[1849] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LOS ATENTADOS CONTRA LA VIDA Y LA FAMILIA, ATENTADOS CONTRA LA HUMANIDAD
Del Discurso É grande, al Congreso Teológico Pastoral en el Centro de Congresos Río centro, Río de Janeiro (Brasil), 3 octubre 1997
1997 10 03 0002
El proyecto original de Dios Padre
2. El hombre es el camino de la Iglesia. Y la familia es la expresión primordial de este camino. Como escribí en la Carta a las familias, “el misterio divino de la encarnación del Verbo está (...) en estrecha relación con la familia humana. No sólo con una, la de Nazaret, sino, de alguna manera, con cada familia, análogamente a cuanto el concilio Vaticano II afirma del Hijo de Dios, que en la Encarnación ‘se ha unido, en cierto modo, con todo hombre’ (Gaudium et spes, 22). Siguiendo a Cristo, ‘que vino’ al mundo ‘para servir’ (Mt 20, 28), la Iglesia considera el servicio a la familia humana una de sus tareas esenciales. En este sentido, tanto el hombre como la familia constituyen ‘el camino de la Iglesia’” (Gratissimam sane, 2)[1].
Así pues, el Evangelio ilumina la dignidad del hombre y redime todo lo que puede empobrecer la visión del hombre y de su verdad. Es en Cristo donde el hombre percibe la grandeza de su llamada como imagen e hijo de Dios; es en él donde se manifiesta en todo su esplendor el proyecto original de Dios Padre sobre el hombre; y es en Cristo donde ese proyecto alcanzará su plena realización.
Asimismo, es en Cristo donde esta primera y privilegiada expresión de la sociedad humana, que es la familia, encuentra la luz y la plena capacidad de realización, de acuerdo con los planes de amor del Padre.
“Si Cristo ‘manifiesta plenamente el hombre al propio hombre’, lo hace empezando por la familia en la que eligió nacer y crecer” (ib.)[2]. Cristo, lumen gentium, luz de los pueblos, ilumina los caminos de los hombres; e ilumina, sobre todo, la íntima comunión de vida y amor de los cónyuges, que en la vida de los hombres y de los pueblos es la encrucijada necesaria donde Dios siempre les sale a su encuentro.
Éste es el sentido sagrado del matrimonio, presente de alguna manera en todas las culturas, a pesar de las sombras debidas al pecado original, y que adquiere una grandeza y un valor eminentes con la Revelación: “De la misma manera que Dios en otro tiempo salió al encuentro de su pueblo con una alianza de amor y fidelidad, ahora el Salvador de los hombres y Esposo de la Iglesia, mediante el sacramento del matrimonio, sale al encuentro de los esposos cristianos. Permanece, además, con ellos para que, como él mismo amó a la Iglesia y se entregó por ella, así también los cónyuges, con su mutua entrega, se amen con perpetua fidelidad” (Gaudium et spes, 48)[3].
[1]. [1994 02 02a/ 2]
[2]. [1994 02 02a/ 2]
[3]. [1965 12 07c/ 48]
1997 10 03 0003
La gran batalla de la dignidad del hombre
3. La familia no es para el hombre una estructura accesoria y extrínseca, que impida su desarrollo y su dinámica interior. “El hombre es, por su íntima naturaleza, un ser social y no puede vivir ni desplegar sus cualidades sin relacionarse con los demás”(ib., 12)[4]. La familia, lejos de ser un obstáculo para el desarrollo y el crecimiento de la persona, es el ámbito privilegiado para hacer crecer todas las potencialidades personales y sociales que el hombre lleva inscritas en su ser.
La familia, fundada en el amor y vivificada por él, es el lugar en donde cada persona está llamada a experimentar, hacer propio y participar en el amor sin el cual el hombre no podría existir y toda su vida carecería de sentido (cf. Redemptoris missio, 10; Familiaris consortio, 18[5]).
Las tinieblas que hoy afectan a la misma concepción del hombre atacan en primer lugar y directamente la realidad y las expresiones que le son connaturales. La persona y la familia corren parejas en la estima y en el reconocimiento de su dignidad, así como en los ataques y en los intentos de disgregación. La grandeza y la sabiduría de Dios se manifiestan en sus obras. Con todo, parece que hoy los enemigos de Dios, más que atacar de frente al Autor de la creación, prefieren herirlo en sus obras. El hombre es el culmen, la cima de sus criaturas visibles. “Gloria enim Dei, vivens homo; vita autem hominis, visio Dei” (San Ireneo, Adv. haer. IV, 20, 7).
