[1872] • JUAN PABLO II (1978-2005) • GENOMA HUMANO: PERSONALIDAD HUMANA Y SOCIEDAD DEL FUTURO
Del Discurso Nel rivolgere, a la IV Asamblea General de la Pontificia Academia para la Vida, 24 febrero 1998
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2. Me alegro de que hayáis escogido como tema de vuestra cuarta asamblea general: “Genoma humano: personalidad humana y sociedad del futuro”. En el admirable recorrido que la mente humana realiza para conocer el universo, la etapa que se registra durante estos años en el ámbito genético es particularmente sugestiva, porque está llevando al hombre a descubrir los secretos más íntimos de su corporeidad.
El genoma humano es como el último continente que se explora ahora. En este milenio, que está a punto de terminar, tan rico en dramas y conquistas, los hombres se han conocido y, en cierto modo, acercado gracias a las exploraciones geográficas y a los descubrimientos. El conocimiento humano también ha logrado importantes conquistas en el mundo de la física, hasta el descubrimiento reciente de la estructura de los componentes del átomo. Ahora los científicos, a través de los conocimientos de genética y biología molecular, leen con la mirada penetrante de la ciencia dentro del entramado íntimo de la vida y los mecanismos que caracterizan a los individuos, garantizando la continuidad de las especies vivas.
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3. Estas conquistas ponen cada vez más de manifiesto la grandeza del Creador, porque permiten al hombre constatar el orden inherente a la creación y apreciar las maravillas de su cuerpo, además de las de su inteligencia, en la que, en cierta medida, se refleja la luz del Verbo, “por medio del cual fueron creadas todas las cosas” (Jn 1, 3).
Sin embargo, en la época moderna es fuerte la tendencia a buscar el conocimiento no tanto para admirar y contemplar, cuanto más bien para aumentar el poder sobre las cosas. Conocimiento y poder se entrelazan cada vez más en una lógica que puede aprisionar al hombre mismo. En el caso del conocimiento del genoma humano, esta lógica podría llevar a intervenir en la estructura interna de la vida misma del hombre, con la perspectiva de someter, seleccionar y manipular el cuerpo y, en definitiva, la persona y las generaciones futuras.
Por eso, ha hecho bien vuestra Academia para la vida en dedicar su reflexión a los descubrimientos actuales en el ámbito del genoma humano, queriendo con ello basar su trabajo en un fundamento antropológico, que se apoye en la dignidad misma de la persona humana.
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4. El genoma aparece como el elemento que estructura y construye el cuerpo en sus características, tanto individuales como hereditarias: marca y condiciona la pertenencia a la especie humana, el vínculo hereditario y las notas biológicas y somáticas de la individualidad. Su influencia en la estructura del ser corpóreo es decisiva, desde el primer instante de la concepción hasta la muerte natural. Sobre la base de esta verdad interior del genoma, ya presente en el momento de la procreación, en el que se unen los patrimonios genéticos del padre y de la madre, la Iglesia ha asumido el compromiso de defender la dignidad humana de todo individuo ya desde el primer instante de su vida.
En efecto, la profundización antropológica lleva a reconocer que, en virtud de la unidad sustancial del cuerpo con el espíritu, el genoma humano no sólo tiene un significado biológico; también es portador de una dignidad antropológica, cuyo fundamento reside en el alma espiritual que lo penetra y lo vivifica.
Por tanto, no es lícito realizar ninguna intervención sobre el genoma que no se oriente al bien de la persona, entendida como unidad de cuerpo y espíritu; así como tampoco es lícito discriminar a los seres humanos basándose en posibles defectos genéticos, descubiertos antes o después del nacimiento.
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5. La Iglesia católica, que reconoce su camino en el hombre redimido por Cristo (cf. Redemptor hominis, 14)[1], insiste para que se asegure, también mediante la ley, el reconocimiento de la dignidad del ser humano como persona, ya desde el momento de la concepción. Además, invita a todos los responsables políticos y a los científicos a promover el bien de la persona a través de la investigación científica, orientada a descubrir terapias oportunas también en el ámbito genético, siempre que puedan aplicarse y no impliquen riesgos desproporcionados. Los mismos científicos reconocen que esto es posible en las intervenciones terapéuticas sobre el genoma de las células somáticas, pero no sobre el de las células germinales y del embrión precoz.
