[1919] • JUAN PABLO II (1978-2005) • PROFUNDIZAR EN EL DESIGNIO DE DIOS SOBRE EL MATRIMONIO Y LA FAMILIA
Discurso Con grande gioia, a los participantes en la Semana de Estudios sobre el Matrimonio y la Familia, 27 agosto 1999
1999 08 27 0002
La experiencia pastoral con los jóvenes de Cracovia
2. Desde que nació, hace dieciocho años, el Instituto para estudios sobre el matrimonio y la familia ha promovido la profundización del designio de Dios sobre la persona, el matrimonio y la familia, conjugando la reflexión teológica, filosófica y científica, con una atención constante a la cura animarum.
Esta relación entre pensamiento y vida, entre teología y pastoral, es realmente decisiva. A la luz de mi propia experiencia, no me resulta difícil reconocer lo mucho que el trabajo realizado con los jóvenes en la pastoral universitaria de Cracovia me ha ayudado en la meditación sobre aspectos fundamentales de la vida cristiana. La convivencia diaria con los jóvenes, la posibilidad de acompañarlos en sus alegrías y en sus esfuerzos, y su deseo de vivir plenamente la vocación a la que el Señor los llamaba, me ayudaron a comprender cada vez más profundamente la verdad según la cual el hombre crece y madura en el amor, es decir, en la propia entrega, y que precisamente en esa entrega recibe a cambio la posibilidad de su propia realización. Este principio tiene una de sus expresiones más elevadas en el matrimonio, que “es una sabia institución del Creador para realizar en la humanidad su designio de amor. Los esposos, mediante su recíproca donación personal, propia y exclusiva de ellos, tienden a la comunión de sus seres en orden a un mutuo perfeccionamiento personal para colaborar con Dios en la generación y en la educación de nuevas vidas” (Humanae vitae, 8)[1].
[1]. [1968 07 25/ 8]
1999 08 27 0003
Un valioso servicio
3. Vuestro instituto, guiado por esta inspiración de una profunda unidad entre la verdad anunciada por la Iglesia y las opciones y experiencias concretas de vida, ha prestado durante estos años un laudable servicio. Con las secciones presentes en Roma, dentro de la Pontificia Universidad Lateranense, en Washington, en la ciudad de México y en Valencia (España), con los centros académicos de Cotonú (Benin), Salvador de Bahía (Brasil) y Changanacherry (India), cuyo itinerario de incorporación al Instituto ya ha comenzado, y con la próxima apertura del centro de Melbourne (Australia), el Instituto podrá contar con sedes propias en los cinco continentes. Es un desarrollo del que queremos dar gracias al Señor, a la vez que expresamos nuestra debida gratitud a todos los que han dado y siguen dando su contribución a la realización de esta obra.
[2]. [1987 02 22/ 18]
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Los desafíos actuales
4. Quisiera ahora, junto con vosotros, proyectar la mirada hacia el futuro, partiendo de una atenta consideración de las urgencias que, en este campo, se presentan hoy a la misión de la Iglesia y, por consiguiente, también a vuestro Instituto.
Con respecto a hace dieciocho años, cuando comenzó vuestro camino académico, el desafío planteado por la mentalidad secularista a la verdad sobre la persona, el matrimonio y la familia se ha vuelto, en cierto sentido, aún más radical. Ya no se trata solamente de una puesta en tela de juicio de algunas normas morales de ética sexual y familiar. A la imagen de hombre y mujer, propia de la razón natural, y particularmente del cristianismo, se opone una antropología alternativa que rechaza el dato, inscrito en la corporeidad, según el cual la diferencia sexual posee un carácter identificante para la persona. Como resultado de ello, entra en crisis el concepto de familia fundada en el matrimonio indisoluble entre un hombre y una mujer, como célula natural y fundamental de la sociedad. La paternidad y la maternidad son concebidas sólo como un proyecto privado, realizable incluso mediante la aplicación de técnicas biomédicas, que pueden prescindir del ejercicio de la sexualidad conyugal. De ese modo, se postula una inaceptable “división entre libertad y naturaleza”, que, por el contrario, “están armónicamente relacionadas entre sí e íntima y mutuamente aliadas” (Veritatis splendor, 50).