Entre las verdades ofuscadas en el corazón del hombre, a causa de la creciente secularización y del hedonismo dominante, se ven especialmente afectadas todas las que se relacionan con la familia. En torno a la familia y a la vida se libra hoy la batalla fundamental de la dignidad del hombre. En primer lugar, la comunión conyugal no es reconocida ni respetada en sus elementos de igualdad en la dignidad de los esposos, y de necesaria diversidad y complementariedad sexual. La misma fidelidad conyugal y el respeto a la vida, en todas las fases de su existencia, se ven subvertidos por una cultura que no admite la trascendencia del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios. Cuando las fuerzas disgregadoras del mal logran separar el matrimonio de su misión con respecto a la vida humana, atentan contra la humanidad, privándola de una de las garantías esenciales de su futuro.
[4]. [1965 12 07c/ 12]
[5]. [1981 11 22/ 18]
1997 10 03 0004
Urgencia y prioridad de la pastoral familiar
4. El Papa ha querido venir a Río de Janeiro para saludaros con los brazos abiertos, como el Cristo Redentor que domina esta ciudad maravillosa desde la cima del Corcovado. Y ha venido para confirmaros en la fe, para sostener vuestro esfuerzo por testimoniar los valores evangélicos. Así pues, ante los problemas centrales de la persona y de su vocación, la actividad pastoral de la Iglesia no puede responder con una acción sectorial de su apostolado. Es necesario emprender una acción pastoral en la que las verdades centrales de la fe irradien su fuerza evangelizadora en los diversos sectores de la existencia, especialmente en los relativos a la familia. Se trata de una tarea prioritaria, fundada en “la certeza de que la evangelización, en el futuro, depende en gran parte de la Iglesia doméstica” (Familiaris consortio, 65)[6]. Es preciso despertar y presentar un frente común, inspirado y apoyado en las verdades centrales de la Revelación, que tenga como interlocutor a la persona y como agente a la familia.
Por eso, los pastores deben tomar cada vez mayor conciencia de que la pastoral familiar exige agentes con una esmerada preparación y, además, estructuras ágiles y adecuadas en las Conferencias episcopales y en las diócesis, que sirvan como centros dinámicos de evangelización, de diálogo y de acciones organizadas conjuntamente, con proyectos bien elaborados y planes pastorales.
Al mismo tiempo, deseo apoyar todo esfuerzo encaminado a promover estructuras organizativas adecuadas, tanto en el ámbito nacional como en el internacional, que asuman la tarea de entablar un diálogo constructivo con las instancias políticas, de las que depende en buena medida el destino de la familia y de su misión al servicio de la vida. Encontrar los caminos oportunos para seguir proponiendo con eficacia al mundo los valores fundamentales del plan de Dios, significa comprometerse en la defensa del futuro de la humanidad.
[6]. [1981 11 22/ 65]
1997 10 03 0005
Una nueva evangelización
5. Además de iluminar y reforzar la presencia de la Iglesia como levadura, luz y sal de la tierra, para que no se descomponga la vida de los hombres, es necesario dar prioridad a programas de pastoral que promuevan la formación de hogares plenamente cristianos, y acrecienten en los esposos la generosidad de encarnar en sus propias vidas las verdades que la Iglesia propone para la familia humana.
La concepción cristiana del matrimonio y de la familia no modifica la realidad creatural, sino que eleva aquellos componentes esenciales de la sociedad conyugal: comunión de los esposos que generan nuevas vidas, las educan e integran en la sociedad, y comunión de las personas como vínculo firme entre los miembros de la familia.
1997 10 03 0006
6. Hoy, en este Centro de congresos –Río Centro–, invoco sobre vosotros, cardenales, arzobispos y obispos, representantes de las diversas Conferencias episcopales del mundo entero, y sobre los delegados del Congreso teológico-pastoral y sus familias, la luz y el calor del Espíritu Santo. A él se dirige la Iglesia, para que infunda en todos su presencia santificadora y renueve en la Esposa de Cristo “el celo misionero a fin de que todos lleguen a conocer a Cristo, verdadero Hijo de Dios y verdadero Hijo del hombre” (cf. Oración para el primer año de preparación al gran jubileo del año 2000). Mañana celebraremos en el estadio de Maracaná el Acto de testimonio, junto con todos vosotros que habéis traído aquí la inmensa riqueza, las preocupaciones y las esperanzas de vuestras Iglesias y vuestros pueblos, y que servirá de marco para la eucaristía del domingo, en la explanada de Flamengo, durante la cual viviremos, a la luz de la fe, el misterio del Pan vivo que bajó del cielo, el maná de las familias que van en peregrinación hacia Dios.
Hago votos para que, por la mediación de la santísima Virgen María, los frutos de este encuentro hallen corazones bien dispuestos a acoger las luces del Altísimo, con renovado celo misionero, de cara a una nueva evangelización de la familia y de toda la sociedad humana. Que el Espíritu del Padre y del Hijo, que es también el Espíritu-Amor, nos conceda a todos la bendición y la gracia que deseo transmitir a los hijos e hijas de la Iglesia y a toda la familia humana.
