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[0725] • PAULO VI, 1963-1978 • POSIBILIDAD DEL IDEAL CRISTIANO DEL MATRIMONIO

De la Alocución Frères bien aimés, al Comité para la Familia, 12 marzo 1975

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[2.–] Sí, la Iglesia reconoce con satisfacción la honestidad, el valor, digamos incluso la santidad de la unión conyugal del hombre y de la mujer, de la entrega plena y recíproca de sus seres, en un amor del que participa toda su persona y que significa un lazo fiel, exclusivo, indisoluble. E incluso, para los cristianos, este lazo matrimonial adquiere un aumento de valor, de sentido, de carácter sagrado; resulta capaz de expresar la unión de Cristo y de la Iglesia, del amor sin fisuras del Señor y de garantizar su irradiación, su realización, a nivel de la célula familiar. ¡El matrimonio entre bautizados ha sido elevado a la categoría de un sacramento! Jamás dudemos en dar testimonio de esta nobleza del matrimonio.

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[3.–] Precisamente con este espíritu la Iglesia subraya también la delicadeza moral del estado del matrimonio, la dignidad de las relaciones entre hombre y mujer y la responsabilidad de los esposos. Todas las manifestaciones de ternura en el mismo están ordenadas a la entrega espiritual de sus personas, siendo el cuerpo la expresión del alma y el templo del Espíritu Santo; armonía difícil que tiene necesidad de ser curada y fortalecida. Por otra parte, el amor conyugal no solamente debe dominar el instinto, sino que constantemente debe superar el egoísmo a fin de que el cónyuge sea amado por sí mismo, con un amor diferente y complementario, y que el dinamismo común que resulta de este amor sea puesto al servicio de los demás; del hijo que va a nacer, de la familia, de la sociedad, de la Iglesia.

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[4.–] La gracia del matrimonio es necesaria para esta superación. Con ella el éxito no resulta quimérico. Sin duda, existen dificultades, porque el corazón humano ha sido siempre frágil. La sociedad actual acepta y favorece una relajación de las costumbres; aquí y allí, las leyes civiles evidencian esa relajación y la favorecen, lo que obliga a los cristianos a incrementar la fuerza moral y espiritual. Finalmente, las condiciones de alojamiento, de trabajo, el entorno, gravitan pesadamente sobre la vida de la familia, y es necesario realizar todos los esfuerzos para solucionarlas. Pero la misma institución familiar es más sana y más sólida de lo que algunos querrían hacernos creer. Y el ideal cristiano del matrimonio sigue siendo posible; es más necesario que nunca proclamarlo y fortalecer en este punto la buena voluntad de los esposos y de los hogares.

[E 35 (1975), 441]