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[0400] • PÍO XII, 1939-1958 • EL AMOR A DIOS, GARANTÍA Y SALVAGUARDA DEL AMOR Y FELICIDAD CONYUGAL

De la Alocución Perenne è, a unos recién casados, 7 mayo 1941

1941 05 07 0003

[3.–] También vosotros estáis en la primavera de la vida y vivís la primavera de las familias que acabáis de fundar, con la alegría de aquellos primeros pasos deliciosamente íntimos para vosotros, impregnados del perfume de la esperanza de una vida llena de brotes como renuevos de olivo en torno a vosotros y que Dios os llama a multiplicar con vuestra unión; de la más bella vida que se da aquí abajo, la vida de las almas cristianas.

1941 05 07 0011

[11.–] Vosotros sabéis que no hay en el mundo ni amor de madre joven ni mutua ternura de recién casados que se acerque, ni de lejos, al amor y a la ternura infinita con que Dios rodea y abraza todas y cada una de nuestras almas.

1941 05 07 0013

[13.–] Tenéis, uno y otra, confianza en vuestro recíproco amor y os habéis prometido mutuamente dicha y felicidad: poned y mantened en este amor de Dios hacia vosotros una fe todavía más viva e indestructible, fe que se eleve a la alteza inconmensurable por la que ella vence y sobrepasa toda palpitación hasta la más profunda y total de cualquier amor humano.

1941 05 07 0014

[14.–] Os habéis dado el uno a la otra; daos juntos a Dios. ¿Podréis, acaso, de ahora en adelante, salvaguardar vuestra felicidad viviendo cada uno para sí, a su propio arbitrio, sin preocuparos y cuidaros de lo que piensa o desea la otra alma conglutinada con la vuestra? No, ciertamente. Todavía menos llegaréis a asegurar la verdadera felicidad de esta vuestra vida común, viviéndola a vuestro capricho fuera de los designios del amor de Dios sobre vosotros, despreciando o no teniendo en cuenta lo que Él desea y espera de vosotros.

1941 05 07 0016

[16.–] Queridos recién casados: esta fe confiada en el amor de Dios, esta dócil y animosa fidelidad en dejaros guiar por Él, en obedecer sus mandamientos, en aceptar con filial sumisión las disposiciones de su Providencia sobre vosotros, entran, no lo dudamos, entre los propósitos de la vida común que con la bendición del sacerdote habéis iniciado. Pero ¿dónde adquiriréis tan bellas y necesarias virtudes? Las adquiriréis, las conservaréis, las aumentaréis, solamente en el manantial profundo y límpido del agua viva que salta hasta la vida eterna, en la asiduidad para escuchar la palabra de Dios, para instruiros cada vez mejor en las enseñanzas de la Iglesia, en la oración que os reunirá mañana y tarde, en la asistencia a la Santa Misa, en la frecuencia de los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía, en una palabra, en la virtuosamente operativa vida cristiana.

[FC, 178-182]