[OR (e.c.) 10.X.1997, 4]
1997 10 03 0002
2. O homem é a via da Igreja. E a família é a expressão primordial desta via. Como eu escrevia na Carta às Famílias, “o mistério da Encarnação do Verbo está (...) em estreita relação com a família humana. Não apenas com uma, a de Nazaré, mas de certa forma com cada família, analogamente a quanto afirma o Concílio Vaticano II do Filho de Deus que, na Encarnação, ‘Se uniu de certo modo com cada homem’ (GS, 22). Seguindo a Cristo que ‘veio’ ao mundo ‘para servir’ (Mt 20, 28), a Igreja considera o serviço à família uma das suas obrigações essenciais. Neste sentido, tanto o homem como a família constituem ‘a via da Igreja’” (Gratissimam sane, 2)[1].
O Evangelho ilumina, portanto, a dignidade do homem, e redime tudo o que pode empobrecer a visão do homem e da sua verdade. É em Cristo que o homem percebe a grandeza da sua chamada como imagem e filho de Deus; é n’Ele que se manifesta em todo o seu esplendor, o projeto original de Deus-Pai sobre o homem, e é em Cristo que tal projeto original alcançará sua plena realização. É em Cristo, igualmente, que essa primeira e privilegiada expressão da sociedade humana que é a família, encontra a luz e a plena capacidade de realização conforme os planos amorosos do Pai.
“Se é certo que Cristo ‘revela plenamente o homem a si mesmo’, fá-lo a começar da família onde Ele escolheu nascer e crescer” (Gratissimam sane, 2)[2]. Cristo lumen gentium, luz dos povos, ilumina os caminhos dos homens. Entre eles fica iluminada, sobretudo, a íntima comunhão de vida e de amor dos esposos, que é a encruzilhada necessária na vida dos homens e dos povos, em que Deus sempre lhes veio ao encontro.
Este é o sentido sagrado do matrimônio, de algum modo presente em todas as culturas, embora com as sombras devidas ao pecado original, e que adquire uma altura e um valor eminentes com a revelação: “Assim como Deus outrora tomou a iniciativa duma aliança de amor e fidelidade com o seu povo, assim agora o Salvador dos homens e Esposo da Igreja vem ao encontro dos esposos cristãos através do sacramento do Matrimônio. Além disso, permanece com eles, para que assim como Ele amou a Igreja e Se entregou por ela, assim os esposos, com sua mútua entrega, se amem em perpétua fidelidade” (GS, 48)[3].
[1]. [1994 02 02a/ 2]
[2]. [1994 02 02a/ 2]
[3]. [1965 12 07c/ 48]
1997 10 03 0003
3. A família não é para o homem uma estrutura acessória e extrínseca, que impede seu desenvolvimento e sua dinâmica interior. “O homem, por sua própria natureza, é um ser social, que não pode viver nem desenvolver as suas qualidades sem entrar em relação com os outros” (GS, 12)[4]. A família, longe de ser um obstáculo para o desenvolvimento e o crescimento da pessoa, é o âmbito privilegiado para fazer crescer todas as pontencialidades pessoais e sociais que o homem leva inscritas no seu ser.
A família, fundamentada e vivificada pelo amor, é o lugar próprio onde cada pessoa está chamada a experimentar, fazer próprio e participar daquele amor sem o qual o homem não pode viver, e toda a sua vida fica destituída de sentido (cf. Redemptor hominis, 10; Familiaris consortio, 18[5]).
As trevas que afetam, hoje em dia, a mesma concepção do homem atacam primeira e diretamente a realidade e as expressões que lhe são conaturais. Pessoa e família correm paralelas na estima e no reconhecimento da própria dignidade, como também nos ataques e tentativas de decomposição. A grandeza e a sabedoria de Deus manifestam-se em suas obras. Hoje em dia, porém, parece que os inimigos de Deus, mais que atacar frontalmente o Autor da criação, preferem defrontá-Lo em suas obras. E o homem é o cume, o auge das suas criaturas visíveis. “Gloria enim Dei vivens homo, vita autem hominis visio Dei” (S. Ireneu, Adv. haer. 4, 20, 7).
