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[0599] • PAULO VI, 1963-1978 • SERVICIO DE LOS ESPOSOS A LA VIDA

De la Alocución Nous sommes heureux, a la Comisión de Estudio de los Problemas de la Población, la Familia y la Natalidad, 27 marzo 1965

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[4.–] [...] Pero insistentemente os suplicamos que no perdáis de vista la urgencia de una situación que pide a la Iglesia y a su autoridad suprema indicaciones sin ambigüedad. No se puede permitir que la conciencia de los hombres quede expuesta a las incertidumbres que hoy, con demasiada frecuencia, impiden que la vida conyugal se desarrolle de acuerdo con los designios del Señor. Además, aparte de los acuciantes problemas de los esposos, se plantean también algunos problemas económicos y sociales: problemas –lo decíamos en nuestra alocución del 23 de junio pasado [1]– que la Iglesia no pretende descuidar.

[1]. [Cfr. Aloc. L’intenzione: 1964 06 23/36-37].

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[5.–] Queridos hijos, éstos son los planos en que se sitúa vuestra investigación: por un lado un mejor conocimiento de las leyes fisiológicas, de las aportaciones de la sicología y de la medicina, de los movimientos demográficos y de los cambios sociales; por otro lado, y de forma especial, el plano de la luz superior que proyectan sobre estos hechos la fe y la doctrina tradicional de la Iglesia. Como buena madre, la Iglesia se preocupa, en todas las épocas, de dar una respuesta apropiada a los grandes problemas que se plantean a los hombres; con esta intención acoge, siguiendo el consejo del Señor, “lo nuevo y lo antiguo”, para que el fermento del Evangelio rinda toda su riqueza y proporcione a los hombres la abundancia de la vida sobrenatural.

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[6.–] En este caso el problema que se plantea puede resumirse así: ¿En qué forma y de acuerdo con qué normas deben llevar a cabo los esposos, en el ejercicio de su amor mutuo, el servicio a la vida que su vocación les pida? La respuesta cristiana se inspirará siempre en la conciencia de los deberes, de la dignidad del estado conyugal –en el cual el amor de los esposos está ennoblecido por el sacramento– y de la grandeza del don que se le hace al niño que es llamado a vivir.

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[7.–] Guardiana de la ley de Dios, natural y positiva, la Iglesia no permitirá que se desestime el precio de la vida, ni la sublime originalidad del amor que es capaz de superarse en el don entre ambos esposos, y luego en el don más desinteresado aún de los dos al nuevo ser.

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[8.–] Quizá nuestro tiempo haya adquirido una conciencia más aguda de estos elementos, que los tiempos pasados. ¿Si se han planteado problemas muy difíciles –precisamente los que os pedimos que examinéis con toda serenidad y libertad de espíritu– no está ahí, en la profundización a que acabamos de aludir, el anuncio de soluciones a los problemas que hoy parecerían tan dificultosos de resolver? Nos así lo creemos y esperamos.

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[9.–] Hemos querido que fuera amplia la base de vuestras investigaciones, que estuvieran mejor representadas en ella las diversas corrientes del pensamiento teológico, que los países que se enfrentan con graves problemas en el plano sociológico pudieran hacer oír su voz entre vosotros, que los seglares, y especialmente los esposos, tuvieran sus calificados representantes en una empresa tan grave.

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[10.–] Y ahí estáis, comprometidos en una nueva y decisiva etapa de vuestra tarea. Confiamos que sabréis realizarla con coraje hasta el final. Os lo repetimos, el problema es demasiado importante, la incertidumbre de algunos es demasiado dolorosa, como para que no os sintáis acuciados por la urgencia de la caridad hacia todos aquellos a quienes debemos una respuesta. Vuestros trabajos, lo esperamos, nos proporcionarán sus elementos.

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[11.–] Aplicaos, pues, de corazón a vuestra tarea, dejad que madure lo que debe madurar, pero escuchad la angustia de tantas almas y trabajad con diligencia, sin preocuparos por las críticas ni por las dificultades. Estáis al servicio de la Iglesia y del Vicario de Cristo, que pide para vuestra Comisión la luz del Altísimo y bendice paternalmente a vuestras personas, a vuestras familias y a vuestros trabajos.

[E 25 (1965), 527]