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[4.–] El progreso material mediante la búsqueda y el aprovechamiento de las fuerzas naturales continúa sin reposo su camino y la Iglesia aprueba esta evolución, incluso en sus principios, pero os hace una advertencia urgente: cuando el progreso material no está contrabalanceado por fuerzas religiosas y morales poderosas, aquél peligra de convertirse en azote para la sociedad humana. ¿Dónde deberán buscarse estas fuerzas sino en la Iglesia católica y entre sus fieles?

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[5.–] El materialismo, el proceso de laicización de toda la existencia se despliega en el ámbito espiritual y religioso. La idea de Dios, el respeto y el temor de Dios van siendo cada vez más apartados de la vida pública, de la familia e incluso, de modo casi fatal, de la vida del individuo. Tal proceso ha progresado ya mucho. ¿A quién toca afrontar este problema sino a vosotros, queridos hijos de la Iglesia católica? Con vuestras oraciones, vuestro amor por Cristo, vuestra lucha contra el pecado y por la pureza del alma en todos los aspectos, con todos aquellos valores supremos de la vida religiosa y los que de ella derivan, esto es, vuestro empeño público por la causa de Dios, de Cristo y de su Iglesia.

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[6.–] Las dificultades del matrimonio y de la familia aumentan al mismo ritmo en que se acentúa su alejamiento de los preceptos esenciales y de los Mandamientos de Dios. Con tanta más razón tenéis vosotros el deber, queridos hijos e hijas, de observar perfectamente la ley de la naturaleza y la de Cristo con el auxilio de la gracia que a todos se ofrece. No es ésta la hora de la pusilanimidad ni de las concesiones que repugnan a la conciencia, sino de la tenacidad denodada y de la perseverancia.

[AnPe 8 (1954), 55-56]