Siento el deber de expresar aquí mi preocupación por la creación de un clima cultural que favorece la orientación del diagnóstico prenatal en una dirección que ya no es la de la terapia, para una mejor acogida de la vida del niño por nacer, sino más bien la de la discriminación de los que no resulten sanos en el examen prenatal. En el momento actual existe una gran desproporción entre las posibilidades de diagnóstico, que están en fase de expansión progresiva, y las escasas posibilidades terapéuticas: este hecho plantea graves problemas éticos a las familias, que necesitan ser sostenidas en la acogida de la vida naciente, incluso cuando esté afectada por algún defecto o malformación.
[1]. [1979 03 04/ 14]
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6. Desde este punto de vista, es obligatorio denunciar la aparición y la difusión de un nuevo eugenismo selectivo, que suprime embriones y fetos afectados por alguna enfermedad. Para esa selección, a veces se recurre a teorías infundadas sobre la diferencia antropológica y ética de los diversos grados de desarrollo de la vida prenatal: la así llamada “gradualidad de la humanización del feto”. Otras veces se recurre a una concepción equivocada de la calidad de la vida, que, según se dice, debería prevalecer sobre su carácter sagrado. A este propósito, es preciso exigir que el sujeto de los derechos proclamados por las convenciones y declaraciones internacionales sobre la tutela del genoma humano y, en general, sobre el derecho a la vida, sea todo ser humano ya desde el momento de la fecundación, sin discriminaciones, ya sea que dichas discriminaciones se relacionen con imperfecciones genéticas o con defectos físicos, ya sea que se refieran a los diversos períodos de desarrollo del ser humano. Por eso, es urgente reforzar los bastiones jurídicos frente a las inmensas posibilidades de diagnóstico que plantea el proyecto de secuenciación del genoma humano.
[OR (e.c.) 13.III.1998, 8]
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2. Sono lieto che abbiate posto all’attenzione della vostra quarta Assemblea Generale il tema: “Genoma umano: personalità umana e società del futuro”. Nel meraviglioso percorso che la mente umana compie per conoscere l’universo, la tappa che si registra in questi anni in ambito genetico è particolarmente suggestiva, perchè sta portando l’uomo alla scoperta dei segreti più intimi della sua stessa corporeità.
Il genoma umano è come l’ultimo continente che ora viene esplorato. In questo millennio che sta per concludersi, così ricco di drammi e di conquiste, gli uomini attraverso le esplorazioni geografiche e le scoperte si sono conosciuti ed in qualche modo avvicinati. La conoscenza umana ha pure realizzato importanti acquisizioni nel mondo della Fisica, fino alla scoperta recente della struttura dei componenti dell’atomo. Ora gli scienziati, attraverso le conoscenze di genetica e di biologia molecolare, leggono con lo sguardo penetrante della scienza entro il tessuto intimo della vita ed i meccanismi che caratterizzano gli individui, garantendo la continuità delle specie viventi.
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3. Queste conquiste svelano sempre più la grandezza del Creatore, perchè consentono all’uomo di constatare l’ordine insito nel creato e di apprezzare le meraviglie del suo corpo, oltre che del suo intelletto, nel quale, in qualche misura, si riflette la luce del Verbo “per mezzo del quale tutte le cose sono state create” (Gv 1, 3).
Nell’epoca moderna, tuttavia, è viva la tendenza a ricercare il sapere non tanto per ammirare e contemplare, quanto piuttosto per aumentare il potere sulle cose. Sapere e potere si intrecciano sempre di più in una logica che può imprigionare l’uomo stesso. Nel caso della conoscenza del genoma umano, questa logica potrebbe portare ad intervenire nella struttura interna della vita stessa dell’uomo con la prospettiva di sottomettere, selezionare e manipolare il corpo e, in definitiva, la persona e le generazioni future.
