[1889] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LOS DERECHOS DE LA FAMILIA COMO SOCIEDAD NATURAL FUNDADA EN EL MATRIMONIO
Discurso Sono molto lieto, al Foro de las Asociaciones Familiares Católicas de Italia, 27 junio 1998
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1. Me alegra mucho saludaros con las palabras de la Familiaris consortio: “Familia, ¡”sé” lo que “eres”!” (n. 17)[1]. Indican claramente el objetivo al que dedicáis con generosidad vuestra inteligencia y energías.
Saludo a monseñor Giuseppe Anfossi y doy las gracias a la señora que se ha hecho intérprete de vuestros sentimientos, ilustrando las finalidades del Foro de las Asociaciones familiares católicas de Italia, de las cuales constituís una importante representación. Os agradezco de corazón a todos esta visita, con la que queréis renovar vuestra adhesión al Sucesor de Pedro.
Sé que trabajáis incansablemente, con las treinta y ocho asociaciones y los comités regionales que se adhieren al Foro, para que las familias italianas expresen y desarrollen en plenitud su identidad y su misión, también en el plano cultural, social y político. Con esta finalidad, muy oportunamente habéis inspirado vuestro Estatuto en la Carta de los derechos de la familia y, en pocos años, vuestra organización ha sabido granjearse amplia estima y consideración, convirtiéndose en portavoz puntual y valiente de las necesidades y de las legítimas exigencias de millones de familias italianas, y en interlocutor serio y creíble de las diversas fuerzas sociales y políticas. La Iglesia ve en vosotros una gran esperanza para el presente y el futuro de las familias en Italia.
[1]. [1981 11 22/ 17]
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2. La situación de Italia y de otras muchas partes del mundo se caracteriza por desafíos radicales, que es preciso afrontar con valentía y unidad de propósitos. La familia constituye, también hoy, el recurso más valioso e importante de que dispone la nación italiana, a la que tanto amo. La mayor parte de los italianos cree profundamente en la familia y en sus valores, y esta confianza es compartida por las generaciones jóvenes. Es incalculable la contribución que las familias dan a la vida social, afrontando graves dificultades, como el difundido desempleo juvenil y las carencias del sistema asistencial y sanitario.
Y, sin embargo, la familia recibe poca ayuda a causa de la debilidad e improvisación de las políticas familiares, que con demasiada frecuencia no la sostienen de modo adecuado, ni económica ni socialmente. Hay que recordar aquí el principio claro de la Constitución italiana, que afirma: “La República favorece con medidas económicas y otras disposiciones la formación de la familia y el cumplimiento de sus relativas obligaciones”. La seria disminución de la natalidad que afecta desde hace muchos años al pueblo italiano, y que está comenzando a tener consecuencias negativas en la vida social, debería hacer reflexionar sobre cuánto perjudica a los verdaderos intereses de la nación la ausencia de una política familiar efectiva.
Pero más preocupante aún es el ataque directo a la institución familiar que se está llevando a cabo tanto a nivel cultural como en el ámbito político, legislativo y administrativo. Ignora o tergiversa el significado de la norma constitucional con que la República italiana “reconoce los derechos de la familia como sociedad natural fundada en el matrimonio” (art. 29). En efecto, es clara la tendencia a equiparar la familia con otras formas muy diferentes de convivencia, prescindiendo de fundamentales consideraciones de orden ético y antropológico. Y son igualmente explícitas y actuales las tentativas de atribuir categoría de ley a formas de procreación que prescinden del vínculo conyugal y no tutelan suficientemente los embriones. Además, sigue abierta en toda su trágica gravedad la herida en la conciencia moral y jurídica causada por la ley sobre el aborto voluntario.
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3. Precisamente el carácter radical de los desafíos actuales exalta la importancia y la función del Foro de las Asociaciones familiares. Gracias a él, múltiples realidades asociativas, cada una con su vocación y tradición específicas, pueden colaborar de modo eficaz en la defensa y promoción de la familia.
Al recurrir a la linfa vital de la espiritualidad familiar y al aplicar a las situaciones concretas las orientaciones que provienen de la doctrina social cristiana, estáis llamados a un compromiso que es, ante todo, de orden moral y cultural, para ayudar a los hombres y mujeres de nuestro tiempo a comprender más profundamente, y a vivir con impulso y estilo renovados, la gran tradición cristiana y civil de Italia, centrada en el significado y el valor de la familia. Sería un error considerar la progresiva disolución de la familia como un fenómeno inevitable, que acompaña casi auto máticamente el desarrollo económico y tecnológico. Al contrario, el destino de la familia está confiado, ante todo, a la conciencia y al compromiso responsable de cada uno, a las convicciones y a los valores que viven dentro de nosotros. Por tanto, es preciso dirigirse siempre, con confianza suplicante, a Aquel que puede cambiar el corazón y la mente de los hombres.
