[1883] • JUAN PABLO II (1978-2005) • NINGUNA AUTORIDAD HUMANA PUEDE JUSTIFICAR MORALMENTE LA MUERTE DE UN INOCENTE
Del Discurso Benvenuti, carissimi, al Movimiento por la Vida, 22 mayo 1998
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1. [...] Como recordé en la encíclica Evangelium vitae: “La humanidad de hoy nos ofrece un espectáculo verdaderamente alarmante, si consideramos no sólo los diversos ámbitos en los que se producen los atentados contra la vida, sino también su singular proporción numérica, junto con el múltiple y poderoso apoyo que reciben de una vasta opinión pública, de un frecuente reconocimiento legal y de la implicación de una parte del personal sanitario” (n. 17)[1].
Con profundo dolor debemos constatar que estos graves fenómenos también se registran en Italia, donde en los últimos veinte años tres millones y medio de niños han sido asesinados con el apoyo de la ley, además de los que fueron eliminados clandestinamente. Sin embargo, ante estos datos preocupantes, vuestra presencia tan numerosa y convencida es un signo alentador que alimenta la esperanza de la victoria de la verdad sobre las falsas justificaciones del aborto. Y la verdad es que todo ser humano tiene derecho a la vida desde su concepción hasta su ocaso natural. Para los creyentes, la esperanza de que esta verdad se afirme encuentra su fundamento en Cristo, muerto y resucitado, que envía al mundo su Espíritu, para infundir valentía y suscitar defensores y testigos incansables de la verdad y de la vida.
[1]. [1995 03 25b/ 17]
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2. También hoy nos brindan motivos de consuelo las personas que constatan en el ámbito político el fracaso de las leyes abortistas, que no sólo no han vencido el aborto clandestino sino que, por el contrario, han contribuido a la disminución de la natalidad y, con frecuencia, a la degradación de la moralidad pública. Estos datos ponen de manifiesto la urgente necesidad de comprometerse en la promoción y la defensa de la institución familiar, primer recurso de la sociedad humana, sobre todo por lo que atañe al don de los hijos y a la afirmación de la dignidad de la mujer. En efecto, son muchos los que, considerando la dignidad de la mujer como persona, como esposa y como madre, ven en la legislación abortista un fracaso y una humillación para la mujer y para su dignidad.
Gran motivo de consuelo es también vuestra labor, queridos hermanos afiliados al Movimiento por la vida: gracias al compromiso capilar y eficaz de los Centros de ayuda que promovéis, ha sido posible salvar a más de cuarenta mil niños y niñas, y asistir a otras tantas mujeres. Este prometedor resultado demuestra que, cuando se le brinda un apoyo concreto, la mujer, a pesar de los problemas y condicionamientos a veces incluso dramáticos, es capaz de hacer que triunfe en su interior el sentido del amor, de la vida y de la maternidad.
Vuestro meritorio compromiso ha influido positivamente en las conciencias de las personas, en las que, a menudo, “se produce el eclipse del sentido de Dios y del hombre, con todas sus múltiples y funestas consecuencia para la vida” (Evangelium vitae, 24)[2], y en la “conciencia moral de la sociedad”, que es “responsable, no sólo porque tolera o favorece comportamientos contrarios a la vida, sino también porque alimenta la “cultura de la muerte”, llegando a crear y consolidar verdaderas y auténticas “estructuras de pecado” contra la vida” (ib.)[3].
La red de asistencia a la vida naciente, que vuestro Movimiento ha logrado construir, suscitando la atención de las instituciones políticas y de amplios sectores de la sociedad, permite pensar que, si se admitiera en los organismos sanitarios públicos la acción de tantos voluntarios, apoyada por una solidaridad más explícita, lograría resultados mayores aún en favor de tantas vidas inocentes.
Espero que las parroquias y las diócesis atesoren vuestra experiencia para crear estructuras orgánicas de ayuda a la vida, no sólo del niño por nacer, sino también de los adolescentes, los ancianos y las personas solas o abandonadas.
[2]. [1995 03 25b/ 24]
[3]. [1995 03 25b/ 24]
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3. A la ayuda concreta y a una amplia acción educativa, que implique a toda la comunidad eclesial, debe corresponder el compromiso político para el reconocimiento pleno de la dignidad y los derechos del niño por nacer y para la revisión de las leyes que legitiman su eliminación. Ninguna autoridad humana, ni siquiera el Estado, puede justificar moralmente el asesinato del inocente. Esta trágica transformación de un delito en derecho (cf. ib., 11)[4], es señal de preocupante decadencia de una civilización.
En efecto, las leyes abortistas, además de herir la ley que el Creador ha impreso en el corazón de todo hombre, manifiestan una forma incorrecta de democracia, proponen un concepto reductivo de sociabilidad, y descubren una carencia de compromiso por parte del Estado en relación con la promoción de los valores.
