[1876] • JUAN PABLO II (1978-2005) • EL RESPETO A LA DIGNIDAD PERSONAL DEL NIÑO, NORMA DE LA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA
Del Mensaje Sono lieto, a los participantes en el Congreso sobre “Fundamentos biológicos y Psicológicos de la Educación Prenatal”, 20 marzo 1998
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1. Me alegra saludaros con ocasión del congreso sobre los “Fundamentos biológicos y psicológicos de la educación prenatal”, en el que participáis. Os dirijo a cada uno mi cordial saludo, con un pensamiento particular de estima a los promotores del encuentro, entre quienes figuran los responsables del “Movimiento en favor de la vida”, meritoria iniciativa de corazones generosos que, durante estos años, ha ido recibiendo cada vez más adhesiones.
Es motivo de consuelo encontrar en el panorama científico actual a un grupo de investigadores que, reconociendo la plena dignidad del niño por nacer, exploran los caminos de una nueva disciplina, la educación prenatal. Se trata de una admirable y meritoria investigación: inclinarse ante el hijo que se encuentra todavía en el seno materno, no sólo para constatar y observar su crecimiento físico y escuchar los latidos de su pequeño corazón, sino también para indagar sus emociones y registrar los signos de desarrollo de su psique. En esta investigación hay un tributo implícito de respeto a la persona, en la que ya palpita el espíritu inmortal y se manifiesta la imagen del Creador.
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2. Es justo poner al niño en el centro de la atención de las ciencias humanas, y no sólo de las biológicas, ya desde el comienzo de su camino temporal en el seno materno. Por tanto, queridos congresistas, vuestro compromiso tiene ciertamente un valor en el campo de las ciencias experimentales, pero también un significado antropológico y moral. En efecto, vuestro interés, al superar el puro organicismo y la consideración de los aspectos físico-funcionales, que a pesar de todo conservan su importancia, se dirige hacia la intimidad del nuevo ser, que es huésped del seno materno.
Vosotros lo veis, por decirlo así, en perspectiva: miráis al desarrollo sucesivo del niño –su infancia, su adolescencia, su edad adulta–, a fin de captar las conexiones psicológicas que existen entre estas fases de la existencia y sus comienzos en el seno de la madre, y sugerir a los padres la conducta más idónea para asegurar el comienzo armónico del proceso.
La historia de la persona después del nacimiento depende, ciertamente, del cuidado físico y médico que recibe. Pero también ejercen gran influencia en ella la serenidad, la intensidad y la riqueza de las emociones experimentadas durante la vida prenatal. Por consiguiente, hay que considerar de máxima importancia esta línea de investigación prenatal.
En esta perspectiva, también es importante destacar la conexión que existe entre el desarrollo de la psicología del hijo por nacer y el ambiente de vida familiar de su entorno. La armonía de los esposos, el calor del hogar y la serenidad de la vida diaria influyen en su psicología, favoreciendo su nacimiento armonioso: no sólo los genes transmiten los rasgos hereditarios de los padres, sino también las repercusiones de su situación espiritual y emotiva.
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3. Es grato constatar cómo la medicina y la psicología, con sus respectivos recursos, pueden ponerse al servicio de la vida del hijo por nacer y de su desarrollo progresivo. Mientras hoy algunas líneas de investigación e intervención experimental corren el riesgo de olvidar el misterio de la persona presente en la vida que brota en el seno de la madre, vosotros os proponéis desarrollar vuestros estudios partiendo de este supuesto. En efecto, sabéis que la desgracia más grave para la humanidad es perder el significado del valor de la vida humana ya desde su inicio.
Conocer la vida en todas sus dimensiones, para respetarla y promoverla en todo su desarrollo y en todo su misterio: éste es el horizonte que os guía y que hoy queréis reafirmar ante el Sucesor de Pedro. Es de desear, en este contexto, que los encargados de la asignación de los medios económicos destinados a la investigación sepan distinguir entre los programas que servirán para sostener la vida y los que ofenden su integridad o ponen en peligro su misma existencia.
