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[0379] • PÍO XII, 1939-1958 • ORACIÓN EN FAMILIA

De la Alocución Ci riesce, a unos recién casados, 17 abril 1940

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[8.–] [...] Recordad las palabras del Salvador en el Evangelio: “si dos de vosotros os unís en la tierra (¿y estos dos que deben unirse, no son acaso de modo especial, el esposo y la esposa, a quienes Dios mismo ha unido?) para pedir alguna cosa, le será concedida por mi Padre, que está en los Cielos. Porque donde hay dos o tres personas congregadas en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos” (1).

Futuros padres y madres: muy pronto, la vista de vuestros pequeños ángeles terrestres, arrodillados junto a vosotros, con las manecitas juntas y con los cándidos ojos fijos en la imagen de María, traerá a vuestra memoria el recuerdo de los días de vuestra propia infancia, el puro gozo de un corazón inocente, su facilidad para conversar con Dios. Esposos cristianos: al postraros ante la Majestad divina el uno junto a la otra, y rodeados por vuestros hijos, vosotros pronunciaréis con mayor confianza la súplica implorante: –Padre nuestro... danos el pan cotidiano para toda esta familia que te presentamos, testimonio viviente de nuestra fidelidad a tus leyes. –Diréis también, aunque vuestra voz hubiera de tener un ligero temblor: –Padre, perdónanos recíprocamente las ofensas, los choques, los contrastes. –A vosotros, en fin, cabezas de familia, la vista de vuestra esposa, que después de un día de animoso trabajo reúne presurosamente a las queridas prendas de vuestro mutuo amor y confía su sueño a los guardianes celestes, os recordará que hay allí arriba, para todos los cristianos, una madre infinitamente tierna, pronta a socorrer a sus hijos, especialmente en la tarde de esta rápida jornada que es la vida, y entonces diréis con un sentido de dulce esperanza: Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. –Y así os dormiréis más tranquilos.

1. Matth. XVII, 19-20.

1940 04 17 0009

[9.–] He aquí, amados hijos e hijas, alguno de los frutos espirituales que puede traernos la familiar y diaria audiencia de Dios.

[FC, 75]