Acertadamente dedicáis atención no menor a las leyes y a las instituciones, que expresan y sostienen la cultura y las convicciones morales de un pueblo, o, por el contrario, las perjudican. Amadísimos hermanos y hermanas, seguid intensificando vuestra acción, en todos los organismos y en todos los niveles, para que se reconozcan concretamente los derechos que pertenecen a la familia por naturaleza. Al hacerlo, ponéis en práctica el principio según el cual las familias “deben ser las primeras en procurar que las leyes y las instituciones del Estado no sólo no ofendan, sino que sostengan y defiendan positivamente los derechos y los deberes de la familia”, creciendo así en la conciencia de ser protagonistas de la “política familiar” (Familiaris consortio, 44)[2].
[2]. [1981 11 22/ 44]
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4. En vuestra obra en favor de la familia, queridos representantes del Foro, tenéis el apoyo total de la comunidad eclesial y de sus pastores, que son conscientes de que la familia es “la célula primera y vital de la sociedad”, y “un santuario doméstico de la Iglesia” (Apostolicam actuositatem, 11)[3] y, en particular, de que “en torno a la familia y a la vida se libra hoy la batalla fundamental de la dignidad del hombre” (Discurso a los obispos del Celam y al Congreso teológico-pastoral de Río de Janeiro, n. 3, 3 de octubre de 1997: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 10 de octubre de 1997, p. 4)[4].
La Iglesia no puede sustraerse a este desafío, puesto que el hombre, en la plena verdad de su existencia, “es el primer camino que la Iglesia debe recorrer en el cumplimiento de su misión” (Redemptor hominis, 14)[5]. Por tanto, como escribió mi predecesor, de venerada memoria, Juan XXIII, le compete “el derecho y deber no sólo de tutelar la integridad de los principios de orden ético y religioso, sino también de intervenir con su autoridad en la esfera del orden temporal, cuando se trata de juzgar sobre la aplicación de aquellos principios a casos concretos” (Mater et Magistra, 239).
Además, el testimonio de la comunidad cristiana en favor de la familia se expresa, de manera significativa, a través de aquellos medios de comunicación social que saben intervenir con claridad en el debate cultural y político, proponiendo y motivando ideas y posiciones genuinamente conformes con la naturaleza y las obligaciones de la institución familiar.
[3]. [1965 11 18/ 11]
[4]. [1997 10 03/ 3]
[5]. [1979 03 04/ 14]
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5. También son evidentes, en este campo, las responsabilidades de los políticos. Les corresponde a ellos promover una legislación y sostener una acción de gobierno que respeten los criterios éticos fundamentales (cf. Evangelium vitae, 71-73)[6], sin ceder ante el relativismo que, con el pretexto de defender la libertad y la democracia, termina en realidad por privarlas de su sólida base (cf. Centesimus annus, 46; Veritatis splendor, 99; Evangelium vitae, 70[7]).
Por consiguiente, en ningún caso el legislador que quiera trabajar en sintonía con la recta conciencia moral puede contribuir a la elaboración de leyes que contrasten con los derechos esenciales de la familia fundada en el matrimonio.
Resulta indispensable, en este campo, un amplio y tenaz compromiso de sensibilización y clarificación. Por tanto, os dedicáis oportunamente a esta tarea, difícil pero profética, para que los hombres y las fuerzas políticas sepan converger en lo que está en conformidad con la dignidad de las personas y con el bien común de la sociedad humana, superando posiciones partidistas o vínculos de otra naturaleza.
Queridos representantes del Foro de las Asociaciones familiares, al mismo tiempo que os agradezco una vez más el trabajo que realizáis con tanta pasión y valentía, imploro para vosotros y para todos vuestros asociados los dones del consejo y de la fortaleza, para proseguir y desarrollar la obra tan bien empezada.
Que la Virgen santísima, Madre de la esperanza, os sostenga y ayude. Por mi parte, os acompaño con mi oración y, como prenda de mi afecto, os imparto de corazón una especial bendición apostólica, propiciadora de la protección y del consuelo del Señor.