En realidad, la connotación sexual de la corporeidad forma parte integrante del plan divino originario, en el que el hombre y la mujer han sido creados a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1, 27) y están llamados a realizar una comunión de personas, fiel y libre, indisoluble y fecunda, como reflejo de la riqueza del amor trinitario (cf. Col 1, 15-16).
Además, la paternidad y la maternidad, antes que ser un proyecto de la libertad humana, constituyen una dimensión vocacional inscrita en el amor conyugal, y se han de vivir como responsabilidad singular frente a Dios, acogiendo los hijos como un don suyo (cf. Gn 4, 1), en la adoración de la paternidad divina, “de la que toma nombre toda paternidad en el cielo y en la tierra” (Ef 3, 15).
Eliminar la mediación corporal del acto conyugal, como lugar donde puede originarse una nueva vida humana, significa al mismo tiempo degradar la procreación de colaboración con Dios creador a una “reproducción” técnicamente controlada de un ejemplar de una especie y perder, por tanto, la dignidad personal única del hijo (cf. Donum vitae, II, B, 5)[2]. En efecto, sólo cuando se respetan íntegramente las características esenciales del acto conyugal, en cuanto don personal de los cónyuges, a la vez corporal y espiritual, se respeta también, al mismo tiempo, la persona del hijo y se manifiesta que tiene su origen en Dios, fuente de todo don.
En cambio, cuando se trata el propio cuerpo, la diferencia sexual inscrita en él e incluso sus facultades procreadoras como puros datos biológicos inferiores, susceptibles de manipulación, se termina por negar el límite y la vocación presentes en la corporeidad y se manifiesta así una presunción que, más allá de las intenciones subjetivas, expresa el desconocimiento del propio ser como don procedente de Dios. A la luz de estas problemáticas de tanta actualidad, aún con más convicción reafirmo lo que enseñé en la exhortación apostólica Familiaris consortio: “El futuro de la humanidad se fragua en la familia” (n. 86)[3].
[3]. [1981 11 22/ 86]
1999 08 27 0005
Profundización del designio de Dios
5. Frente a estos desafíos, la Iglesia tiene como único camino dirigir la mirada a Cristo, Redentor del hombre, plenitud de la revelación. Como afirmé en la encíclica Fides et ratio, “la Revelación cristiana es la verdadera estrella que orienta al hombre que avanza entre los condicionamientos de la mentalidad inmanentista y las estrecheces de una lógica tecnocrática” (n. 15). Esta orientación se nos ofrece precisamente a través de la revelación del fundamento de la realidad, es decir, del Padre que la creó y la mantiene, en todo instante, en el ser.
Profundizar ulteriormente el designio de Dios sobre la persona, el matrimonio y la familia, es la tarea que debéis realizar, con renovado empeño, al inicio del tercer milenio.
Quisiera sugerir aquí algunas perspectivas para esta profundización. La primera atañe al fundamento en sentido estricto, es decir, al misterio de la santísima Trinidad, manantial mismo del ser y, por tanto, eje último de la antropología. A la luz del misterio de la Trinidad, la diferencia sexual revela su naturaleza plena de signo expresivo de toda la persona.
La segunda perspectiva que quiero someter a vuestro estudio concierne a la vocación del hombre y la mujer a la comunión. También esa vocación hunde sus raíces en el misterio trinitario, se nos revela plenamente en la encarnación del Hijo de Dios –en la que las naturalezas humana y divina se unen en la persona del Verbo–, y se inserta históricamente en el dinamismo sacramental de la economía cristiana. En efecto, el misterio nupcial de Cristo, esposo de la Iglesia, se expresa de modo singular a través del matrimonio sacramental, comunidad fecunda de vida y amor.
