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[0528] • PÍO XII, 1939-1958 • LA SAGRADA FAMILIA, MODELO DE LAS FAMILIAS CRISTIANAS

De la Alocución Como una nueva, a una peregrinación de familias de Barcelona (España), 9 mayo 1957

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[4.–] Entre las no pocas solicitudes que nuestro ministerio pastoral continuamente nos impone, es para Nos objeto de preocupación continua ese elemento esencial de la sociedad y de la Iglesia que se llama la familia. Y al pensar en los daños que hoy producen o pueden producir en ella el ansia exagerada de bienestar material, que huye de la responsabilidad y del sacrificio; las agitaciones de la vida cotidiana, que hacen olvidar los superiores intereses espirituales; las exigencias del trabajo para todos, que disgrega el núcleo central familiar dispersando sus elementos; la tendencia a romper con los límites impuestos por la misma naturaleza al recato y al pudor, que quiere convertir a la mujer en algo bien distinto de esa cosa sagrada que es una madre; los principios falsos y disolventes que quisieran reducir lo que es un sacramento a una fútil unión caprichosa, temporánea y accidental; el excesivo espíritu de independencia, que no puede soportar ningún freno ni ninguna autoridad; volvemos espontáneamente los ojos a la Familia de Nazaret, y una vez más, siguiendo las huellas de nuestros ilustres predecesores, la proponemos al mundo “para que en ella puedan todos encontrar un motivo y una invitación para el ejercicio de todas las virtudes” (cfr. Neminem fugit, Leo XIII, 14 de junio de 1892.–Leonis X Acta, vol. XII, págs. 149 ss.)[1].

[1]. [1892 06 14/1].

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[5.–] Aprendan en ella los padres de familia la debida diligencia en procurar el verdadero bien de los suyos, rigiéndolos y encaminándolos a la patria eterna con perfecta conciencia de su propia responsabilidad, como representantes de Dios, que todo lo dirige con providencia y con amor; teniendo por entendido que de nada les servirá haber sido capaces de dirigir una empresa o una sociedad si no han sabido regir su misma familia. Aprendan las madres a ser la compañera afectuosa, la educadora sabia y profunda y la reina de un hogar, que ha de tener como base principal su abnegación y su continuo sacrificio; sin olvidar jamás que, por encima de todas sus obligaciones sociales, están sus deberes para con la pequeña sociedad, cuyo trono, sobre todo en el orden religioso, puede depender especialmente de ella. Aprendan, finalmente, los hijos aquella sumisión y aquella obediencia, que para ellos es principio educador y para la familia es elemento de cohesión indispensable, en la seguridad de que por este camino recibirán orientación en la vida, y en su misma personalidad se verán continuadas las virtudes familiares, con ese orden y esa jerarquía que la misma naturaleza impone en todas sus cosas.

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[6.–] Y entonces el hogar cristiano, a imitación de la casa de Nazaret, será un verdadero templo, donde se ora en común y se siente la presencia de un Dios, que cada uno mira y sirve desde su propio puesto; entonces será la primera y la más necesaria de todas las escuelas, donde se aprende insensiblemente la práctica de todas las virtudes; entonces podrá ser, como fue siempre, el refugio de las horas amargas, el lugar de expansión en las alegres, el centro de compenetración de los espíritus y el complemento natural de lo que cada uno de sus elementos necesita para cumplir con su función social y hasta para satisfacer mejor sus deberes como cristiano y como hijo de la Iglesia.

[DR 19, 166-167]

 

© Javier Escrivá-Ivars y Augusto Sarmiento. Universidad de Navarra