[1878] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA FAMILIA, FUNDAMENTO DE LA VERDADERA CULTURA DE LA PAZ
Del Discurso Herzlich begrübe, a los miembros del “Schönstatt-Familienbund”, 17 abril 1998
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2. Hoy me encuentro entre numerosas familias. Me rodean diversas generaciones, padres e hijos, jóvenes y ancianos. Vuestra presencia es una prueba de la vitalidad de la familia. Vuestra comunidad viva demuestra, más que muchos discursos, que existen hoy numerosos matrimonios y familias cristianas bien consolidados. En consecuencia, crece la conciencia de la necesidad de entablar relaciones entre las familias, para una ayuda espiritual y material recíproca. Precisamente la Unión de familias de Schönstatt es un ejemplo elocuente del hecho de que cada vez más familias descubren su vocación eclesial y su responsabilidad para la edificación de una sociedad más justa.
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3. Dios tiene un plan para cada persona, y también para la familia. En este plan divino la familia no sólo encuentra su identidad, o sea, lo que “es”, sino también su misión, es decir, lo que puede y debe “hacer”. Según la voluntad de Dios, la familia se estructura como “íntima comunidad de vida y amor” (Gaudium et spes, 48)[1]. Ha sido enviada para convertirse cada vez más en lo que es: una comunidad de vida y amor. Por eso, la decisión de una persona de vivir en matrimonio y en familia es una respuesta a la llamada personal de Dios. Se trata de una auténtica llamada, que implica una misión.
[1]. [1965 12 07c/ 48]
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4. En una familia que corresponde al plan de Dios el hombre recibe como don la experiencia de una comunidad viva, en la que cada uno es responsable de los demás. En la familia vige la ley de la comunión y la reciprocidad: hombre y mujer, padres e hijos, hermanos y hermanas se consideran recíprocamente don de Dios y se transmiten la vida y el amor. En la familia conviven los sanos y los enfermos. Los jóvenes y los ancianos se ayudan. Se trata de colaborar en la solución de los problemas. Cada uno se percibe en su singularidad y, al mismo tiempo, se siente unido a los demás por la relación que tiene con ellos. Puesto que cada uno es y se reconoce unido en la comunidad de la familia, ésta se convierte en el terreno privilegiado en que se puede realizar la convivencia pacífica también en la diversidad de los intereses. En fin, la familia es también el lugar donde, en un clima de amor, cada uno debe vivir la entrega recíproca. La “cultura de la paz”, que el mundo anhela cada vez más, se funda en la familia, como ya dije hace cuatro años con ocasión de la Jornada mundial de la paz, expresando un concepto fundamental: de la familia nace la paz para la familia humana.
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5. Todo lo grande requiere paciencia. Ésta debe aumentar. También los matrimonios y las familias se desarrollan. En vuestros matrimonios y en vuestras familias, queridas hermanas y queridos hermanos, se realiza vuestra historia de salvación personal, en la que Dios os acompaña a lo largo de todos los caminos, sean secundarios, transversales o equivocados. En la familia empieza también la vida religiosa del niño. Sin muchas palabras, se transmiten experiencias fundamentales, como la alegría de vivir, la confianza, la gratitud y la solidaridad, sobre las cuales cada uno desarrollará las sucesivas enseñanzas en la fe. Esto se logra mejor cuando la vida de la familia constituye una Iglesia en pequeño. La iglesia doméstica necesita formas en las que pueda vivir: la oración común; una cultura del domingo, que sea algo más que un día libre; y el cultivo de las tradiciones religiosas, que encierran la sabiduría profunda y el amor auténtico al prójimo, sin el cual el testimonio cristiano carece de fuerza.
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6. Queridos miembros de la Unión de familias de Schönstatt, os expreso mi profundo agradecimiento porque os unís como grupo de familias y os sostenéis recíprocamente en la fe. Que la Madre de Dios, bajo cuya protección particular habéis puesto vuestra comunidad, interceda por vosotros para que cada vez más familias lleguen a ser comunidades de vida y amor. Para ello, os imparto de corazón mi bendición apostólica.
