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[0589] • PAULO VI, 1963-1978 • LA IGLESIA ENSEÑA LA LEY DE DIOS SOBRE LA REGULACIÓN DE LA NATALIDAD

De la Alocución L’intentione, al Sacro Colegio Cardenalicio, 23 junio 1964

1964 06 23 0036

[36.–] El problema, todos hablan de él, es el del llamado control de la natalidad, es decir, el aumento de las poblaciones, por un lado, y de la moralidad familiar, por otro. Problema grave en extremo, afecta a las fuentes de la vida humana; afecta a los sentimientos e intereses más íntimos de la experiencia del hombre y de la mujer. Problema en extremo complejo y delicado. La Iglesia reconoce sus aspectos múltiples, es decir, sus múltiples competencias, entre las cuales ciertamente campea la de los cónyuges, la de su libertad, la de su conciencia, la de su amor, la de su deber. Pero la Iglesia debe afirmar también la suya, la de la ley de Dios por ella interpretada, enseñada, favorecida y defendida; y la Iglesia tendrá que proclamar esta ley de Dios a la luz de las verdades científicas, sociales, psicológicas, que en estos últimos tiempos han difundido nuevos y amplios estudios. Será preciso considerar atentamente este desarrollo tanto teórico como práctico del problema. Es lo que está realizando precisamente la Iglesia. El problema está sometido a un estudio lo más extenso y profundo posible, es decir, lo más grave y honrado, como conviene a materia de tanta importancia.

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[37.–] Está sometido a un estudio, decimos, que esperamos prontamente concluir con la colaboración de muchos e insignes estudiosos. Daremos pronto sus conclusiones en la forma más adecuada al objeto tratado y al fin que se trata de conseguir. Pero digamos, entretanto, con franqueza, que todavía no tenemos motivos suficientes para creer superadas y, por tanto, no obligatorias las normas establecidas por el Papa Pío XII a este respecto [1]; han de tenerse, por tanto, como válidas al menos mientras no nos creamos en conciencia obligados a modificarlas. En tema de tanta gravedad es conveniente que los católicos sigan una única ley, la que la Iglesia autorizadamente propone; sin embargo, creemos oportuno recomendar que ninguno se arrogue el derecho a pronunciarse en términos distintos a las normas vigentes.

[E 24 (1964), 887]

[1]. [Cf. Aloc. Vegliare con sollecitudine: 1951 10 29/31-42].