Bene ha fatto, perciò, la vostra Accademia per la Vita a portare la riflessione sopra le scoperte in atto nell’ambito del genoma umano, intendendo con ciò porre alla base del suo lavoro una fondazione antropologica, che poggi sulla dignità stessa della persona umana.
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4. Il genoma appare come l’elemento strutturante e costruttivo del corpo nelle sue caratteristiche sia individuali che ereditarie: esso segna e condiziona l’appartenenza alla specie umana, il legame ereditario e le note biologiche e somatiche dell’individualità. La sua influenza nella struttura dell’essere corporeo è determinante dal primo albore del concepimento fino alla morte naturale. È in base a questa interna verità del genoma, già presente nel momento della procreazione in cui i patrimoni genetici del padre e della madre si uniscono, che la Chiesa s’è assunta il compito di difendere la dignità umana di ogni individuo fin dal primo suo sorgere.
L’approfondimento antropologico, infatti, porta a riconoscere che, in forza dell’unità sostanziale del corpo con lo spirito, il genoma umano non ha soltanto un significato biologico; esso è portatore di una dignità antropologica, che ha il suo fondamento nell’anima spirituale che lo pervade e lo vivifica.
Non è, pertanto, lecito porre in atto alcun intervento sul genoma che non sia rivolto al bene della persona, intesa come unità di corpo e spirito; così come non è lecito discriminare i soggetti umani in base agli eventuali difetti genetici rilevati prima o dopo la nascita.
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5. La Chiesa Cattolica, che riconosce nell’uomo redento da Cristo la sua via (cfr Lett. enc. Redemptor hominis, 14)[1], insiste perchè venga assicurato anche per legge il riconoscimento della dignità dell’essere umano come persona fin dal momento del concepimento. Essa invita, inoltre, tutti i responsabili politici e gli scienziati a promuovere il bene della persona attraverso la ricerca scientifica volta a mettere a punto opportune terapie anche in ambito genetico, qualora risultino praticabili ed esenti da rischi sproporzionati. Ciò è possibile, per riconoscimento degli stessi scienziati, negli interventi terapeutici sul genoma delle cellule somatiche, non però su quello delle cellule germinali e dell’embrione precoce.
Sento il dovere di esprimere qui la mia preoccupazione per l’instaurarsi di un clima culturale che favorisce la deriva della diagnosi prenatale verso una direzione che non è più quella della terapia, in ordine alla migliore accoglienza della vita del nascituro, ma piuttosto quella della discriminazione di quanti non risultino sani all’esame prenatale. Nel momento attuale c’è una grave sproporzione tra le possibilità diagnostiche, che sono in fase di espansione progressiva, e le scarse possibilità terapeutiche: questo fatto pone gravi problemi etici alle famiglie, che hanno bisogno di essere sostenute nell’accoglienza della vita nascente anche quando risultasse affetta da qualche difetto o malformazione.
[1]. [1979 03 04/ 14]
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6. Sotto questo profilo, è doveroso denunciare l’insorgere e il diffondersi di un nuovo eugenismo selettivo, che provoca la soppressione di embrioni e di feti affetti da qualche malattia. Talora ci si avvale per tale selezione di teorie infondate sulla differenza antropologica ed etica dei vari gradi di sviluppo della vita prenatale: il cosiddetto “gradualismo della umanizzazione del feto”. Talvolta si fa appello ad una concezione sbagliata della qualità della vita, che dovrebbe –si dice– prevalere sulla sacralità della vita. In proposito, non si può non chiedere che i diritti proclamati dalle Convenzioni e dalle Dichiarazioni Internazionali sulla tutela del genoma umano ed in generale sul diritto alla vita abbiano come titolare ogni essere umano fin dal momento della fecondazione, senza discriminazioni, sia che tali discriminazioni vengano collegate alle imperfezioni genetiche o a difetti fisici sia che riguardino i diversi periodi di sviluppo dell’essere umano. È urgente perciò rinforzare i baluardi giuridici di fronte alle immense possibilità diagnostiche che vengono dischiuse dal progetto di sequenziamento del genoma umano.
[OR 25.II.1998, 5]