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[0538] • PÍO XII, 1939-1958 • VIRGINIDAD Y MATRIMONIO

De la Alocución Quattro mesi, a la  Juventud Femenina de la Acción Católica Italiana, 3 julio 1958

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[13.–] Hay otras entre vosotras –y son la mayoría– a las que Dios ha llamado o llamará pronto a ser flores que no permanecerán tales, porque deberán fructificar un día, si place a Dios, en un hogar santo.

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[14.–] Nos hemos tenido que reprobar en varias ocasiones el error de los que afirman que la virgen cristiana es algo mutilado, algo incompleto, algo que no consigue la perfección del propio ser. La virginidad, por lo contrario, es como un vivir angelical, es un estado por su excelencia superior al matrimonial (4). Pero de otra parte, esta superioridad nada quita a la belleza y grandeza de la vida conyugal.

4. Cfr. Encycl. Sacra Virginitas, 25 Mart. 1954 – Acta Ap. Sedis, a. 46, 1954, pag. 161-191 [1954 03 25/1-72].

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[15.–] Sed, pues, conscientes, queridas hijas, ya desde ahora, de la grandeza de la esposa cristiana, de la madre cristiana. Si tal conciencia es en vosotras oportuna y clara, seréis inducidas a no omitir nada a fin de prepararos dignamente para la misión sublime que os espera. Un día –os lo deseamos paternalmente– os postraréis a los pies del altar y estará junto a vosotras un joven resuelto a vivir con vosotras su vida. Aquel día seréis ligadas por un vínculo del que es autor Dios, cuya materia es nobilísima, cuyo consentimiento es sagrado; un contrato que Jesús quiso elevar a la dignidad de sacramento, poniéndolo así entre el número de las cosas que son y se presentan como las consecuencias más sugestivas y más salutíferas de la Encarnación.

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[16.–] Pues, habiéndose Dios hecho hombre, la naturaleza humana se convirtió en instrumento real de vida para el Verbo Divino, para la segunda Persona de la Santísima Trinidad. Las obras humanas de Cristo fueron así obras de Dios, y tuvieron, consiguientemente, valor divino. Puesto que la Encarnación es el misterio por el cual un cuerpo y un alma humana formaron con la naturaleza divina del Verbo una sola persona, de modo que el apóstol Juan pudo escribir: El Verbo se hizo carne5.

5. Io. 1, 14.

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[17.–] Efecto de la gracia, que es conferida según la medida con la que el Verbo encarnado quiso darla6, es que los hombres, con su alma, su inteligencia, voluntad y acción, y también con su cuerpo, son hechos realmente partícipes de la divina naturaleza y se convierten en hijos de Dios. De esta forma también las nupcias cristianas adquieren una especial dignidad, y en virtud del Sacramento del matrimonio, una institución humana –la comunidad familiar– se transforma en instrumento de acción divina, de modo que ella está directamente santificada y vuestra misma unión conyugal recibe una particularísima impronta de Dios.

6. Cfr. Eph. 4, 7.

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[18.–] Pero si vuestro estado será un día tan grande; si vosotras estáis llamadas a ser un día cooperadoras de Dios en la transmisión de la vida, necesario es que nazca en vosotras y se fortifique cada vez más la voluntad resuelta de ser santas: de ser tales como esposas, en la misma unión conyugal y en el mismo ejercicio de vuestro amor. Junto a la cándida falange, que Nos deseamos crezca cada día más, de las vírgenes estará también la muchedumbre de las esposas santas. Las cuales no se contentarán con pedir a Dios la simple bendición de su amor y de su unión, sino que Le pedirán que ponga un germen misterioso en sus almas, hechas casi un alma sola, con su esposo; un germen que florecerá y fructificará en santificación suya y de sus hijos.

[EyD, 2165-2166]