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[0401] • PÍO XII, 1939-1958 • RESPONSABILIDAD DE LA MUJER EN EL CAMPO DE LA PUREZA

De la Alocución Viva gioia, a las jóvenes romanas de Acción Católica, 22 mayo 1941

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[1.–] Viva alegría Nos es, dilectas hijas, bendecir nuevamente en vosotras la santa Cruzada de la pureza, tan oportunamente emprendida y tan valerosamente continuada bajo la pode rosa protección de la Virgen purísima, María Inmaculada. El digno y feliz nombre de Cruzada que habéis escogido e impuesto a vuestra bella y gran campaña, mientras se embellece con la Cruz, faro de salvación para el mundo, suscita los gloriosos recuerdos históricos de las Cruzadas de los pueblos cristianos, santas expediciones y batallas hechas o combatidas juntamente bajo sacros lábaros para la conquista de los Santos Lugares y para defender las regiones católicas contra las invasiones y las amenazas de los infieles. También vosotras queréis defender un campo católico, el campo de la pureza, conquistando en él y guardando bien aquellos lirios que derramen su aroma, cual nimbo del buen olor de Cristo, en las familias, en las relaciones amistosas, por las calles, en las reuniones, en los espectáculos, en las diversiones públicas y privadas.

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[8.–] Pues ciertamente se trata de una lucha. La pureza de las almas que viven la gracia sobrenatural no se conserva ni se conservará jamás sin lucha. ¡Felices vosotras que en vuestras familias, en la aurora de vuestra vida, ya desde la cuna, recibisteis una vida más alta, la vida divina, con el santo Bautismo! Niñas, inconscientes de tan gran don y felicidad, no combatisteis entonces –como otras almas más maduras y menos afortunadas que vosotras– para conquistar tan gran bien; pero ni aun vosotras mismas lo podréis conservar sin lucha.

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[13.–] [...] ¡Oh madres cristianas, si supieseis qué porvenir de sufrimientos y de peligros internos, de dudas mal reprimidas o de rubor mal contenido preparáis vosotras a vuestros hijos y a vuestras hijas con la imprudencia de acostumbrarles a vivir apenas cubiertos, haciéndoles perder el sentido ingenuo de la modestia; os avergonzaríais de vosotras mismas y os asustaríais del desdoro que os hacéis y del daño que ocasionáis a los hijos que el cielo os ha confiado para educarlos cristianamente! Y lo que decimos a las madres lo repetimos a no pocas mujeres creyentes y hasta piadosas que, al adoptar cualquier moda audaz, disipan con su ejemplo las últimas dudas que mantenían alejadas de tal moda a una gran muchedumbre de sus hermanas, para las cuales podrá convertirse en una fuente de ruina espiritual. Mientras ciertos vestidos atrevidos se mantienen cual triste privilegio de mujeres de dudosa reputación y hasta casi como señal que las identifica, las mujeres honestas no osarán tomarlos espontáneamente; pero el día en que aparezcan vestidas con ellos personas libres de toda sospecha, ya no dudarán en ir tras la corriente; corriente que las arrastrará tal vez a las más lamentables caídas.

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[14.–] Si conviene que todas las mujeres cristianas tengan el valor de enfrentarse con responsabilidades morales tan graves, vosotras, dilectas hijas, por el vivo sentimiento que nace de vuestra fe y del candor de la virtud, tenéis la gloria de haberos unido, paladines de la pureza, en vuestra santa Cruzada. Aisladas, vuestro valor poco podría para oponerse a la invasión del mal que os rodea; organizadas en apretada falange, seréis una legión bastante fuerte y poderosa para imponer el respeto de los derechos de la modestia cristiana. Qué es lo plenamente aceptable, qué lo solamente tolerable y qué lo completamente inadmisible en las modas y en los usos y en las conveniencias sociales que se os ofrezcan, vuestro sentir de jóvenes católicas, afinado y sostenido por la sabiduría de la fe y por la práctica consciente de una vida sólida de piedad, os lo hará ver y discernir a la luz del Espíritu de Dios y con la ayuda de su gracia, obtenida merced a la oración y al auxilio de los consejos de quienes Nuestro Señor ha colocado a vuestro lado como guías y maestros. El claro conocimiento de vuestro deber, profundamente sentido, os hará animosas y decididas para apoyaros mutuamente en cumplirlo sin ninguna duda, con una firmeza y una resolución dignas de vuestro ardor juvenil.

[DyR 3, 93, 95-96, 100-101]