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[0267] • LEÓN XIII, 1878-1903 • EDUCACIÓN CRISTIANA DE LOS HIJOS

De la Carta Encíclica Nobilissima Gallorum gens, a los Obispos y pueblo de Francia, 8 febrero 1884

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[3.–] Por el contrario, estos males, que traen consigo la ruina cierta del Estado, son fácilmente evitables si se observan los preceptos de la religión católica en la constitución y en el gobierno de la familia y del Estado. Porque los preceptos cristianos son los más aptos para la conservación del orden y para el bien de la sociedad política.

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[4.–] En primer lugar, y con relación a la familia, es sumamente importante educar desde el principio en los preceptos de la religión a los niños nacidos del matrimonio cristiano; y es muy importante también que los estudios que sirven para educar e instruir a la infancia estén unidos a la enseñanza religiosa. Separar la formación religiosa de la instrucción general es querer, en realidad, que los niños se mantengan neutrales en lo referente a sus deberes para con Dios. Este método educativo es falso y muy pernicioso sobre todo en los primeros años, porque en realidad abre el camino al ateísmo y lo cierra a la religión. Los padres conscientes tienen la grave obligación de velar para que sus hijos, tan pronto como comienzan los estudios, reciban la enseñanza religiosa y para que en la escuela no haya nada que ofenda a la integridad de la fe o de la sana moral. La obligación de usar estas cautelas en la educación de los hijos está impuesta por la ley natural y por la ley divina y los padres no pueden eximirse de ella por ningún motivo. Por su parte, la Iglesia, guardiana y defensora de la integridad de la fe, debe, en virtud de la autoridad que de Dios, su Fundador, ha recibido, llamar a todos los pueblos al conocimiento de la verdad cristiana y vigilar con sumo cuidado las normas y los criterios con que se educa a la juventud puesta bajo su autoridad. Por esto ha condenado siempre abiertamente las escuelas mixtas o neutras, advirtiendo sin cesar a los padres de familia que vigilen atentamente en un asunto de tanta trascendencia. Obedecer a la Iglesia en este punto es hacer una obra utilísima y proveer de modo excelente al bienestar público. Porque los que en su primera edad no han sido formados en materia religiosa crecen sin conocimiento alguno de las verdades más trascendentales, que son las únicas que pueden al mismo tiempo fomentar en los hombres el amor a la virtud y dominar los apetitos contrarios a la razón. Tales verdades son las ideas de un Dios juez y vengador, de las recompensas y penas de la otra vida y de los auxilios sobrenaturales que nos dio y da Jesucristo para cumplir santa y celosamente nuestras obligaciones. Sin el conocimiento de estas verdades será deficiente y enfermiza toda cultura posterior; y los que en su adolescencia no se acostumbraron al temor de Dios, no podrán soportar después norma alguna de vida moral, y por haber dado rienda suelta a sus propias pasiones se verán arrastrados fácilmente a movimientos revolucionarios perturbadores del orden en el Estado.

[DPP, 145-146]