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[0452] • PÍO XII, 1939-1958 • EL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO, FUENTE DE GRACIAS PARA LA FAMILIA

De la Instrucción Pastoral In meno, a los Párrocos y Cuaresmeros de Roma (Italia), 17 febrero 1945

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[5.–] Como las fuerzas naturales, pero en un grado incomparablemente superior, los sacramentos son una realidad, una realidad operante. Tienen la virtud de elevar al hombre, por encima de sí mismo y de todo el orden natural, hasta la esfera de lo divino, de infundir en él una vida nueva para hacerles vivir verdaderamente de Dios. Y no sólo se la infunden sino que además se la conservan y acrecientan. De tal suerte que el hombre, nacido de Dios, ya no es solamente criatura, sino hijo de Dios en un sentido verdadero y real, hermano y coheredero de Cristo, con un título personal que le asegura la consecución de la vida eterna, la visión beatífica y la perfecta posesión de Dios.

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[6.–] Este carácter es propio, exclusivamente, de la fe cristiana. Esta fe es la religión de la amistad personal entre Dios y su criatura, la religión de la filiación divina del hombre; y los sacramentos, principalmente el bautismo, son –como quien dice–los canales que comunican al hombre este nuevo ser, esta vida misteriosa.

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[7.–] En las bodas cristianas la virtud del sacramento está ligada al mutuo consentimiento de los esposos; su “sí” se convierte en una fuente de gracias; y de esta manera el vínculo conyugal está adornado de aquella dignidad sobrenatural que lo convierte en símbolo de la unión de Cristo y de la Iglesia; mientras que, por la santificación misma del matrimonio, los efectos benéficos del mundo superior de la gracia redundan también sobre la familia, y, mediante ella, sobre toda la vida social.

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[28.–] En relación con el sacramento del matrimonio, Italia no admite en su legislación el divorcio. Y es bueno advertir que no sólo lo rechaza la Iglesia: también de entre los juristas y sociólogos laicos se alzan voces autorizadas y contrarias al divorcio, recordando que conduce a la profanación y disgregación del santuario del matrimonio y la familia.

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[29.–] Desgraciadamente en cierta prensa se ha iniciado ya una abierta propaganda a favor del divorcio, que lleva el peligro de hacer que los incautos caigan en el error y se levante un movimiento en contra de la ley natural y divina, de la santa ley de Cristo. Los fieles católicos deben, por eso, permanecer bien seguros en los tres puntos fundamentales siguientes:

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[30.–] No pueden (los católicos) contraer verdadero matrimonio si no es con la fórmula prescrita por la Iglesia.

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[31.–] El matrimonio válidamente contraído entre personas bautizadas es por ello mismo un sacramento.

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[32.–] Este matrimonio válido entre bautizados, una vez consumado, no puede ser disuelto bajo ningún concepto por autoridad humana alguna, por poder alguno en la tierra, sino sólo por la muerte.

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[33.–] A vosotros, pastores de las almas, os corresponde imprimir profundamente estos tres principios en la mente y en la conciencia de los fieles, a fin de que sirvan de norma en su vida y puedan, como consecuencia, llevar en todas las circunstancias una conducta firme y segura.