[OR (e.c.) 17.VII.1998, 3]
[6]. [1995 03 25b/ 71-73]
[7]. [1995 03 25b/ 70]
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1. Sono molto lieto di salutarvi con le parole della Familiaris consortio: “Famiglia, diventa ciò che sei!” (n. 17)[1]. Esse indicano efficacemente l’obiettivo per il quale spendete con generosità le vostre intelligenze e le vostre energie.
Saluto Mons. Giuseppe Anfossi e ringrazio la Signora Luisa Santolini che s’è fatta interprete dei vostri sentimenti, illustrando le finalità del Forum delle Associazioni familiari cattoliche d’Italia, di cui costituite un’importante rappresentanza. Un grazie sentito a tutti voi per questa visita, con la quale intendete rinnovare la vostra adesione al Successore di Pietro.
So che operate senza stancarvi, con le 38 Associazioni e i Comitati regionali aderenti al Forum, perchè le famiglie italiane esprimano e sviluppino pienamente, anche sul piano culturale, sociale e politico, la loro identità e la loro missione. A questo scopo avete posto assai opportunamente alla base del vostro Statuto la Carta dei diritti della famiglia en el volgere di pochi anni il vostro sodalizio ha saputo conquistarsi ampia stima e considerazione, diventando portavoce puntuale e coraggioso delle necessità e delle legittime istanze di milioni di famiglie italiane ed interlocutore serio e credibile delle varie forze sociali e politiche. La Chiesa vede in voi una grande speranza per il presente e per il futuro delle famiglie in Italia.
[1]. [1981 11 22/ 17]
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2. La situazione dell’Italia e di tante altre parti del mondo è contrassegnata da sfide radicali, che occorre affrontare con coraggio e con unità di intenti. La famiglia costituisce anche oggi la risorsa più preziosa e più importante di cui la Nazione italiana, a me tanto cara, dispone. Nella famiglia e nei suoi valori la grandissima maggioranza degli italiani crede profondamente e questa fiducia è condivisa dalle giovani generazioni. È incalcolabile il contributo che le famiglie danno alla vita sociale, facendosi carico di gravi difficoltà quali la diffusa disoccupazione giovanile e le carenze del sistema previdenziale e sanitario.
E tuttavia la famiglia è ben poco aiutata per la debolezza e l’aleatorietà delle politiche familiari, che troppo spesso non la sostengono in modo adeguato né economicamente né socialmente. Occorre ricordare qui il chiaro dettato della Costituzione italiana, che afferma: “La Repubblica agevola con misure economiche e altre provvidenze la formazione della famiglia e l’adempimento dei compiti relativi”. La pesante denatalità che affligge da molti anni il popolo italiano, e sta cominciando ad avere effetti deleteri sulla vita sociale, dovrebbe far riflettere su quanto l’assenza di una effettiva politica per la famiglia sia contraria ai veri interessi della Nazione.
Ma ancora più preoccupante è l’attacco diretto all’istituto familiare che si sta sviluppando sia a livello culturale che nell’ambito politico, legislativo e amministrativo. Esso ignora o distorce il significato della norma costituzionale con la quale la Repubblica italiana “riconosce i diritti della famiglia come società naturale fondata sul matrimonio” (art. 29). È chiara infatti la tendenza ad equiparare alla famiglia altre e ben diverse forme di convivenza, prescindendo da fondamentali considerazioni di ordine etico e antropologico. E sono ugualmente espliciti ed attuali i tentativi di dare dignità di legge a forme di procreazione che prescindono dal vincolo coniugale e che non tutelano sufficientemente gli embrioni. Permane, inoltre in tutta la sua tragica gravità la ferita alla coscienza morale e giuridica costituita dalla legge sull’aborto volontario.
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3. Proprio la radicalità delle sfide in atto esalta l’importanza e la funzione del Forum delle Associazioni Familiari. Grazie ad esso molteplici realtà associative, ciascuna con la sua specifica vocazione e tradizione, possono collaborare efficacemente alla difesa e alla promozione della famiglia.
Attingendo alla linfa vitale della spiritualità familiare e inserendo nel concreto delle situazioni gli orientamenti che provengono dalla dottrina sociale cristiana, voi siete chiamati ad un impegno che è anzitutto di ordine morale e culturale, per aiutare gli uomini e le donne del nostro tempo a comprendere più profondamente e a vivere con slancio e stile rinnovati la grande tradizione cristiana e civile dell’Italia, incentrata sul significato e sul valore della famiglia. Sarebbe errato considerare la progressiva dissoluzione della famiglia come un fenomeno inevitabile, che quasi automaticamente accompagna lo sviluppo economico e tecnologico. Al contrario, il destino della famiglia è affidato anzitutto alla coscienza e all’impegno responsabile di ciascuno, alle convinzioni e ai valori che vivono dentro di noi. Occorre dunque sempre rivolgersi, con supplice fiducia, a Colui che può cambiare i cuori e le menti degli uomini.