Corresponde, en particular, a los investigadores católicos la tarea de hacer que sus esfuerzos se ordenen hacia los objetivos humanos más altos a los que la ciencia puede servir. A este respecto, escribí en la carta encíclica Evangelium vitae: “También los intelectuales pueden hacer mucho en la construcción de una nueva cultura de la vida humana. Una tarea particular corresponde a los intelectuales católicos, llamados a estar presentes activamente en los círculos privilegiados de elaboración cultural, en el mundo de la escuela y de la universidad, en los ambientes de investigación científica y técnica, en los puntos de creación artística y de la reflexión humanística” (n. 98)[1].
[1]. [1995 03 25b/ 98]
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4. Invito nuevamente a los creyentes a colaborar con espíritu abierto con sus colegas del mundo científico, para desarrollar la investigación sobre los componentes físicos, psicológicos y espirituales de la vida humana ya desde sus albores. Cualquier persona que sea sensible a la defensa y a la promoción de la vida, especialmente cuando es frágil e indefensa, no puede contentarse con la proclamación, aunque sea justa y sacrosanta, del derecho a la vida, sino que debe sentirse comprometida a elaborar una cultura científicamente fundada “con aportaciones serias, documentadas, capaces de ganarse por su valor el respeto e interés de todos” (ib.)[2].
La victoria, en definitiva, será de la verdad, porque Dios está de su parte. ¿No es él, acaso, el Dios de la verdad y el Señor de la vida?
Por tanto, os exhorto a continuar en vuestros estudios con rigor ejemplar. El Señor seguramente os acompañará con su gracia en vuestro trabajo diario, que ponéis al servicio de un futuro más hermoso y rico de vida.
Con estos deseos, mientras invoco sobre vosotros y sobre vuestras actividades, la protección de la Virgen María, Sede de la sabiduría y Madre del Verbo encarnado, os imparto de corazón mi afectuosa bendición.
[OR (e.c.) 27.III.1998, 9, 11]
[2]. [1995 03 25b/ 98]
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1. Sono lieto di accogliervi in occasione del Congresso sui “Fondamenti Biologici e Psicologici dell’Educazione Prenatale”, a cui partecipate. Rivolgo a ciascuno di voi il mio saluto cordiale, con un particolare pensiero di apprezzamento per i promotori dell’incontro, tra i quali i responsabili del “Movimento per la Vita”, pregevole iniziativa di spiriti generosi, che nel corso di questi anni è andata raccogliendo crescenti consensi.
È motivo di conforto incontrare nel panorama scientifico attuale una schiera di ricercatori che, riconoscendo la piena dignità del nascituro, esplorano le vie di una nuova disciplina, la educazione prenatale. È, questa, una meravigliosa e meritoria ricerca: chinarsi davanti al figlio che si trova ancora nel seno materno, non solo per constatare e osservare la sua crescita fisica ed ascoltarne il battito del piccolo cuore, ma anche per indagare le sue emozioni e registrare i segni dello sviluppo della sua psiche. In questa ricerca c’è un implicito tributo di rispetto alla persona, nella quale già palpita lo spirito immortale e si manifesta l’immagine del Creatore.
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2. È giusto che il bambino sia posto al centro dell’attenzione delle scienze umane, e non solo di quelle biologiche, fin dall’inizio del suo cammino temporale nel seno materno. Il vostro impegno pertanto, cari Convegnisti, ha certamente un valore nel campo delle scienze sperimentali, ma ha anche un significato antropologico e morale. Il vostro interesse, infatti, superando il puro organicismo e la considerazione degli aspetti fisico-funzionali, che pur conservano la loro importanza, si dirige verso l’intimo del nuovo essere, che è ospite del seno materno.
La vostra ottica è, per così dire, prospettica: voi guardate al successivo sviluppo del bambino –la sua infanzia, l’adolescenza, l’età adulta– per cogliere le connessioni psicologiche che esistono tra quelle fasi dell’esistenza ed i suoi inizi nel grembo della madre, e per suggerire ai genitori la condotta più idonea per assicurare l’armonico avvio del processo.
