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[0734] • PAULO VI, 1963-1978 • LA MISIÓN FUNDAMENTAL DE LA FAMILIA EN LA SOCIEDAD MODERNA

De la Alocución Sean nuestras primeras, a la Comisión Pontificia para la América Latina, 20 octubre 1975

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[5.–] La familia, en efecto, está en el centro de la crisis y de las contestaciones que sacuden a la sociedad moderna, precisamente por ser ella la institución fundamental de la sociedad y la garantía de su estabilidad y carácter humano. Frente a las ideologías que quisieran manipular las sociedades, cambiando la imagen de la familia y sus funciones dentro de la sociedad, la Iglesia –lo sabéis muy bien– desea que en todos los campos se le dedique una atención prioritaria porque cree firmemente en su misión. Si Dios se nos ha revelado como Padre; si Cristo ama a la Iglesia como el esposo a la esposa, ¿cómo no vamos a tener la certeza de que la familia existirá hasta el fin para ofrecer al mundo un testimonio de amor?

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[6.–] Vuestra clara visión pastoral os invita a hacer un diagnóstico de los males que aquejan actualmente a la familia: incomprensión entre las generaciones, aumento del número de divorcios, rechazo egoísta de la vida, infidelidad conyugal, uniones irregulares, etc. Pero vuestra atención no se fija solamente en estos fenómenos, sino que los sobrepasa para buscar sus causas y explicaciones: falta de preparación a la vida familiar, pérdida del sentido de responsabilidad y del sentido moral, efecto a su vez de una educación insuficiente, de la inmoralidad del medio ambiente, de un materialismo que deja en olvido los valores y los gozos del espíritu.

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[7.–] Pero profundizando más, vemos también cómo hoy día ciertos valores se presentan ante nosotros con acentos nuevos: participación, diálogo, autenticidad, respeto de la persona, promoción de la mujer, reconocimiento de los derechos de la juventud. Son valores que, reconozcámoslo, abren nuevas perspectivas a la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo. Vosotros, en cuanto pastores, contáis con gracias y luces abundantes para animar y ayudar a las familias, poniendo en práctica aquellas iniciativas que os vayan sugiriendo las necesidades locales.

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[8.–] La experiencia reciente muestra cuán fácil resulta la degradación moral y espiritual de la familia incluso en regiones donde ésta constituye su riqueza más pura. Es de lamentar la insensibilidad demostrada por amplios sectores de la opinión pública ante la actitud de personas y grupos que niegan al Magisterio la competencia en materia de moral conyugal, declarándose al mismo tiempo indulgentes con el divorcio y las experiencias extramatrimoniales. Estos falsos maestros han hecho mucho daño logrando esparcir sus voces por el mundo entero.

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[9.–] ¿No estarán pues los Pastores en deuda con el Pueblo de Dios? Porque cuando éstos tienen la valentía de hablar, demostrando así su fe en el Sacramento del matrimonio y su confianza en el porvenir de la familia, encuentran eco en los mejores sentimientos del corazón humano e incluso en los medios más insospechados.

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[10.–] A ello debe animaros el florecimiento de asociaciones y grupos que van surgiendo en todo el mundo, dispuestos a solidarizarse con las enseñanzas del Magisterio para caminar juntos por las vías de la fidelidad. Esto mismo nos lo han atestiguado tantos nuevos matrimonios que han venido a Roma durante este Año Santo.

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[11.–] Pedimos al Señor que os ilumine y os sostenga en este vuestro amor hacia los humildes y los débiles, para quienes la familia constituye a veces la única riqueza. Y sea Él quien haga fructuosa vuestra tarea para que el mundo vea que representáis de veras al Dios del amor, autor de la naturaleza y de la gracia, cuya ley es el único secreto de felicidad para toda la humanidad.

[AAS 67 (1975), 652-654]

 

© Javier Escrivá-Ivars y Augusto Sarmiento. Universidad de Navarra