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[0368] • PÍO XII, 1939-1958 • LA ARMONÍA Y CONCORDIA CONYUGAL

De la Alocución Mentre canta, a unos recién casados, 22 noviembre 1939

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[3.–] La primera condición de la armonía entre los esposos, y de la consiguiente paz doméstica, es una constante buena voluntad por ambas partes [...]. Mirad en torno vuestro y aprenderéis del ejemplo de los demás, que las discordias conyugales nacen con la mayor frecuencia de la falta de recíproca confianza, de condescendencia y de perdón.

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[4.–] Así aprenderéis la dulzura del acuerdo entre los esposos. “En tres cosas, dicen los Libros Santos, se complace mi alma, que agradan a Dios y a los hombres: la concordia de los hermanos, el amor de los prójimos y un marido y una mujer bien unidos entre sí” (1). Vosotros, queridos esposos, defenderéis esta preciosa armonía con todo cuidado contra los peligros externos e internos de discordia; sobre todo contra dos: las desconfianzas, demasiado prontas en nacer, y los resentimientos, demasiado lentos en morir.

1. Eccli. XXV, 1.

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[5.–] En el exterior, la malignidad quisquillosa de terceras personas, madre de la calumnia, introduce acaso en la pacífica armonía conyugal, la nota turbadora de la sospecha. Escuchad de nuevo la advertencia de la Sagrada Escritura: “la lengua de un tercero echó fuera de casa a mujeres de ánimo viril, y les privó del fruto de sus fatigas. El que le dé oído no estará nunca tranquilo” (2). [...]

2. Eccli. XXVIII, 19-20.

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[6.–] Pero las breves disonancias, que en una ejecución musical ofenden o por lo menos sorprenden al oído, vienen a resultar un elemento de belleza cuando con una hábil modulación se resuelven en el acorde esperado. Así debe suceder en los enfados y disgustos pasajeros, que la debilidad humana hace siempre posibles entre los esposos. Hace falta resolver con prontitud estas disonancias, es preciso hacer resonar las modulaciones benévolas de almas prontas al perdón, y así volver a encontrar el acorde, por un instante comprometido, en aquella tonalidad de paz y de amor cristiano que hoy encanta vuestros corazones jóvenes.

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[7.–] El gran Apóstol San Pablo os dirá el secreto de esta armonía conservada, o al menos renovada cada día en vuestro hogar doméstico: “Si experimentáis movimientos de ira, advierte, no cedáis a sus sugestiones; que no se ponga el sol sobre vuestra ira” (1[3]). Cuando las primeras sombras de la noche os invitan a la reflexión y a la plegaria, arrodillaos el uno junto al otro ante el Crucifijo que velará en la noche vuestro sueño. Y juntos, con sinceridad de corazón, repetid: Padre Nuestro que estás en los cielos..., perdónanos... como nosotros perdonamos... Entonces las falsas notas del mal humor callarán, las disonancias se resolverán en una perfecta armonía, y vuestras almas recomenzarán unidas su cántico de reconocimiento hacia Dios que os ha entregado el uno al otro.

[FC, 34-36]

1[3]. Eph. IV, 26.