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Magisterio sobre amor, matrimonio y familia <br /> <b>Warning</b>: Undefined variable $titulo in <b>/var/www/vhosts/enchiridionfamiliae.com/httpdocs/cabecera.php</b> on line <b>29</b><br />
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[2085] • BENEDICTO XVI (2005- • LA FAMILIA, CUNA FUNDAMENTAL DE LA FORMACIÓN DE LA PERSONA

Del Discurso Serdecznie Witham, al primer grupo de obispos de Polonia en visita ad limina, 26 noviembre 2005

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1. Durante nuestros coloquios se han tratado muchos temas. Entre ellos he elegido hoy la cuestión de la educación cristiana, pues es una de las tareas más fundamentales inscritas establemente en la misión salvífica de la Iglesia y en nuestro servicio episcopal.

Juan Pablo II, en la exhortación apostólica Ecclesia in Europa, pidió encarecidamente a la Iglesia en nuestro continente que dedicara una atención cada vez mayor a la educación de los jóvenes en la fe (cf. n. 61). Sabemos que aquí no se trata sólo de la didáctica, de perfeccionar los métodos de transmisión del saber; se trata de una educación basada en el encuentro directo y personal con el hombre, en el testimonio –es decir, en la auténtica transmisión de la fe, de la esperanza, de la caridad, y de los valores que derivan directamente de ellas– de persona a persona. Por tanto, se trata de un auténtico encuentro con otra persona, a la que primero hay que escuchar y comprender. Juan Pablo II fue para nosotros un modelo perfecto de este encuentro con el hombre.

El fiel y fructuoso cumplimiento de la misión de educar ante la que la Iglesia se encuentra hoy, requiere una adecuada valoración de la situación de los jóvenes que son objeto de dicha misión. En primer lugar, es preciso considerar su situación familiar, puesto que la familia sigue siendo la cuna fundamental de la formación de la persona humana. Soy consciente de que las dificultades económicas, el índice de desempleo que se mantiene elevado y la solicitud por garantizar la existencia material influyen en la forma de vida de numerosas familias polacas. No es posible formar actitudes verdaderamente auténticas, sin tener en cuenta estos problemas, que viven también los jóvenes.

Es necesario ver también muchos fenómenos positivos que sostienen y ayudan la educación en la fe. Son numerosísimos los jóvenes que manifiestan una profunda sensibilidad ante las necesidades de los demás, especialmente de los pobres, los enfermos, las personas solas y los discapacitados. Por eso, emprenden varias iniciativas para llevar ayuda a los necesitados. Existe también un auténtico interés por las cuestiones de fe y religión, la necesidad de estar con los demás en grupos organizados e informales, y el fuerte deseo de experimentar a Dios. Lo testimonia la numerosa participación de los jóvenes polacos en los ejercicios espirituales, en los Encuentros europeos de jóvenes y en las Jornadas mundiales de la juventud. Todo esto constituye una buena base para la solicitud pastoral por el desarrollo espiritual de la juventud. [...]

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2. La formación de la generación joven es una tarea que corresponde a los padres, a la Iglesia y al Estado. Por eso, respetando una oportuna autonomía, hace falta una colaboración muy estrecha de la Iglesia con la escuela, con los ateneos y con las demás instituciones laicas que se ocupan de la educación de la juventud. [...]

Por lo que atañe a la enseñanza de la religión y a la catequesis en la escuela, no se pueden reducir estas materias a la dimensión de tratado de religión o de ciencias de la religión, aunque esto sea lo que esperan algunos ambientes. La enseñanza de la religión en la escuela, impartida por profesores clérigos y laicos, sostenida por el testimonio de docentes creyentes, debe conservar su auténtica dimensión evangélica de transmisión y testimonio de fe. [...]

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3. La colaboración en la obra de la educación por parte de los padres y de los demás laicos exige una preparación personal y una profundización continua del conocimiento religioso, de la espiritualidad y de la corrección de las actitudes según el Evangelio y el Magisterio. Por eso, os exhorto vivamente a vosotros, obispos, a intensificar los esfuerzos para organizar la catequesis de adultos donde falte y para sostener los ambientes que ya imparten una enseñanza de este tipo. Esta catequesis debe basarse en la Escritura y en el Magisterio. En su desarrollo puede servir de ayuda el Catecismo de la Iglesia católica, el Compendio de la doctrina social de la Iglesia o el Compendio del Catecismo de la Iglesia católica, publicado recientemente. Una ayuda particular en la catequesis de adultos puede ser el abundante magisterio de mi venerado predecesor Juan Pablo II. Durante sus numerosas peregrinaciones a Polonia dejó un rico patrimonio de la sabiduría que brota de la fe, el cual, al parecer, hasta ahora no ha sido asimilado del todo. En este contexto, ¡cómo no recordar sus encíclicas, exhortaciones, cartas y tantas otras intervenciones que constituyen una fuente inagotable de la sabiduría cristiana!

[Insegnamenti BXVI, I (2005), 852-853]