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[0772] • PAULO VI, 1963-1978 • LA INFANCIA, SU PUESTO Y SUS DERECHOS EN EL MUNDO DE HOY Y DE MAÑANA

Del Discurso With the approach, al Director Ejecutivo de UNICEF y responsable de la coordinación del Año Internacional del Niño, 28 junio 1978

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[4.–] El interés de la Iglesia por este acontecimiento está de acuerdo con su constante solicitud por el bien de los niños a través de los siglos. Esta solicitud es una expresión de fidelidad al programa que le encomendó su Fundador Jesucristo, que afirmó: “Quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él” (Lc 18, 17). Y sobre todo, Cristo identifica al niño con su misma persona: “Quien recibe a uno de estos niños en mi nombre, a Mí me recibe” (Mc 9, 36). Por tanto para la Iglesia católica el servicio a los niños no es un objetivo transitorio, sino que por el contrario es una tarea continua revestida de dignidad y de prioridad permanente.

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[5.–] La agudización del interés por las necesidades reales de los niños está motivada además en todas partes por la percepción realista de la presente situación del mundo. A pesar de los progresos de la técnica, hay niños que siguen sufriendo y muriendo por falta de alimentación básica, o también víctimas de violencias y conflictos armados que ellos todavía no comprenden. Otros son víctimas de falta de afecto. Hay personas que envenenan la mente de los jóvenes transmitiéndoles prejuicios e ideologías vacías. Y en el día de hoy se explota a los niños hasta el punto de utilizarlos para satisfacer las depravaciones más bajas de los adultos. Un aspecto vil de esta explotación es el hecho de que con frecuencia el niño está controlado por fuerzas poderosas movidas por el afán de lucro.

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[6.–] Al extender más lejos nuestra mirada sobre la situación del mundo, vemos que hay otra discriminación dañosa que grava sobre el niño y valdría mucho la pena que atrajera la atención plena del Año Internacional del Niño. En nuestro tiempo algunas personas consideran al niño como un peso y una limitación de la libertad, más que como expresión viviente del amor de los padres. Otros niegan al niño el derecho fundamental a tener una madre y un padre unidos en matrimonio. Sin embargo, toda la sociedad debe responder con firmeza que sin duda alguna el niño tiene el derecho dado por Dios de nacer, el derecho a una madre y un padre unidos en matrimonio, el derecho a nacer en una familia normal. Sería una forma de contradicción si con ocasión del Año Internacional del Niño, se promovieran actividades motivadas y encaminadas a que el niño fuera menos aceptado, o incluso, a impedir que naciera en la sociedad.

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[7.–] Para cumplir su fin, este Año está llamado a proclamar el valor inestimable del niño en el mundo de hoy: el niño en cuanto niño, en cuanto persona humana, y no meramente en cuanto adulto en potencia. La niñez es una fase esencial de la vida humana, y cada niño tiene derecho a vivir la infancia en plenitud y a aportar su contribución original a la humanización de la sociedad y a su desarrollo y renovación. Todos tenemos conocimiento personal de esta aportación de los niños al mundo. ¿Quién no se ha impresionado ante la percepción de las situaciones, la percepción sencilla, directa e inocente de que son capaces los niños; ante su generosidad abierta y amorosa; ante su ausencia de prejuicios y discriminaciones; ante su gozo contagioso y su espontáneo sentido de hermandad, y también ante su capacidad de grandes sacrificios y de idealismo?

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[8.–] Por todo ello, la Iglesia insiste en que cada niño es una persona humana y tiene derecho al desarrollo integral de su personalidad. El papel de la familia es insustituible para conseguir este fin, puesto que al niño no se le puede comprender ni atender separado de la familia, que es el primer educador en su desenvolvimiento físico, psicológico, intelectual, moral y religioso. Deseamos asimismo alentar los esfuerzos encaminados a ampliar los servicios en favor de los niños, y para mejorar la calidad de dichos servicios especialmente sobre bases permanentes.

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[9.–] En todos estos esfuerzos el niño sigue constituyendo el foco central del interés: cada niño y todos los niños del mundo. Abrigamos la esperanza de que florecerán en todas partes planes nuevos y revitalizados de ayuda a niños necesitados. Y estamos convencidos de que se satisfarán de este modo las exigencias profundas de la persona humana en su fase joven y vulnerable: en primer lugar, el derecho a la vida, a la verdad y al amor.

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[10.–] Nos complacemos en hacer notar que muchos católicos individualmente, organizaciones católicas e Iglesias locales están tomando parte en la preparación del Año Internacional del Niño (IYC). Su contribución efectiva consistirá en dedicarse de nuevo –con espíritu de fidelidad al mensaje evangélico– a las necesidades de los niños, en desarrollar proyectos adecuados que atiendan a los niños en los aspectos varios de su vida. Confiamos en que dichos programas darán prioridad especial a las necesidades de los niños en situaciones desventajosas, es decir, a los minusválidos físicos o mentales, a los abandonados o que se hallan en condiciones desgraciadas y de sufrimiento.

[EPD 10, 244-246]