[2069] • BENEDICTO XVI (2005- • EL FUTURO DE LA HUMANIDAD SE FRAGUA EN LA VERDAD DEL MATRIMONIO Y DE LA FAMILIA
Del Discurso I am pleased, al nuevo embajador de Nueva Zelanda ante la Santa Sede, en la presentación de las Cartas Credenciales, 16 junio 2005
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[1.] El deseo de sostener el bien común se funda en la convicción de que el hombre viene al mundo como un don del Creador. Todo hombre y toda mujer, creados por Dios a su imagen, reciben de él su dignidad común e inviolable y su llamada a la responsabilidad. Hoy, que las personas olvidan a menudo su origen y por eso pierden de vista su meta, son fácilmente vÃctimas de caprichosas tendencias sociales, de la distorsión de la razón por grupos de intereses particulares y de un individualismo exagerado. Ante esta âcrisis de sentidoâ (cf. Fides et ratio, 81), las autoridades civiles y religiosas están llamadas a trabajar juntas impulsando a todos, incluso a los jóvenes, a âorientarse hacia una verdad que los trasciendeâ (ib., 5). Sin esta verdad universal, única garantÃa de libertad y felicidad, las personas quedan a merced del capricho y pierden poco a poco la capacidad de descubrir el sentido profundamente satisfactorio de la vida humana.
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[2.] Por tradición, los neozelandeses han reconocido y celebrado el lugar del matrimonio y la vida doméstica estable en el corazón de su sociedad, y ciertamente siguen esperando que las fuerzas sociales y polÃticas apoyen a las familias y protejan la dignidad de las mujeres, especialmente de las más vulnerables. Consideran que las deformaciones seculares del matrimonio no pueden ensombrecer jamás el esplendor de una alianza sellada para siempre y basada en la entrega generosa y en el amor incondicional. La recta razón les dice que âel futuro de la humanidad se fragua en la familiaâ (Familiaris consortio, 86), que ofrece a la sociedad un fundamento seguro para sus aspiraciones. Por tanto, a través de usted, señor embajador, animo al pueblo de Aotearoa a seguir aceptando el desafÃo de forjar un modelo de vida, tanto individual como comunitario, de acuerdo con el plan de Dios para toda la humanidad.
[Insegnamenti BXVI, I (2005), 232]
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The desire to uphold the common good is founded on the belief that man comes into the world as a gift of the Creator. It is from God that all men and women âmade in his imageâ receive their common inviolable dignity and their summons to responsibility. Today, when individuals often forget their origin and thus lose sight of their goal, they easily fall prey to whimsical social trends, the distortion of reason by particular interest groups, and exaggerated individualism. Confronted with this âcrisis of meaningâ (cf. Encyclical Letter Fides et Ratio, 81), civic and religious authorities are called to work together encouraging everyone, including the young, to âdirect their steps towards a truth which transcends themâ (ibid., 5). Sundered from that universal truth, which is the only guarantee of freedom and happiness, individuals are at the mercy of caprice and slowly lose the capacity to discover the profoundly satisfying meaning of human life.
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New Zealanders traditionally have recognized and celebrated the place of marriage and stable domestic life at the heart of their society and indeed continue to expect social and political forces to support families and to protect the dignity of women, especially the most vulnerable. They appreciate that secular distortions of marriage can never overshadow the splendour of a life-long covenant based on generous self-giving and unconditional love. Correct reason tells them that âthe future of humanity passes by way of the familyâ (Apostolic Exhortation Familiaris Consortio, 86) which offers society a secure foundation for its aspirations. I therefore encourage the people of Aotearoa, through you Mr Ambassador, to continue to take up the challenge of forging a pattern of life, both individually and as a community, in relation to Godâs plan for all humanity.