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[0527] • PÍO XII, 1939-1958 • EXCELENCIA DE LA VIRGINIDAD SOBRE EL MATRIMONIO

De la Alocución Vi diamo, a las Superioras Religiosas Hospitalarias, 24 abril 1957

1957 04 24 0006

[6.–] Es verdad de fe, recordada recientemente por Nos en la encíclica Sacra Virginitas (de fecha 25 de marzo de 1954)[1], que el alma virgen contrae vínculos de absoluto e indisoluble amor que la unen directamente con Dios, más aún, con Dios-encarnado, con Jesucristo. En efecto, todo cuanto ha recibido para ser esposa y madre, lo ofrece ella en holocausto sobre el altar de una renuncia plena y perpetua. El alma virgen, para llegar al corazón de Dios, para amarlo y ser amada por Él, no pasa a través de numerosos corazones ni se detiene a tratar con otras criaturas. Nada se interpone entre Jesús y ella: ningún obstáculo, ningún diafragma.

[1]. [1954 03 25/23].

1957 04 24 0007

[7.–] Por el contrario, el matrimonio, a pesar de ser verdadero sacramento, una de las siete fuentes de la gracia instituidas por Cristo mismo; a pesar de suponer la ofrenda recíproca del uno y del otro cónyuge; a pesar de realizar una auténtica fusión de vidas y destinos: encierra, no obstante, a los ojos de Dios, algo de lo que uno no quiere desprenderse, algo que no se entrega plenamente. Sólo las almas vírgenes ofrecen lo que, para otras criaturas amantes, es una meta inaccesible; para ellas, el primer grado de elevación es también el supremo; y el término de la ascética es –al mismo tiempo– una cumbre y un abismo de profundidad.

[EM, 753-754]