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[0455] • PÍO XII, 1939-1958 • EDUCACIÓN Y FORMACIÓN DE LOS JÓVENES PARA LA MISIÓN FAMILIAR

De la Alocución Prima di recitare, a un grupo de Aprendices y Trabajadoras Romanas, 1 julio 1945

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[2.–] I. Y antes que nada, es digno de todo elogio el fin que os proponéis: contribuir en cuanto de vosotras dependa a la defensa de la joven, a la fraternidad de las clases sociales, a la formación de las adolescentes de hoy para preparar a la sociedad religiosa y civil del mañana buenas esposas y madres de familia.

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[3.–] La defensa de la joven. ¡Qué magnífico trabajo y de cuánta necesidad en un tiempo en que, principalmente en las grandes ciudades, las dificultades de la vida, y a veces hasta la misma miseria, son objeto de una odiosa y criminal explotación, con gran peligro y daño de la joven, de su inocencia y de su dignidad! Ejercitáis, pues, el oficio de los ángeles de la guarda para con tantas muchachas que, apenas salidas de la escuela y todavía en el hogar paterno, se ven ya lanzadas al vértigo tempestuoso de la vida.

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[4.–] ¡La fraternal aproximación de las clases sociales...! ¡Qué dulces y benéficas resuenan estas palabras en los oídos cristianos, o sencillamente honestos, y qué distintas de los gritos desaforados de odios políticos y de rivalidades sociales que ahora llenan los aires!

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[5.–] La preparación de la joven para los deberes que la esperan en su propio hogar doméstico, las necesidades de la vida, obligan a un gran número de jovencitas a salir ya desde la adolescencia del hogar para trabajar en una oficina, en un taller, en una tienda. ¿Creéis vosotras que vivir así fuera de casa es la preparación ideal para cumplir más tarde los deberes de esposa y de madre? ¿O acaso no es más cierto que esto constituye el peligro de que precisamente allí surja, hasta en las mejores, todo un orden de ideas, de ansias, de costumbres, de inclinaciones, que han de servir bien poco para gozar del encanto sereno, pero sencillo y grave del hogar, que convirtiéndose poco a poco para ello, como en un sitio de paso, no inspira ya a sus almas ni interés ni amor? Luego fácilmente la imaginación, la sensibilidad, se abandonan, inocentes al principio, a sueños de un fascinador porvenir, a afectos, a esperanzas que no pueden durar, y que no podrán menos de quedar en vanas ilusiones. Entonces, roto el corazón, lleno de desilusión el espíritu, no irán ya con ardor entusiasta, con frescura juvenil, a ocupar un puesto en un hogar modesto. Y, después, ¿qué decir de aquéllas que, al contacto con la corrupción cínica y refinada que las rodea, cansadas de una existencia, primero generosa, luego cada vez más débil y muelle, acaban por ceder al respeto humano o a las malas inclinaciones; se dejan arrastrar por la frivolidad, esta pendiente resbaladiza, o se dan a una vida de disipación y de desorden en la embriaguez del lujo y de los falsos placeres?

[E 5 (1945/II), 53]