Por tanto, una acción eficaz en este campo debe tender a reconstruir un horizonte de valores, que se traduzca en una clara afirmación del “derecho a la vida” en los documentos internacionales y en las leyes nacionales.
[4]. [1995 03 25b/ 11]
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4. Por otra parte, el progreso económico y social no puede tener un fundamento seguro y esperanzas concretas, si en su base no se tiene en cuenta el derecho a la vida. No tiene futuro una sociedad incapaz de valorar debidamente la riqueza que representa un hijo que nace, y de apreciar la vocación de la mujer a la maternidad.
Como recordé en la encíclica Evangelium vitae, el mundo contemporáneo incurre hoy “en una sorprendente contradicción: justo en una época en la que se proclaman solemnemente los derecho inviolables de la persona y se afirma públicamente el valor de la vida, el derecho mismo a la vida queda prácticamente negado y conculcado, en particular en los momentos más emblemáticos de la existencia, como son el nacimiento y la muerte” (n. 18)[5].
Frente a esas posiciones ambiguas, deseo reafirmar que el respeto a la vida desde su concepción hasta su muerte natural constituye el momento esencial de la cuestión social moderna. La falta de dicho respeto en las sociedades desarrolladas tiene graves consecuencias en los países en vías de desarrollo, donde aún se insiste en las perniciosas campañas antinatalistas, y se nota sobre todo en el ámbito de la procreación humana artificial y en el del debate relativo a la eutanasia.
[5]. [1995 03 25b/ 18]
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5. Queridos hermanos y hermanas del Movimiento por la vida, perseverad en vuestro valiente compromiso. Todos vuestros sacrificios y sufrimientos se verán recompensados con la sonrisa de tantos niños que, gracias a vosotros, podrán gozar del don inestimable de la vida. Os animo cordialmente a hacer todo lo posible para que se reconozca efectivamente a todos el derecho a la vida y se construya una auténtica democracia, inspirada en los valores de la civilización del amor.
Os encomiendo a cada uno de vosotros y todos vuestros proyectos de bien a María, “Madre de todos los vivientes”, y, a la vez que os aseguro mi oración diaria, con mucho gusto os imparto a vosotros y a vuestras iniciativas la bendición apostólica.
[OR (e.c.) 29.V.1998, 8]
1998 05 22 0001
1. [...] Come ricordavo nell’Enciclica Evangelium vitae: “L’umanità di oggi ci offre uno spettacolo davvero allarmante, se pensiamo non solo ai diversi ambiti nei quali si sviluppano gli attentati alla vita, ma anche alla loro singolare proporzione numerica, nonchè al molteplice e potente sostegno che viene dato loro dall’ampio consenso sociale, dal frequente riconoscimento legale, dal coinvolgimento del personale sanitario” (n. 17)[1].
Con profondo dolore dobbiamo constatare che tali gravi fenomeni si registrano anche in Italia, dove negli ultimi venti anni ben tre milioni e mezzo di bambini sono stati soppressi con il favore della legge, oltre a quelli eliminati in modo clandestino. Tuttavia, di fronte a tali dati preoccupanti, la vostra presenza così numerosa e convinta è un segno incoraggiante che alimenta la speranza della vittoria della verità sulle false giustificazioni dell’aborto. E la verità è che ogni essere umano ha il diritto alla vita dal suo concepimento fino al suo naturale tramonto. Per i credenti la speranza che questa verità s’affermi trova il suo fondamento nel Cristo morto e risorto, che invia nel mondo il suo Spirito, per infondere coraggio e suscitare infaticabili difensori e testimoni della verità e della vita.
[1]. [1995 03 25b/ 17]
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2. Motivi di conforto vengono oggi anche da parte di quanti constatano sul piano politico il fallimento delle leggi abortiste, le quali non solo non hanno sconfitto l’aborto clandestino, ma, al contrario, hanno contribuito al crescere della denatalità e non di rado al degrado della moralità pubblica.
Questi dati evidenziano l’urgente necessità di impegnarsi nella promozione e nella difesa dell’istituzione familiare, prima risorsa dell’umana società, soprattutto in riferimento al dono dei figli ed all’affermazione della dignità della donna. In effetti, non sono pochi coloro che, considerando la dignità della donna come persona, come sposa, come madre, vedono nella legislazione abortista una sconfitta ed un’umiliazione per la donna e la sua stessa dignità.
Grande motivo di conforto è poi la vostra opera, cari aderenti al Movimento per la Vita: grazie all’impegno capillare e puntuale dei Centri di Aiuto da voi promossi, è stato possibile salvare oltre quarantamila bambini e bambine, ed assistere altrettante donne. Tale promettente risultato dimostra che, laddove viene offerto un sostegno concreto, la donna, nonostante problemi e condizionamenti a volte anche drammatici, è in grado di far trionfare dentro di sè il senso dell’amore, della vita e della maternità.
