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[0495] • PÍO XII, 1939-1958 • PRIMACÍA DE LA ÉTICA SOBRE LA TÉCNICA

Del Radiomensaje Levate capita, de Navidad, 24 diciembre 1952

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[17.–] [...] Tenemos que responder que el carácter impersonal de semejante mundo contrasta con la tendencia totalmente personal de las instituciones que el Creador ha dado a la sociedad humana. En efecto, el matrimonio y la familia, el Estado, la propiedad privada tienden, por su naturaleza, a formar y a desarrollar al hombre como persona, a protegerlo y a hacerlo capaz de contribuir, con su voluntaria colaboración y responsa bilidad personal, al mantenimiento y al desarrollo, también personal de la vida social.

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[30.–] La sociedad moderna, en efecto, que quiere prever y organizarlo todo, choca, a causa de su concepción mecánica, con la vida que no puede sujetarse a cálculos cuantitativos, y más concretamente, con los derechos que el hombre ejercita conforme a su naturaleza bajo su única responsabilidad personal, es decir, como autor de nuevas vidas de las que él sigue siendo siempre el principal tutor. Estos conflictos íntimos entre sistema y conciencia suelen velarse con los nombres de: la cuestión de la natalidad y el problema de la emigración.

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[31.–] Cuando los esposos pretenden ser fieles a las leyes intangibles de la vida establecidas por el Creador, o cuando para salvaguardar esta felicidad tratan de abandonar las estrecheces que les aprietan en su patria y no encuentran otro remedio que la emigración –en otros tiempos sugerida por el ansia del dinero, hoy frecuentemente impuesta por la miseria–, he aquí que tropiezan, como contra una ley inexorable, con las medidas de la sociedad organizada, con el mero cálculo que ha fijado ya cuántas personas, en determinadas circunstancias, pueden o deben alimentar una nación en el presente o en el porvenir. Y a base de cálculos presupuestarios se trata de mecanizar también las conciencias; de aquí las disposiciones públicas para regular la natalidad, la presión del aparato administrativo de la llamada seguridad social, el influjo ejercido sobre la opinión pública en el mismo sentido, y, finalmente, el derecho natural de la persona a no ser impedida en la emigración o inmigración, no reconocido o prácticamente anulado con el pretexto de un bien común falsamente entendido o falsamente aplicado, pero que disposiciones legislativas o administrativas sancionan y dan por bueno.

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[32.–] Estos ejemplos bastan para demostrar cómo la organización inspirada por el frío cálculo, en su empeño de aprisionar la vida entre los estrechos marcos de cuadros fijos, como si fuese un fenómeno estático, viene a ser negación y ofensa de la vida misma y de su carácter esencial, que es el dinamismo incesante que le ha comunicado la naturaleza y se manifiesta en la variadísima gama de las circunstancias individuales. Sus consecuencias son muy graves. Numerosas cartas que Nos llegan revelan la aflicción de cristianos dignos y probos cuya conciencia se ve atormentada por la rígida incomprensión de una sociedad inflexible en sus ordenaciones, que a manera de máquina se mueve conforme al cálculo, pero sin compasión atropella y pasa por encima de los problemas que personal y profundamente les tocan en su vida moral.

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[33.–] Ciertamente, Nos no negaremos que tal o cual región esté al presente afectada por una relativa superpoblación. Pero querer salir del paso con la fórmula de que el número de los hombres debe reglamentarse según la economía pública, equivale a subvertir el orden de la naturaleza y todo el mundo psicológico y moral unido con ella. ¡Qué error sería echar a las leyes naturales la culpa de las angustias presentes, siendo manifiesto que éstas se originan de la falta de solidaridad de los hombres y de los pueblos entre sí!

[EM, 673-677]