Así, la teología del matrimonio y de la familia –éste es el tercer aspecto que deseo proponeros– se inserta en la contemplación del misterio de Dios uno y trino, que invita a todos los hombres a las bodas del Cordero realizadas en la Pascua y perennemente ofrecidas a la libertad humana en la realidad sacramental de la Iglesia.
Además, la reflexión sobre la persona, el matrimonio y la familia se profundiza dedicando una atención especial a la relación entre la persona y la sociedad. La respuesta cristiana al fracaso de la antropología individualista y colectivista exige un personalismo ontológico arraigado en el análisis de las relaciones familiares primarias. Racionalidad y relacionalidad de la persona humana, unidad y diferencia en la comunión y las polaridades constitutivas de hombre-mujer, espíritu-cuerpo e individuo-comunidad, son dimensiones co-esenciales e inseparables. Así, la reflexión sobre la persona, el matrimonio y la familia puede integrarse, en último término, en la doctrina social de la Iglesia, y acaba por convertirse en una de sus raíces más sólidas.
1999 08 27 0006
Diálogo con la razón y las ciencias humanas
6. Éstas y otras perspectivas para el trabajo futuro del Instituto deberán ser desarrolladas según la doble dimensión de método que se desprende también de este encuentro.
Por una parte, es imprescindible partir de la unidad del designio de Dios sobre la persona, el matrimonio y la familia. Sólo este punto de partida unitario permite que la enseñanza ofrecida en el Instituto no sea una simple yuxtaposición de lo que la teología, la filosofía y las ciencias humanas nos dicen sobre estos temas. De la revelación cristiana brota una antropología adecuada y una visión sacramental del matrimonio y de la familia, que permite realizar un diálogo y una interacción con los resultados de la investigación propios de la razón filosófica y de las ciencias humanas. Esta unidad originaria está también en la raíz del trabajo común entre profesores de diversas materias y hace posibles una investigación y una enseñanza interdisciplinares que tienen como objeto el “unum” de la persona, del matrimonio y de la familia profundizado, desde puntos de vista diversos y complementarios, con metodologías específicas.
Por otra parte, es preciso subrayar la importancia de las tres áreas temáticas sobre las que se organizan concretamente todos los currículos de estudios propuestos en el Instituto. Esas tres áreas son necesarias para la integridad y la coherencia de vuestro trabajo de investigación, enseñanza y estudio. En efecto, ¿cómo prescindir de la consideración del “fenómeno humano” tal como lo proponen las diversas ciencias? ¿Cómo renunciar al estudio de la libertad, eje de toda antropología y puerta de acceso a las preguntas ontológicas originarias? ¿Cómo prescindir de una teología en la que la naturaleza, la libertad y la gracia se vean en unidad articulada, a la luz del misterio de Cristo? Aquí se halla el punto de síntesis de todo vuestro trabajo, ya que “realmente, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado” (Gaudium et spes, 22).
1999 08 27 0007
Las dimensiones romana y universal
7. La novedad del Instituto pontificio para estudios sobre el matrimonio y la familia no sólo está vinculada al contenido y al método de la investigación, sino que se expresa también a través de su específica configuración jurídico-institucional. El Instituto constituye, en cierto sentido, un “únicum” en el marco de las instituciones académicas eclesiásticas. En efecto, es uno (con un único gran canciller y un único director) y, al mismo tiempo, se articula en diversos continentes a través de la figura jurídica de la sección.
Así nos encontramos ante una traducción jurídico-institucional del normal dinamismo de comunión que fluye entre la Iglesia universal y las Iglesias particulares. De este modo, el Instituto vive, ejemplarmente, la doble dimensión romana y universal que caracteriza a las instituciones universitarias de la Urbe y, de modo particular, a la Pontificia Universidad Lateranense, en la que se encuentra la sección central, y que el artículo 1° de los Estatutos define como “la universidad del Sumo Pontífice con un título especial”.
