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[0546] • JUAN XXIII, 1958-1963 • LA FAMILIA, ESCUELA DE VIRTUDES

De la Alocución Con profonda gioia, al IX Congreso Nacional del “Centro Femenino Italiano”, 1 marzo 1959

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[3.–] ¡Ah, qué tesoros de virtud, de generosidad, de heroicas renuncias hay encerrados en esta silenciosa y laboriosa multitud de mujeres italianas, en cuyas manos está la serenidad de las familias, la sana y recta educación de los hijos, el futuro mismo de la Iglesia y de la Patria!

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[4.–] Desde que el Señor quiso llamarnos al supremo gobierno de su Iglesia, habéis oído a menudo hablar del nuevo Papa como proveniente de una modesta familia de Bérgamo. Pues bien, lo decimos con un sentimiento de gran emoción y de profunda gratitud a Dios; sí, a nuestra familia, no tan pobre en verdad como a algunos plugo presentarla, pero rica sobre todo en bienes celestiales; a los ejemplos de nuestros buenos padres, papá y mamá, siempre grabados en el corazón; al ambiente de bondad, de sencillez y de rectitud que hemos respirado desde la infancia, debemos gran parte de nuestra vocación sacerdotal y apostólica [...].

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[5.–] Don preciosísimo es la familia, que, fundada por divina disposición sobre las diversas y complementarias aptitudes de los cónyuges, encuentra en la mujer su celoso guardián. A las mujeres, por tanto, recomendamos el amor a la familia, entendida como ambiente natural para el desarrollo de la persona humana y como refugio providencial en el que se aplacan y se mitigan las tempestades de la vida, se apagan las excitaciones de las inclinaciones desordenadas y se combaten los influjos de los malos ejemplos. Este santuario –lo decimos con llanto del corazón– está amenazado por muchas insidias. Una propaganda a veces incontrolada se sirve de los medios poderosos de la prensa, del espectáculo y de las diversiones para difundir, especialmente en la juventud, los gérmenes nefastos de la corrupción. Es necesario que la familia se defienda, que las mujeres tomen con valor y con sentido de responsabilidad su puesto en esta obra y sean incansables en vigilar, corregir, enseñar y discernir el bien del mal; aprovechando también, cuando es necesario, la tutela de la ley civil.

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[6.–] El pasaje del Evangelio que en esta tercera Dominica de Cuaresma se ha leído durante la santa misa refiere las palabras de una mujer anónima que admirando la sabiduría y la calma soberana de Jesús, exclama levantando la voz por encima de la muchedumbre: “Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron” (Luc 11, 28). Con toda razón po dían aplicarse estas palabras a María; pero también a todas las mujeres se les puede decir lo mismo si sus hijos, en los ásperos y difíciles caminos de la vida, saben conducirse como verdaderos cristianos, según las enseñanzas recibidas. ¡Bienaventuradas también vosotras, mujeres y madres de Italia, y muy meritorios vuestros sacrificios y vuestras fatigas, vuestras alegrías y vuestras lágrimas, si sabéis tener fe en vuestra sublime vocación!

[E 19 (1959-I), 301-302]