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[0423] • PÍO XII, 1939-1958 • LA GUERRA Y LA FAMILIA

Del Radiomensaje Circondati dal concorso, en el XXV Aniversario de su Consagración Episcopal, 13 mayo 1942

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[29.–] Entre las angustias y sufrimientos familiares, por Nos señalados, se destaca detrás del frente de la guerra, extendiéndose ya por todo el mundo, un segundo vastísimo frente, el frente de las familias angustiadas y heridas. Ya antes del conflicto, algunos pueblos, que ahora están en guerra, no alcanzaban a equiparar siquiera las cunas con las tumbas; y la guerra actual, en vez de remediarlo, amenaza con arrastrar a su ruina física, económica y moral hasta los nuevos troncos de la familia.

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[30.–] ¡Regidores de pueblos y naciones! Quisiéramos, por todo ello, dirigiros unas palabras de paternal amonestación: Sagrada es la familia; es la cuna no sólo de los hijos sino también de la Nación, y de su fuerza y de su gloria. ¡Que no se arranque ni se desvíe a la familia del alto fin querido por Dios! Que el esposo y la esposa, por un fiel cumplimiento de sus deberes conyugales y familiares transmitan, dentro del hogar doméstico, la llama de la vida corporal y, con ella, la vida espiritual y moral, la vida cristiana, a las nuevas generaciones: esto quiere Dios. Que en la familia, bajo la custodia de los padres, crezcan hombres de firme carácter y de recta capacidad, futuros miembros –preciosos y sin mancha– de la sociedad humana, valientes en las pruebas alegres o tristes, obedientes a los que mandan y a Dios: ésa es la voluntad del Creador. Que del hogar familiar, y luego también de la escuela, no se haga tan sólo el vestíbulo de un campo de guerra; que no se separen los esposos, el uno del otro, por tiempo ilimitado; que los hijos no se aparten de la vigilante custodia, corporal y espiritual, de los padres; que no se gasten inútilmente las rentas y las fortunas de la familia.

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[31.–] Unánime es el grito que desde el frente de la familia llega hasta Nos: ¡devolvednos a nuestra tarea de paz! Si os preocupa el porvenir de la humanidad, si vuestra conciencia da ante Dios algún valor a lo que para el hombre significan los nombres de padre y madre y a lo que constituye la verdadera felicidad de vuestros hijos, ¡devolved la familia a su trabajo de paz!

[DyR 4, 90-91]