La storia dell’individuo dopo la nascita dipende certamente dalle cure fisiche e mediche che egli riceve. Ma un influsso non piccolo su di essa hanno pure la serenità, l’intensità e la ricchezza delle emozioni provate durante la vita prenatale. Questa linea di ricerca prenatale va, pertanto, considerata della massima importanza.
In questa prospettiva, è pure importante rilevare la connessione che esiste tra lo sviluppo della psicologia del nascituro ed il contesto della vita familiare che si muove intorno a lui. L’armonia dei coniugi, il calore della casa, la serenità della vita quotidiana si ripercuotono sulla sua psicologia, favorendone lo sbocciare armonioso: non sono soltanto i geni a trasmettere i tratti ereditari dei genitori, ma anche le ripercussioni delle loro vicende spirituali ed emozionali.
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3. È bello constatare come la medicina e la psicologia, con le loro rispettive risorse, possano mettersi a servizio della vita del nascituro e del suo progressivo sviluppo. Mentre alcune linee di ricerca e d’intervento sperimentale, oggi, rischiano di dimenticare il mistero della persona presente nella vita che sboccia nel seno della madre, voi vi proponete di sviluppare i vostri studi partendo da questo presupposto. Voi sapete, infatti, che la sciagura più grave per l’umanità è quella di smarrire il significato del valore della vita umana fin dal suo esordio.
Conoscere la vita in ogni sua dimensione, per rispettarla e promuoverla in tutto il suo sviluppo e in tutto il suo mistero: è questo l’orizzonte che vi guida e che oggi volete riconfermare davanti al Successore di Pietro. L’auspicio doveroso in questo contesto è che quanti sono preposti all’assegnazione dei mezzi economici destinati alla ricerca sappiano distinguere tra i programmi che vanno a sostegno della vita e quelli che ne offendono l’integrità o ne compromettono la stessa esistenza.
Spetta, in particolare, ai ricercatori cattolici il compito di far convergere i loro sforzi verso gli obiettivi umani più alti ai quali la scienza può servire. Scrivevo, al riguardo, nella Lettera Enciclica Evangelium vitae: “Anche gli intellettuali cattolici possono fare molto per costruire una nuova cultura della vita umana. Un compito particolare spetta agli intellettuali cattolici, chamati a rendersi attivamente presenti nelle sedi privilegiate dell’elaborazione culturale, nel mondo della scuola e della università, negli ambienti della ricerca scientifica e tecnica, nei luoghi della creazione artistica e della riflessione umanistica” (n. 98)[1].
[1]. [1995 03 25b/ 98]
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4. Rinnovo ai credenti l’invito a collaborare con animo aperto con i colleghi del mondo scientifico per sviluppare la ricerca sulle componenti fisiche, psicologiche e spirituali della vita umana fin dai suoi albori. Qualsiasi persona che sia sensibile alla difesa e alla promozione della vita, specie se fragile e indifesa, non può accontentarsi della proclamazione, ancorchè giusta e sacrosanta, del diritto alla vita, ma deve sentirsi impegnata ad elaborare una cultura scientificamente fondata “con una produzione di contributi seri, documentali e capaci di imporsi per i loro pregi al rispetto e all’interesse di tutti” (Lett. enc. Evangelium vitae, 98)[2].
La vittoria, in definitiva, sarà della verità, perchè dalla sua parte sta Dio. Non è Egli forse il Dio della verità ed il Signore della vita?
Vi esorto, pertanto, a continuare nei vostri studi con rigore esemplare. Il Signore non mancherà di accompagnarvi con la sua grazia nel quotidiano lavoro, che voi ponete al servizio di un domani più bello e ricco di vita.
Con questo augurio, mentre invoco su di voi e sulle vostre attività la protezione della Vergine Maria, Sede della Sapienza e Madre del Verbo Incarnato, di cuore vi imparto la mia affettuosa Benedizione.
[OR 20-21.III.1998, 5]
[2]. [1995 03 25b/ 98]