Entre as verdades obscurecidas no coração do homem, por causa da crescente secularização e do hedonismo reinantes, ficam especialmente afetadas todas aquelas relacionadas com a família. Em torno à família e à vida se trava hoje o combate fundamental da dignidade do homem. Em primeiro lugar, a comunhão conjugal não é reconhecida nem respeitada nos seus elementos de igualdade na dignidade dos esposos, e de necessária diferença e complementaridade sexual. A mesma fidelidade conjugal e o respeito pela vida, em todas as fases da sua existência, estão subvertidos por uma cultura que não admite a transcendência do homem criado à imagem e semelhança de Deus. Quando as forças desagregadoras do mal conseguem separar o matrimônio da sua missão respeito à vida humana, atentam contra a humanidade, furtando-lhe uma das garantias essenciais do próprio futuro.
[4]. [1965 12 07c/ 12]
[5]. [1981 11 22/ 18]
1997 10 03 0004
4. O Papa quis vir até ao Rio de Janeiro para saudar-vos de braços abertos, à semelhança do Cristo Redentor, que domina esta Cidade maravilhosa do alto do Corcovado. E veio para confirmar-vos na fé, para sustentar vosso esforço em testemunhar os valores evangélicos. Por isso, diante dos problemas centrais da pessoa e da sua vocação, a atividade pastoral da Igreja não pode responder com uma ação setorial do seu apostolado. É necessário empreender uma ação pastoral na qual as verdades centrais da fé irradiem sua força evangelizadora nos vários setores da existência, especialmente sobre os temas da família. Trata-se de uma tarefa prioritária fundada na “certeza de que a evangelização, no futuro, depende em grande parte da Igreja doméstica” (Familiaris consortio, 65)[6]. É preciso despertar e apresentar uma frente comum, inspirada e apoiada na verdades centrais da Revelação, que tenha como interlocutor a pessoa, e como agente a família.
Por isso, os Pastores se conscientizam cada vez mais de que a Pastoral Familiar exige agentes com uma esmerada preparação e, por sua vez, estruturas ágeis e adequadas nas Conferências Episcopais e nas dioceses, que sirvam de centros dinâmicos de evangelização, de diálogo e de ações organizadas em conjunto, com projetos bem elaborados e planos pastorais.
Ao mesmo tempo, quero encorajar todo esforço dirigido a promover adequadas estruturas organizativas, tanto no âmbito nacional como no internacional, que assumam a tarefa de tecer um diálogo construtivo com as instâncias políticas, das quais depende em boa medida a sorte da família e da sua missão a serviço da vida. Encontrar os caminhos oportunos para continuar propondo eficazmente ao mundo os valores básicos do plano de Deus, significa comprometer-se para salvaguardar o futuro da humanidade.
[6]. [1981 11 22/ 65]
1997 10 03 0005
5. Además de iluminar y reforzar la presencia de la Iglesia como levadura, luz y sal de la tierra, para que no se descomponga la vida de los hombres, es necesario dar prioridad a programas de pastoral que promuevan la formación de hogares plenamente cristianos, y acrecienten en los esposos la generosidad de encarnar en sus propias vidas las verdades que la Iglesia propone para la familia humana.
La concepción cristiana del matrimonio y de la familia no modifica la realidad creatural, sino que eleva aquellos componentes esenciales de la sociedad conyugal: comunión de los esposos que generan nuevas vidas, las educan e integran en la sociedad, y comunión de las personas como vínculo firme entre los miembros de la familia.
1997 10 03 0006
6. Hoje, ao vir a este Centro de Congressos –o Rio Centro–, invoco sobre vós, Cardeais, Arcebispos, Bispos, representantes das diversas Conferências Episcopais do mundo inteiro e sobre os delegados do Congresso Teológico-Pastoral e suas famílias, a luz e o calor do Espírito Santo. A Ele se volta a Igreja, para que infunda sobre todos sua presença santificadora, e renove na Esposa de Cristo “o ardor missionário para que todos cheguem a conhecer a Cristo, verdadeiro Filho de Deus e verdadeiro Filho do homem” (cf. Oração para o Primeiro Ano em preparação ao Jubileu do Ano 2000). Amanhã celebraremos no Estádio do Maracanã o Ato Testemunhal, com todos vós que trouxestes aqui a imensa riqueza, as preocupações e as esperanças de vossas Igrejas e povos, e que servirá de moldura para a Eucaristia do domingo, no Aterro do Flamengo, no qual viveremos, à luz da fé, o mistério do Pão vivo, descido dos Céus, o Maná das famílias que peregrinam em direção a Deus!
Faço votos de que, pela mediação da Santíssima Virgem Maria, os frutos deste nosso encontro possam encontrar corações bem dispostos para acolher, com renovado ardor missionário, as luzes do Altíssimo, em vista de uma nova evangelização da família e de toda a sociedade humana. Que o Espírito do Pai e do Filho, que é também o Espírito-Amor, nos conceda a todos a bênção e a graça que desejo transmitir aos filhos e filhas da Igreja e a toda a família humana.
[OR (Suppl.) 8.X.1997, II-III]