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[0454] • PÍO XII, 1939-1958 • UNIDAD Y ESTABILIDAD FAMILIAR

Del Radiomensaje Nous sommes, a los fieles reunidos en la Basílica del Sagrado Corazón de París (Francia), 17 junio 1945

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[2.–] El valor y la prosperidad de un pueblo residen no ya en la acción ciega de una muchedumbre confusa, sino en la organización normal de las familias sanas y numerosas en las que reina, bajo la autoridad respetada del padre, bajo la sabia vigilancia y previsión de la madre, la unión íntima y confiada de los hijos.

Cada familia se extiende, se dilata con el parentesco, unido por los vínculos de la sangre. Las uniones entre familias, por medio de sus armoniosos enlaces, llegan a constituir de nudo en nudo toda una red, cuya flexibilidad y solidez aseguran la unidad vital de una nación, de la Patria, que es una gran familia en un gran hogar.

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[3.–] Esta red es tan perfecta y delicada que si un nudo se rompe o afloja, pone en peligro, con la integridad de la red, todo el organismo de la sociedad. Ahora bien, esta rotura o esta relajación, esta debilitación o esta degeneración de las familias, se produce con sus funestas consecuencias siempre que se atenta contra la santidad o la indisolubilidad del matrimonio, contra la fidelidad o la fecundidad conyugal; siempre que se pone en peligro la autoridad paterna por abdicación de los padres o por insubordinación de los hijos.

Los fragmentos de familias rotas o desorganizadas no sirven mejor para constituir una sociedad sana y estable que el conglomerado amorfo de individuos del que hablábamos recientemente (1).

1. Radio-message de Noël 1944 [AAS 37 (1945), 10-23].

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[4.–] Grande es, ciertamente, y noble y viva la felicidad de un hogar patriarcal intacto, tanto en su integridad como en su dignidad. Pero, ¡quién osaría negarlo!, esta felicidad es el premio del cumplimiento de austeros deberes, de la victoria sobre obstáculos o seducciones, sobre las pasiones desordenadas o sobre las tentaciones de la carne y el corazón. Pues bien, para ello es menester valor, valor generoso y, sobre todo, permanente, continuo a través de los años y de la vida.

A menos de ignorar extrañamente la debilidad humana, de cerrar obstinadamente los ojos ante la evidencia, es forzoso reconocer que tal valor no puede surgir, y menos aún, sostenerse por el solo efecto de los argumentos de la simple y fría razón.

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[5.–] La doctrina justa, la moral sublime, las esperanzas eternas de la fe cristiana contribuyen grandemente a engendrarlo. Pero no es principalmente la acción exterior la que proporciona a la religión de Cristo su saludable influencia, su maravillosa virtud para salvaguardar la pureza, la santidad del matrimonio y de la familia en medio de una falsa civilización, corrompida y corruptora.

Sino que Cristo actúa en las almas por la infusión de su gracia, más que por sus enseñanzas, exhortaciones y promesas. Cristo es, sobre todo, por medio de la Eucaristía “la fuente de la vida y de la santidad” (2).

2. Litanies du Sacré-Coeur.

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[11.–] [...] ¡Padres de familias cristianas, que sois el honor y la vitalidad de Francia: es cosa vuestra y es vuestro deber el obrar y el hablar en nombre de vuestra familia, en nombre de Francia, de esa Francia que, al día siguiente de los dolorosos desastres, ha esculpido en el frontispicio de vuestra basílica de Montmartre la conmovedora humildad de su arrepentimiento y el ardor de su amor y de su devoción: Gallia poenitens et devota!

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[12.–] En nombre, pues, de vuestras familias y de Francia, defended la santidad del matrimonio y la unidad del hogar, devastados por el diluvio; defended la autoridad de los padres y su libertad de educar cristianamente a sus hijos; defended la infancia y la adolescencia contra las propagandas impías, contra la exhibición de espectáculos escandalosos, contra las licencias perniciosas de una prensa y de una radio sin control.

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[13.–] En el nombre de vuestras familias y de Francia, reivindicad la decencia para vuestras ciudades, la dignidad en las calles y en las plazas públicas; reivindicad el derecho de todos vuestros conciudadanos a practicar abiertamente la religión; reivindicad para vuestro clero, vuestros religiosos, vuestras religiosas el derecho de hacer el bien a los pequeños, a los ignorantes, a los pobres, a los enfermos, a los moribundos.

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[14.–] En nombre de vuestras familias y de Francia, preparad y procurad la venida del Reino de Dios y del Corazón de Jesús a vuestra Patria, el reconocimiento de su Divina Majestad, la santificación del domingo y de las fiestas, el ejercicio del culto público, la práctica de la justicia, de la caridad social, de la fraternidad cristiana entre todos los franceses por medio de la reconciliación mutua, de la calma y del orden, en una palabra: la paz.

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[15.–] Acabáis de proclamar una vez más que creéis en la vocación cristiana de Francia. ¡Fiel es el autor de esta sublime vocación!3. ¡Que por medio de vosotras, familias cristianas, consagradas al Corazón de Jesús, Francia responda fielmente a esa vocación!

[EM, 514-520]

3. 1 Cor. 1, 9.