Contemplando el Instituto y su historia, se comprueba la fecundidad del principio de la unidad en la multiplicidad. Además, no se concreta sólo en una unidad de orientación doctrinal que da eficacia a la investigación y a la enseñanza, sino que se expresa, sobre todo, en la comunión efectiva entre los profesores, los estudiantes y el personal del mismo. Y esa comunión se da tanto dentro de cada una de las secciones como en el intercambio recíproco entre ellas, a pesar de su diversidad. De ese modo, contribuís al enriquecimiento de la vida de las Iglesias y, en último análisis, de la Catholica misma.
1999 08 27 0008
La guía privilegiada de la Sagrada Familia
8. Para que los hombres pudieran participar, como miembros de la Iglesia, de su misma vida, el Hijo de Dios quiso convertirse en miembro de una familia humana. Por esta razón, la Sagrada Familia de Nazaret, como “Iglesia doméstica originaria” (Redemptoris custos, 7), constituye una guía privilegiada para el trabajo del Instituto. Muestra claramente la inserción de la familia en la misión del Verbo encarnado y redentor, e ilumina la misión misma de la Iglesia.
Que María, Virgen, Esposa y Madre, proteja a los profesores, a los estudiantes y al personal de vuestro Instituto. Ella acompañe y sostenga vuestra reflexión y vuestro trabajo, para que la Iglesia de Dios encuentre en vosotros una ayuda asidua y valiosa en su misión de anunciar a todos los hombres la verdad de Dios sobre la persona, el matrimonio y la familia.
A todos expreso mi gratitud e imparto mi bendición.
[OR (e.c.) 3.IX.1999, 7-8]
1999 08 27 0002
Il ricordo dell’esperienza con i giovani universitari a Cracovia
2. Fin da quando nacque diciotto anni fa, l’Istituto per Studi su Matrimonio e Famiglia ha curato l’approfondimento del disegno di Dio sulla persona, sul matrimonio e sulla famiglia, coniugando la riflessione teologica, filosofica e scientifica con una costante attenzione alla cura animarum.
Questa relazione tra pensiero e vita, tra teologia e pastorale, è veramente decisiva. Se guardo alla mia stessa esperienza, non mi è difficile riconoscere quanto il lavoro svolto con i giovani nella pastorale universitaria di Cracovia mi abbia aiutato nella meditazione su aspetti fondamentali della vita cristiana. La quotidiana convivenza con i giovani, la possibilità di accompagnarli nelle loro gioie e nelle loro fatiche, il loro desiderio di vivere pienamente la vocazione alla quale il Signore li chiamava, mi aiutarono a comprendere sempre più profondamente la verità che l’uomo cresce e matura nell’amore, cioè nel dono di sè, e che proprio nel donarsi riceve in cambio la possibilità del proprio compimento. Questo principio ha una delle sue più elevate espressioni nel matrimonio, che “è stato sapientemente e provvidenzialmente istituito da Dio creatore per realizzare nell’umanità il suo disegno di amore. Per mezzo della reciproca donazione personale, loro propria ed esclusiva, gli sposi tendono alla comunione delle loro persone, con la quale si perfezionano a vicenda, per collaborare con Dio alla generazione e alla educazione di nuove vite” (Humanae vitae, 8)[1].
[1]. [1968 07 25/ 8]
1999 08 27 0003
Il lodevole servizio reso dall’Istituto in varie parti del mondo
3. Muovendosi in questa ispirazione di una profonda unità tra la verità annunciata dalla Chiesa e le concrete opzioni ed esperienze di vita, il vostro Istituto ha reso in questi anni un lodevole servizio. Con le Sezioni presenti a Roma presso la Pontificia Università Lateranense, a Washington, a Città del Messico e a Valencia, con i centri accademici di Cotonou (Benin), Salvador di Bahia (Brasile) e Changanacherry (India), il cui iter di incorporazione all’Istituto è ormai iniziato e con il prossimo avvio del centro di Melbourne (Australia), l’Istituto potrà contare su proprie sedi nei cinque continenti. È uno sviluppo di cui vogliamo rendere grazie al Signore, mentre guardiamo con doveroso riconoscimento a quanti hanno dato e continuano a dare il loro contributo alla realizzazione di quest’opera.