[OR (e.c.) 24.IV.1998, 8]
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2. Heute bin ich inmitten vieler Familien. Verschiedene Generationen, Eltern und Kinder, Jung und Alt umgeben mich. Eure Anwesenheit zeigt mir: Die Familie lebt! Mehr als viele Worte beweist Eure lebendige Gemeinschaft, daß es auch heute zahlreiche christliche Ehen und Familien gibt, die gelingen. Darüber hinaus wächst das Bewußtsein von der Notwendigkeit, Beziehungen zwischen den einzelnen Familien zu gegenseitiger spiritueller und materieller Hilfe zu knüpfen. Gerade der Schönstatt-Familienbund ist ein beredtes Beispiel dafür, daß immer mehr Familien ihre ekklesiale Sendung und ihre Verantwortung für den Aufbau einer gerechteren Gesellschaft entdecken.
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3. Wie Gott einen Plan mit jedem einzelnen hat, so hat er auch einen Plan mit der Familie. In diesem göttlichen Plan findet die Familie nicht nur ihre Identität –das, was sie “ist”–, sondern auch ihre Sendung, also das, was sie “tun” kann und soll. Gottes Willen entspricht es, daß die Familie als “innige Gemeinschaft des Lebens und der Liebe” gegründet ist (Il Vatikanisches Konzil, Gaudium et spes, 48)[1]. Sie ist dazu gesandt, immer mehr das zu werden, was sie ist, also Gemeinschaft des Lebens und der Liebe. So ist die Lebensentscheidung eines Menschen für Ehe und Familie eine Antwort auf einen persönlichen Anruf Gottes. Sie ist eine echte Berufung, der eine Sendung innewohnt.
[1]. [1965 12 07c/ 48]
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4. In einer Familie, die dem Plan Gottes entspricht, wird dem Menschen die Erfahrung einer lebendigen Gemeinschaft geschenkt, in der sich jeder für die anderen verantwortlich weiß. In der Familie gilt das Gesetz des Miteinander und Füreinander: Mann und Frau, Eltern und Kinder, Brüder und Schwestern nehmen einander als Geschenk Gottes an und geben einander das Leben und die Liebe Gottes weiter. In der Familie stehen Gesunde und Kranke einander bei. Junge und Alte treten füreinander ein. Probleme werden miteinander zu lösen versucht. Der einzelne erfährt sich in seiner Einmaligkeit und zugleich verflochten in seiner Beziehung zum anderen. Weil jeder anders ist und sich doch in die Gemeinschaft der Familie eingebunden weiß, wird die Familie zum bevorzugten Feld, wo man friedliches Zusammenleben auch bei unterschiedlichen Interessen einüben kann. Schließlich ist die Familie auch der Ort, wo in einem Klima der Liebe jeder die Erfahrung der gegenseitigen Vergebung machen darf. Eine “Kultur des Friedens”, nach der die Welt noch immer vergeblich Ausschau hält, wird in der Familie grundgelegt, wie ich es vor vier Jahren im Leitwort für den Welttag des Friedens formuliert habe: Aus der Familie erwächst der Friede für die Menschheitsfamilie.
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5. Alles Große braucht Geduld. Es muß wachsen. Auch Ehe und Familie entwickeln sich. In Euren Ehen und Familien, liebe Schwestern und Brüder, gestaltet sich Eure persönliche Heilsgeschichte, in der Gott Euch auf allen Wegen begleitet, selbst auf Abwegen, Umwegen und Holzwegen. In der Familie beginnt auch die religiöse Lebensgeschichte des Kindes. Ohne viele Worte werden hier Grunderfahrungen wie Lebensfreude, Vertrauen, Dankbarkeit und Solidarität vermittelt, auf denen jede spätere Unterweisung im Glauben aufbaut. Dies gelingt um so besser, je mehr das Leben der Familie einer Kirche im Kleinen entspricht. Die Hauskirche braucht Formen, in denen sie lebt: das gemeinsame Gebet; eine Kultur des Sonntags, der mehr sein muß als ein freier Tag; die Pflege des religiösen Brauchtums, in der sich tiefe Weisheit verbirgt; die gelebte Nächstenliebe, ohne die das christliche Zeugnis Kraftlos bliebe.
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6. Liebe Mitglieder des Schönstatt-Familienbundes! Ich spreche Euch meine tiefe Anerkennung dafür aus, daß Ihr Euch als Familiengruppen zusammenschließt und Euch gegenseitig im Glauben stützt. Die Mutter Gottes, unter deren besonderen Schutz Ihr Eure Gemeinschaft gestellt habt, trete durch ihre Fürsprache dafür ein, daß es immer mehr Familien gelinge, eine Gemeinschaft des Lebens und der liebe zu werden. Dazu erteile ich Euch von Herzen den Apostolischen Segen.
[OR 18.IV.1998, 4]