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[1.–][...] Ciertamente, en relación con los matrimonios que algunos de entre vosotros contrajeron sin haber tenido certeza de la desaparición del cónyuge, os respondemos en virtud de la autoridad apostólica que nadie se atreva a contraer segundas nupcias hasta que no le conste con absoluta certeza que su cónyuge ha muerto. Y si alguno o alguna no ha procedido hasta aquí de esa manera, y piensa que existen dudas sobre la muerte del cónyuge anterior, entonces no niegue el débito al cónyuge actual que se lo pide, lo que él conoce que nunca debe pedirlo. Y si después constara que el cónyuge anterior vive, vuelva sin ninguna duda a él, abandonando la [posterior] unión adulterina e ilícita.