[2]. [1987 02 22/ 18]
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Le urgenze che si presentano oggi alla missione della Chiesa
4. Vorrei ora insieme a voi proiettare lo sguardo verso il futuro, partendo da un’attenta considerazione delle urgenze che, in questo campo, si presentano oggi alla missione della Chiesa e, pertanto, al vostro stesso Istituto.
Rispetto a diciotto anni fa, quando iniziava il vostro cammino accademico, la provocazione rivolta dalla mentalità secolaristica alla verità sulla persona, sul matrimonio e sulla famiglia si è fatta, in un certo senso, ancor più radicale. Non si tratta più solamente di una messa in discussione di singole norme morali di etica sessuale e familiare. All’immagine di uomo/donna propria della ragione naturale e, in particolare, del cristianesimo, si oppone un’antropologia alternativa. Essa rifiuta il dato, inscritto nella corporeità, che la differenza sessuale possiede un carattere identificante per la persona; di conseguenza, entra in crisi il concetto di famiglia fondata sul matrimonio indissolubile tra un uomo e una donna, quale cellula naturale e basilare della società. La paternità e la maternità sono concepite solo come un progetto privato, da realizzare anche mediante l’applicazione di tecniche biomediche, che possono prescindere dall’esercizio della sessualità coniugale. Si postula, in tal modo, un’inaccettabile “divisione tra libertà e natura”, che sono invece “armonicamente collegate tra loro e intimamente alleate l’una con l’altra” (Veritatis Splendor, 50).
In realtà, la connotazione sessuale della corporeità è parte integrante del piano divino originario, nel quale uomo e donna sono creati a immagine e somiglianza di Dio (Gn 1, 27) e sono chiamati a realizzare una comunione di persone, fedele e libera, indissolubile e feconda, come riflesso della ricchezza dell’amore trinitario (cfr Col 1, 15-16).
Paternità e maternità, poi, prima di essere un progetto dell’umana libertà, costituiscono una dimensione vocazionale inscritta nell’amore coniugale, da vivere come responsabilità singolare di fronte a Dio, accogliendo i figli come un suo dono (cfr Gn 4, 1), nell’adorazione di quella paternità divina “da cui ogni paternità nei cieli e sulla terra prende nome” (Ef 3, 15).
Eliminare la mediazione corporea dell’atto coniugale, come luogo dove può aver origine una nuova vita umana, significa nello stesso tempo degradare la procreazione da collaborazione con Dio creatore ad una “ri-produzione” tecnicamente controllata di un esemplare di una specie e smarrire quindi la dignità personale unica del figlio (cfr Donum Vitae, II B/5)[2]. In effetti, solo quando si rispettano integralmente le caratteristiche essenziali dell’atto coniugale, in quanto dono personale dei coniugi, corporeo ed insieme spirituale, si rispetta anche, nello stesso tempo, la persona del figlio e si manifesta la sua origine da Dio, fonte di ogni dono.
Quando, invece, si tratta il proprio corpo, la differenza sessuale in esso inscritta e le stesse facoltà procreative come dei puri dati biologici inferiori, passibili di manipolazione, si finisce col rinnegare il limite e la vocazione presenti nella corporeità e si manifesta così una presunzione che, al di là delle intenzioni soggettive, esprime il misconoscimento del proprio essere come dono proveniente da Dio. Alla luce di queste problematiche di così grande attualità, con ancora maggior convinzione riaffermo quanto già insegnato nell’Esortazione apostolica Familiaris consortio: “Il destino dell’umanità passa attraverso la famiglia” (n. 86)[3].
