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Magisterio sobre amor, matrimonio y familia <br /> <b>Warning</b>: Undefined variable $titulo in <b>/var/www/vhosts/enchiridionfamiliae.com/httpdocs/cabecera.php</b> on line <b>29</b><br />
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[2280] • BENEDICTO XVI (2005- • EL MATRIMONIO Y EL ORDEN SAGRADO, COMPLEMENTARIEDAD RECÍPROCA

Del Discurso Il colle su cui è costruita, en el encuentro con las familias y con los sacerdotes, en la Visita Pastoral a Ancona (Italia), 20 de agosto de 2011

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[1.] El monte sobre el que está construida esta catedral nos ha permitido una bellísima vista sobre la ciudad y sobre el mar; pero al cruzar el majestuoso portal, el ánimo queda fascinado por la armonía del estilo románico, enriquecido por una trama de influencias bizantinas y elementos góticos. También en vuestra presencia –sacerdotes y esposos procedentes de las diversas diócesis italianas– se percibe la belleza de la armonía y de la complementariedad de vuestras diferentes vocaciones. El conocimiento mutuo y la estima recíproca, al compartir la misma fe, llevan a apreciar el carisma del otro y a reconocerse dentro del único “edificio espiritual” (1 P 2, 5) que, teniendo como piedra angular al propio Jesucristo, crece bien ordenado para ser templo santo en el Señor (cf. Ef 2, 20-21). Gracias, pues, por este encuentro: al querido arzobispo, monseñor Edoardo Menichelli –también por las expresiones con las que lo ha introducido–, y a cada uno de vosotros.

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[2.] Deseo detenerme brevemente en la necesidad de reconducir orden sagrado y matrimonio hacia la única fuente eucarística. Los dos estados de vida tienen, en efecto, en el amor de Cristo –que se da a sí mismo para la salvación de la humanidad–, la misma raíz; están llamados a una misión común: la de testimoniar y hacer presente este amor al servicio de la comunidad, para la edificación del Pueblo de Dios (cf. Catecismo de la Iglesia católica, n. 1534). Esta perspectiva permite ante todo superar una visión reductiva de la familia, que la considera como mera destinataria de la acción pastoral. Es cierto que, en esta época difícil, la familia necesita particulares atenciones. Pero no por ello hay que disminuir su identidad ni mortificar su responsabilidad específica. La familia es riqueza para los esposos, bien insustituible para los hijos, fundamento indispensable de la sociedad, comunidad vital para el camino de la Iglesia.

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[3.] En el plano eclesial, valorar a la familia significa reconocer su relevancia en la acción pastoral. El ministerio que nace del sacramento del matrimonio es importante para la vida de la Iglesia: la familia es lugar privilegiado de educación humana y cristiana, y permanece, por esta finalidad, como la mejor aliada del ministerio sacerdotal; ella es un don valioso para la edificación de la comunidad. La cercanía del sacerdote a la familia, a su vez, la ayuda a tomar conciencia de la propia realidad profunda y de la propia misión, favoreciendo el desarrollo de una fuerte sensibilidad eclesial. Ninguna vocación es una cuestión privada; tampoco aquella al matrimonio, porque su horizonte es la Iglesia entera. Se trata, por lo tanto, de saber integrar y armonizar, en la acción pastoral, el ministerio sacerdotal con “el auténtico Evangelio del matrimonio y de la familia” (Directorio de pastoral familiar, Conferencia episcopal italiana, 25 de julio de 1993, n. 8) para una comunión eficaz y fraterna. Y la Eucaristía es el centro y la fuente de esta unidad que anima toda la acción de la Iglesia. […]

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[5.] Queridos esposos, vuestro matrimonio se arraiga en la fe de que “Dios es amor” (1 Jn 4, 8) y que seguir a Cristo significa “permanecer en el amor” (cf. Jn 15, 9-10). Vuestra unión –como enseña el apóstol san Pablo– es signo sacramental del amor de Cristo por la Iglesia (cf. Ef 5, 32), amor que culmina en la Cruz y que “se significa y se actualiza en la Eucaristía” (Exhort. ap. postsin. Sacramentum caritatis, 29). Que el misterio eucarístico incida cada vez con mayor profundidad en vuestra vida diaria: sacad inspiración y fuerza de este sacramento para vuestra relación conyugal y para la misión educativa a la que estáis llamados; construid vuestras familias en la unidad, don que viene de lo alto y que alimenta vuestro compromiso en la Iglesia y en la promoción de un mundo justo y fraterno. Amad a vuestros sacerdotes, expresadles aprecio por el generoso servicio que realizan. Sabed soportar también sus limitaciones, sin renuncia jamás a pedirles que sean entre vosotros ministros ejemplares que os hablan de Dios y que os conducen a Dios. Vuestra fraternidad es para ellos una ayuda espiritual valiosa y un apoyo en las pruebas de la vida.

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[6.] Queridos sacerdotes y queridos esposos, que sepáis encontrar siempre en la santa misa la fuerza para vivir la pertenencia a Cristo y a su Iglesia, en el perdón, en el don de uno mismo y en la gratitud. Que vuestro hacer cotidiano tenga en la comunión sacramental su origen y su centro, a fin de que todo se realice para la gloria de Dios. De este modo, el sacrificio de amor de Cristo os transformará, hasta haceros en él “un solo cuerpo y un solo espíritu” (cf. Ef 4, 4-6). La educación de las nuevas generaciones en la fe pasa también a través de vuestra coherencia. Dadles testimonio de la belleza exigente de la vida cristiana, con la confianza y la paciencia de quien conoce el poder de la semilla sembrada en la tierra. Como en el episodio evangélico que hemos escuchado (Mc 5, 21-24.35-43), sed, para cuantos están encomendados a vuestra responsabilidad, signo de la benevolencia y de la ternura de Jesús: en él se hace visible cómo el Dios que ama la vida no es ajeno o distante de las vicisitudes humanas, sino que es el Amigo que nunca abandona. Y en los momentos en que se insinúe la tentación de que todo esfuerzo educativo es vano, sacad de la Eucaristía la luz para reforzar la fe, seguros de que la gracia y el poder de Jesucristo pueden alcanzar al hombre en cualquier situación, incluso la más difícil.

 

© Javier Escrivá-Ivars y Augusto Sarmiento. Universidad de Navarra