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[24.–][...] Vosotros, Venerables hermanos, habéis denunciado con gran voz y buenas fuerzas esta nueva forma de esclavitud, sobre todo allí donde con más descaro se conculcan los derechos de la Religión y de la familia, y se acalla la voz de la naturaleza que reclama se preste la debida atención a la integridad y religiosidad de la juventud. Nos, pues, convencidos de que debemos, en la medida de nuestras fuerzas, poner remedio a esta desgracia –originada por aquéllos que no dudan en negar al Supremo Señor de las cosas la misma obediencia que exigen para sí de los demás–, hemos aconsejado la oportuna erección, en las ciudades, de escuelas en las que se enseñe la Religión. Y aunque hasta ahora –con vuestro esfuerzo– se ha cumplido bastante bien y felizmente este propósito, se ha de intentar por todos los medios que vayan a más cada día: es decir, que, por un lado, existan en todas partes muchas escuelas de este tipo, y por otro que cuenten con maestros estimados por su doctrina e integridad de vida.