[3]. [1981 11 22/ 86]
1999 08 27 0005
Approfondire ulteriormente il disegno di Dio sulla persona,
sul matrimonio e sulla famiglia
5. Di fronte a queste sfide, la Chiesa non ha altra strada che volgere lo sguardo a Cristo, Redentore dell’uomo, pienezza della rivelazione. Come ho avuto occasione di affermare nell’Enciclica Fides et ratio, “la rivelazione cristiana è la vera stella di orientamento per l’uomo che avanza tra i condizionamenti della mentalità immanentistica e le strettoie di una logica tecnocratica” (n. 15). Questo orientamento ci è offerto proprio attraverso la rivelazione del fondamento della realtà, cioè di quel Padre che l’ha creata e la mantiene, in ogni istante, nell’essere.
Approfondire ulteriormente il disegno di Dio sulla persona, sul matrimonio e sulla famiglia, è il compito che vi dovrà vedere impegnati, con rinnovata lena, all’inizio del terzo millennio.
Alla luce del Mistero della Santissima Trinità
Vorrei qui suggerire alcune prospettive per questo approfondimento. La prima concerne il fondamento in senso stretto e cioè il Mistero della Santissima Trinità, sorgente stessa dell’essere e, quindi, cardine ultimo dell’antropologia. Alla luce del mistero della Trinità, la differenza sessuale rivela la sua natura compiuta di segno espressivo di tutta la persona.
La vocazione dell’uomo e della donna alla comunione
La seconda prospettiva, che intendo sottoporre al vostro studio, riguarda la vocazione dell’uomo e della donna alla comunione. Anch’essa affonda le sue radici nel mistero trinitario, ci viene pienamente rivelata nell’incarnazione del Figlio di Dio –nella quale natura umana e natura divina sono unite nella Persona del Verbo–, e s’inserisce storicamente nel dinamismo sacramentale dell’economia cristiana. Il mistero nuziale del Cristo Sposo della Chiesa, infatti, si esprime in modo singolare attraverso il matrimonio sacramentale, comunità feconda di vita e di amore.
Nella realtà sacramentale della Chiesa
In questo modo, la teologia del matrimonio e della famiglia –ecco il terzo spunto che desidero di offrirvi– si inscrive nella contemplazione del mistero dell’Unitrino che invita tutti gli uomini alle nozze dell’Agnello compiute nella Pasqua e perennemente offerte all’umana libertà nella realtà sacramentale della Chiesa.
Speciale attenzione al rapporto persona-società
Inoltre, la riflessione sulla persona, sul matrimonio e sulla famiglia si approfondisce dedicando una speciale attenzione al rapporto persona-società. La risposta cristiana al fallimento dell’antropologia individualista e collettivista richiede un personalismo ontologico radicato nell’analisi dei rapporti familiari primari. Razionalità e relazionalità della persona umana, unità e differenza nella comunione e le polarità costitutive di uomodonna, spirito-corpo e individuo-comunità, sono dimensioni co-essenziali ed inseparabili. La riflessione sulla persona, sul matrimonio e sulla famiglia si lascia così, ultimamente, integrare nella Dottrina Sociale della Chiesa, finendo per diventarne una delle sue più solide radici.
1999 08 27 0006
Interagire dialogicamente con i risultati della ricerca della ragione
filosofica e delle scienze umane
6. Queste ed altre prospettive per il lavoro futuro dell’Istituto dovranno essere sviluppate secondo la doppia dimensione di metodo che si evince anche da questo vostro incontro.
Da una parte è imprescindibile partire dall’unità del disegno di Dio sulla persona, sul matrimonio e sulla famiglia. Solo questo punto di partenza unitario permette che l’insegnamento offerto all’Istituto non sia la semplice giustapposizione di quanto teologia, filosofia e scienze umane ci dicono su questi temi. Dalla rivelazione cristiana scaturisce un’antropologia adeguata ed una visione sacramentale del matrimonio e della famiglia, che sa interagire dialogicamente con i risultati della ricerca propri della ragione filosofica e delle scienze umane. Questa unità originaria è anche alla base del lavoro comune tra docenti di diverse materie e rende possibile una ricerca ed un insegnamento interdisciplinari che hanno come oggetto l’“unum” della persona, del matrimonio e della famiglia approfondito, da punti di vista diversi e complementari, con metodologie specifiche.
