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[0505] • PÍO XII, 1939-1958 • COLABORACIÓN DE LOS PADRES Y LOS PROFESORES EN LA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS

De la Alocución Le Giornate, a los participantes en el Congreso de la Unión Católica Italiana de Profesores de Enseñanza Media, 5 enero 1954

1954 01 05 0013

[13.–] Los jóvenes de quien debéis ocuparos no son seres abstractos, sino hijos de determinadas familias. ¿Por qué razón tantos esfuerzos de los profesores, tantas horas y tantos años de constante entrega dan a veces tan escasos frutos, si no es precisamente porque la familia, con su falta de acción educativa, sus errores pedagógicos, sus malos ejemplos, destruye día a día lo que el profesor se esfuerza penosamente por construir? ¿No tiene, pues, nada que decir a la familia? ¿No tiene nada que hacer para iluminarla, ayudarla, hacerla consciente de la complejidad y de la amplitud de su misión, inculcarle rectos conocimientos pedagógicos, corregir sus errores y estimular su celo? Es inadmisible que tantas familias crean haber cumplido con sus deberes hacia los hijos por el hecho de enviarlos a la escuela, sin preocuparse de colaborar íntimamente con los profesores, sobre los cuales piensan erróneamente que pueden descargar toda una parte de sus obligaciones. Esto es cierto sobre todo para la enseñanza elemental, pero también para la enseñanza media, puesto que en este momento, al crecer los adolescentes, comienzan a emanciparse de la sujeción de los padres, y ocurre a menudo que ellos oponen el profesor al padre, la escuela a la casa. Muchos padres se encuentran entonces como desautorizados ante el humor caprichoso de los hijos, y algunos errores de los que se cometen en tales años pueden resultar nefastos para el equilibrio del adolescente. Es éste un punto sólo entre muchos otros para mostrar que la colaboración de los padres y de los profesores debe ser constante y profunda. Por ello una de vuestras reuniones (noviembre de 1951) ha estudiado la “escuela como comunidad educativa”, y Nos alentamos gustosos cuanto facilite y haga cada vez más estrecha la colaboración de la escuela y de la familia. Ésta escoge el profesor para preparar al adolescente a vivir en la ciudad y en la Iglesia su vida de adulto. La familia no debe y no puede abdicar de su oficio de dirección; la colaboración es natural y necesaria, pero supone, para que sea fecunda, mutuo conocimiento, relaciones constantes, unidad de miras, rectificaciones sucesivas. Sólo entonces los profesores podrán hacer efectivo su ideal. La familia debe ser el más sólido apoyo del profesor en todos los grados: local, sindical, nacional. Él es en primer lugar el delegado de la familia, y solamente después, si se presenta el caso, el oficial público o el empleado del Estado o de la sociedad de enseñanza.

[E 14 (1954/I), 64]