eterno. Sustentada y protegida por el amor divino, la familia se convierte en lugar de entrega y esperanza en la que todos los miembros hacen converger sus energías y cuidados para el bien de los hijos necesitados. En efecto, vosotros sois testigos privilegiados y testimonio, a la vez, de todo lo que puede lograr el verdadero amor.
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[5.–] Como muestran los programas que se están llevando a cabo en diversas naciones –por ejemplo el “Programa Leopoldo”–, tras una atención paciente, laboriosa y bien dispuesta a las posibilidades que ofrece la ciencia en el seno mismo de las familias, se obtienen logros sorprendentes de recuperación de niños nacidos ciegos, sordos y mudos. Es como un milagro del amor que no sólo permite el desarrollo cerebral progresivo sino que sitúa al hijo en el centro de sus atenciones. Con esa ayuda y con la colaboración de todos crece esta comunidad de amor y de vida que es la familia, formada en la presencia y bajo la mirada paterna de Dios. Desde Él llegan a tantos hogares nuevas energías en el dolor y serenidad en el sufrimiento, para acoger la enfermedad y, en no pocos casos, buscar los remedios y recursos más adecuados.
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[6.–] La familia es una comunidad insustituible para estas situaciones, y no únicamente por los costos ingentes que ciertos cuidados requieren de las Instituciones de salud, sino por la calidad, el talante y la ternura de los cuidados solícitos que sólo los padres saben brindar abnegadamente a sus hijos. Estas familias, sin ser sustituidas en la atención de los hijos, deberían recibir de la comunidad circundante y de toda la sociedad las ayudas necesarias para hacer más efectiva dicha atención. En este sentido se ha de destacar la importancia de las asociaciones de padres que miran a poner en común experiencias, ayudas y medios técnicos al servicio de las familias con tales necesidades.
[OR 14.VI.1997, 5]