Dall’altra parte, va sottolineata l’importanza delle tre aree tematiche sulle quali sono concretamente organizzati tutti i “curricula” di studi proposti all’Istituto. Tutte e tre queste aree sono necessarie per la completezza e la coerenza del vostro lavoro di ricerca, di insegnamento e di studio. Come prescindere, infatti, dalla considerazione del “fenomeno umano” quale è proposto dalle diverse scienze? Come rinunciare allo studio della libertà, cardine di ogni antropologia e porta di accesso alle domande ontologiche originarie? Come fare a meno di una teologia in cui natura, libertà e grazia siano viste in articolata unità, alla luce del mistero di Cristo? È qui il punto di sintesi di tutto il vostro lavoro, giacchè “in realtà, solamente nel mistero del Verbo incarnato trova luce il mistero dell’uomo” (Gaudium et spes, 22).
1999 08 27 0007
La duplice dimensione romana e universale vissuta esemplarmente
dall’Istituto
7. La novità del Pontificio Istituto per Studi su Matrimonio e Famiglia non è solo legata al contenuto e al metodo della ricerca, ma si esprime anche attraverso la sua specifica configurazione giuridico-istituzionale. L’Istituto costituisce in un certo senso un “unicum” nel contesto delle Istituzioni Accademiche Ecclesiastiche. Esso, infatti, è uno (con un unico Gran Cancelliere ed un unico Preside) e, nello stesso tempo, si articola nei diversi continenti attraverso la figura giuridica della sezione.
Ci troviamo così di fronte ad una traduzione giuridico-istituzionale del normale dinamismo di comunione che fluisce tra la Chiesa universale e le Chiese particolari. In questo modo, l’Istituto vive, esemplarmente, la duplice dimensione romana e universale che caratterizza le istituzioni universitarie dell’Urbe e, in modo particolare, la Pontificia Università Lateranense, presso la quale si trova la sezione centrale, e che è definita dall’articolo 1° degli Statuti “l’Università del Sommo Pontefice a titolo speciale”.
Se guardiamo all’Istituto e alla sua storia, vediamo quanto il principio dell’unità nella pluriformità sia fecondo! Esso poi non si concretizza soltanto in una unità di orientamento dottrinale che dà efficacia alla ricerca e all’insegnamento, ma si esprime, soprattutto, nell’effettiva comunione tra docenti, studenti e personale addetto. E ciò sia all’interno delle singole sezioni come pure nel reciproco scambio tra le sezioni pur così diverse fra loro. Voi collaborate in tal modo all’arricchimento della vita delle Chiese e, in ultima analisi, della Catholica stessa!
1999 08 27 0008
La Sacra Famiglia di Nazareth, una guida privilegiata per il vostro lavoro
8. Perchè gli uomini potessero partecipare, come membri della Chiesa, della sua stessa vita, il Figlio di Dio ha voluto diventare membro di una famiglia umana. Per questa ragione la Sacra Famiglia di Nazareth, quale “originaria Chiesa domestica” (Redemptoris Custos, 7), costituisce una guida privilegiata per il lavoro dell’Istituto. Essa mostra chiaramente l’inserimento della famiglia nella missione del Verbo incarnato e redentore ed illumina la stessa missione della Chiesa.
Maria, Vergine, Sposa e Madre, protegga i docenti, gli studenti ed il personale addetto del vostro Istituto. Accompagni e sostenga la Vostra riflessione e il vostro lavoro affinchè la Chiesa di Dio possa trovare in voi un aiuto assiduo e prezioso nel suo compito di annunciare a tutti gli uomini la verità di Dio sulla persona, sul matrimonio e sulla famiglia.
A tutti il mio grazie e la mia Benedizione.
[OR 28.VIII.1999, 5]