Ma giustamente voi dedicate un’attenzione non minore alle leggi e alle istituzioni, nelle quali si esprimono e dalle quali vengono sostenute, o invece danneggiate, la cultura e le convinzioni morali di un popolo. Carissimi Fratelli e Sorelle, continuate e intensificate la vostra azione, in tutte le sedi e a tutti i livelli, perchè siano riconosciuti in concreto quei diritti che alla famiglia appartengono nativamente. Così facendo, voi mettete in pratica il principio secondo il quale le famiglie “devono per prime adoperarsi affinchè le leggi e le istituzioni non solo non offendano, ma sostengano e difendano positivamente i diritti e i doveri della famiglia”, crescendo così nella coscienza di essere protagoniste della “politica familiare” (cfr Familiaris consortio, 44)[2].
[2]. [1981 11 22/ 44]
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4. Nella vostra opera a favore della familiga, cari rappresentanti del Forum, voi avete il pieno sostegno della comunità ecclesiale e dei suoi Pastori, ben consapevoli che la famiglia è “la prima e vitale cellula della società” e “il santuario domestico della Chiesa” (Apostolicam actuositatem, 11)[3] e, in particolare, che “oggi attorno alla famiglia e alla vita si svolge la lotta fondamentale della dignità dell’uomo” (Discorso del 3 ottobre 1997 al Congresso Teologico Pastorale di Rio de Janeiro, n. 3)[4].
La Chiesa non può sottrarsi a questa sfida, poichè l’uomo, nella piena verità della sua esistenza, “è la prima strada che la Chiesa deve percorrere nel compimento della sua missione” (Redemptor hominis, 14)[5]. Le compete pertanto, come ha scritto il mio Predecessore di venerata memoria Giovanni XXIII, “il diritto e il dovere non solo di tutelare i principi dell’ordine etico e religioso, ma anche di intervenire autoritativamente nella sfera dell’ordine temporale, quando si tratta di giudicare dell’applicazione di quei principi ai casi concreti” (Mater et Magistra, 239).
La testimonianza della comunità cristiana a favore della famiglia si esprime inoltre in maniera significativa attraverso quei mezzi di comunicazione sociale che sanno intervenire con chiarezza nel dibattito culturale e politico, proponendo e motivando idee e posizioni genuinamente conformi alla natura e ai compiti dell’istituto familiare.
[3]. [1965 11 18/ 11]
[4]. [1997 10 03/ 3]
[5]. [1979 03 04/ 14]
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5. Sono poi evidenti, in questo campo, le responsabilità degli uomini politici. Spetta a loro di promuovere una legislazione e sostenere un’azione di governo che rispettino fondamentali criteri etici (cfr Evangelium vitae, 71-73)[6], senza cedere a quel relativismo che, sotto il pretesto di difendere la libertà e la democrazia, finisce in realtà per privarle della loro solida base (cfr Centesimus annus, 46; Veritatis Splendor, 99; Evangelium vitae, 70[7]).
In nessun caso, dunque, il legislatore che voglia operare in sintonia con la retta coscienza morale potrà contribuire alla creazione di leggi che contrastino con i diritti essenziali della famiglia fondata sul matrimonio.
Appare indispensabile, in questo campo, un ampio e tenace impegno di sensibilizzazione e chiarificazione. Opportunamente, pertanto, voi vi dedicate a questo non facile ma profetico compito, affinchè gli uomini e le forze politiche sappiano convergere su ciò che è conforme alla dignità delle persone e al bene comune della società umana, superando posizioni di parte o vincoli di altra natura.
Cari rappresentanti del Forum delle Associazioni Familiari, mentre ancora una volta vi ringrazio per il lavoro che svolgete con tanta passione e coraggio, imploro per voi e per tutti i vostri associati i doni del consiglio e della fortezza, per proseguire e sviluppare l’opera che avete così bene intrapresa.
La Vergine Santissima, Madre della Speranza, vi sostenga e vi aiuti. Da parte mia, vi seguo con la mia preghiera e, in pegno del mio affetto, vi imparto di cuore una speciale Benedizione Apostolica, propiziatrice della protezione e del conforto del Signore.
[OR 28.VI.1998, 4]
[6]. [1995 03 25b/ 71-73]
[7]. [1995 03 25b/ 70]