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[0541] • PÍO XII, 1939-1958 • CONSULTAS GENÉTICAS

De la Alocución Le Congrès, al VII Congreso de la Sociedad Internacional de la Transfusión de Sangre, 5 septiembre 1958

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[9.–] [...] Nos expondremos algunos aspectos, según las informaciones que Nos habéis suministrado, así como los remedios que se han intentado aportar considerando las implicaciones morales que ello supone. De una manera general, es necesario señalar primeramente la necesidad de suministrar al público las informaciones indispensables sobre la sangre y su herencia, a fin de permitir a los individuos y a las familias ponerse en guardia contra desagradables eventualidades. Con este fin se pueden realizar a la manera del “Dight Institute” americano, servicios de información y de consulta, que los novios y los esposos puedan interrogar con toda confianza sobre las cuestiones de la herencia, a fin de mejor asegurar la felicidad y seguridad de su unión.

Estos servicios no solamente darán informaciones, sino que ayudarán a los interesados a aplicar los remedios eficaces. En una obra que se Nos ha asegurado constituye una verdadera autoridad en la materia –Sheldon C. Reed, Counseling in Medical Genetics–, hemos podido leer que la función principal de la consulta es hacer comprender a los interesados los problemas de genética que se presentan en sus familias. En casi todos los hogares parece que se encuentran situaciones difíciles concernientes a la herencia de alguno o más de sus miembros. Puede llegarse incluso a que el marido y la mujer se acusen recíprocamente de una anomalía que se manifiesta en su hijo. Con frecuencia, el especialista consultado puede intervenir con éxito para atenuar la dificultad. Advertidos del daño y de su trascendencia, los padres podrán entonces tomar una decisión, que será “eugénica” o “disgénica”, frente al carácter hereditario considerado. Si ellos deciden no tener hijos, su decisión es eugénica, es decir, ellos no propagarán más el gene defectuoso al engendrar hijos enfermos o portadores normales. Si, como ocurre frecuentemente, el número de probabilidades de engendrar un hijo portador de este defecto es menor de lo que suele creerse, entonces pueden decidirse a aceptar más descendencia. Esta decisión es disgénica, porque propagan el gene defectuoso en lugar de impedir su difusión. En definitiva, el efecto de la consulta genética es animar a los padres a tener más hijos, hijos que ellos no hubieran tenido sin la misma, puesto que las probabilidades de tener un caso desgraciado son inferiores a lo que habrían pensado. Aunque la consulta puede parecer disgénica por lo que atañe al gene anormal, sin embargo, debemos hacer constar que las personas que se preocupan debidamente del futuro, hasta el punto de pedir consejo en estas materias, poseen una elevada concepción de sus deberes de padre. Desde el punto de vista moral, sería deseable que estos casos se multiplicaran.

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[10.–] Se pregunta frecuentemente al Dight Institute si existen relaciones entre la consulta y los deberes religiosos del consultante. En realidad, la consulta genética hace abstracción de los principios religiosos. Ella no responde a los padres que preguntan si deben tener todavía más hijos y les deja la respon sabilidad de la decisión. El Instituto Dight no es, pues, una clínica destinada a reprimir la fecundidad, no suministra informaciones sobre el modo de planificar las familias, porque esta cuestión no entra en sus objetivos.

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[11.–] La obra de la que hemos tomado estas indicaciones señala con fuerza y claridad la importancia del trabajo que permanece sin cumplir en este dominio: “La muerte –dice– es el precio de la ignorancia de la genética de los grupos sanguíneos. Felizmente, el médico dispone en la actualidad de conocimientos suficientes para ayudar a los hombres a realizar con más seguridad el deseo –muy íntimo y pujante en buen número de ellos– de tener una familia feliz de hijos bien dotados. Si la pareja es estéril, el médico tratará de asegurar la fecundidad; les pondrá en guardia contra peligros que no sospechan; les ayudará a engendrar hijos normales y bien constituidos.

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[12.–] Mejor advertidos de los problemas planteados por la genética y de la gravedad de ciertas enfermedades hereditarias, los hombres de hoy tienen, más que en el pasado, el deber de tener en cuenta estas adquisiciones para evitarse y evitar a los demás numerosas dificultades físicas y morales. Deben prestar gran atención a todo cuanto pudiera causar a su descendencia daños permanentes, y hacerla caer en una secuela interminable de desgracias. Recordamos, a este propósito, que la comunidad de sangre entre personas, sea en las familias, sea en las colectividades, impone ciertos deberes. Aunque los elementos formales de toda comunidad humana sean de orden psicológico y moral, la descendencia forma la base material, que debemos respetar, y a la que no hemos de causar daño bajo ningún aspecto.

[EM, 772-776]