Il vostro benemerito impegno ha inciso positivamente sulle coscienze dei singoli, dove spesso “si consuma oggi l’eclissi del senso di Dio e dell’uomo con tutte le sue molteplici e funeste conseguenze sulla vita” (Evangelium vitae, 24)[2] e nella “coscienza morale della società”, che “è responsabile non solo perchè tollera o favorisce comportamenti contrari alla vita, ma anche perchè alimenta la cultura della morte, giungendo a creare e consolidare vere e proprie strutture di peccato contro la vita” (ibíd.)[3].
La rete d’attenzione alla vita nascente, che il vostro Movimento è riuscito a costruire, suscitando l’attenzione delle Istituzioni politiche e di larghi strati della società, fa pensare che se l’azione di tanti volontari, sostenuta da una solidarietà più esplicita, fosse ammessa all’interno delle strutture sanitarie pubbliche, raggiungerebbe risultati ancora maggiori a favore di tante vite innocenti.
Formulo l’auspicio che le parrocchie e le diocesi facciano tesoro della vostra esperienza per attivare strutture organiche di aiuto alla vita non solo del nascituro, ma anche degli adolescenti, degli anziani e delle persone sole e abbandonate.
[2]. [1995 03 25b/ 24]
[3]. [1995 03 25b/ 24]
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3. All’aiuto concreto e ad una capillare azione educativa, che coinvolga l’intera Comunità ecclesiale, deve corrispondere l’impegono politico per il riconoscimento pieno della dignità e dei diritti del nascituro e per la revisione di leggi che ne rendono legittima la soppressione. Nessuna autorità umana, neppure lo Stato, può giustificare moralmente l’uccisione dell’innocente. Tale tragica trasformazione di un delitto in diritto (cfr Evangelium vitae, 11)[4] è indice di preoccupante decadenza di una civiltà.
Le leggi abortiste, infatti, oltre a ferire la legge impressa dal Creatore nel cuore di ogni uomo, manifestano una forma non corretta di democrazia, propongono un concetto riduttivo di socialità, rivelano una carenza d’impegno da parte dello Stato nei confronti della promozione dei valori.
Un’azione efficace in questo campo deve, pertanto, mirare a ricostruire un orizzonte di valori, che si traduca in una chiara affermazione del “diritto alla vita” nelle carte internazionali e nelle leggi nazionali.
[4]. [1995 03 25b/ 11]
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4. D’altro canto, il progresso economico e sociale non può avere fondamento sicuro e concrete speranze se alla sua base vi è il disconoscimento del diritto alla vita. Non ha futuro una società incapace di valutare debitamente la ricchezza rappresentata da un figlio che nasce e di apprezzare la vocazione della donna alla maternità.
Come ebbi a ricordare nell’Enciclica Evangelium vitae, nel mondo contemporaneo è presente “una sorprendente contraddizione: proprio in un’epoca in cui si proclamano solennemente i diritti inviolabili della persona e si afferma pubblicamente il valore della vita, lo stesso diritto alla vita viene praticamente negato e conculcato, in particolare nei momenti più emblematici dell’esistenza, quali sono il nascere e il morire” (n. 18)[5].
Di fronte a tali posizioni ambigue, desidero ribadire che il rispetto della vita dal suo concepimento fino alla morte naturale costituisce il momento essenziale della moderna questione sociale. Il venir meno di tale rispetto nelle società sviluppate ha gravi contraccolpi nei Paesi in via di sviluppo, dove ancora si insiste nelle perniciose campagne antinataliste, e si manifesta soprattutto sul terreno della procreazione umana artificiale e su quello del dibattito relativo all’eutanasia.
[5]. [1995 03 25b/ 18]
1998 05 22 0005
5. Carissimi Fratelli e Sorelle del Movimento per la Vita, perseverate nel vostro impegno coraggioso! Ogni vostro sacrificio ed ogni vostra sofferenza saranno compensati dal sorriso di tanti bambini che, grazie a voi, potranno gioire del dono inestimabile della vita. Vi incoraggio cordialmente a compiere ogni sforzo perchè sia effettivamente riconosciuto a tutti il diritto alla vita e perchè si costruisca un’autentica democrazia, ispirata ai valori della civiltà del’amore.
Affido ciascuno di voi ed ogni vostro progetto di bene a Maria, “Madre dei viventi”, e, mentre vi assicuro la mia quotidiana preghiera, imparto volentieri a voi ed alle vostre iniziative la Benedizione Apostolica.
[OR 22-23.V.1998, 5]