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[0773] • PAULO VI, 1963-1978 • LA DEFENSA DE LA VIDA HUMANA

De la Homilía en la fiesta de San Pedro y San Pablo, XV Aniversario de la Coronación del Papa, 29 junio 1978

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[9.–] b) Pero la defensa de la vida debe comenzar desde las fuentes mismas de la existencia humana. Ha sido ésta una enseñanza importante y clara del Concilio, el cual, en la Constitución Gaudium et spes, advertía que “la vida, una vez concebida, debe ser protegida con el máximo cuidado; el aborto, lo mismo que el infanticidio, son crímenes abominables” (Gaudium et spes, 51). No hicimos otra cosa más que recoger esta consigna, cuando hace diez años publicamos la Encíclica Humanae vitae (25 de julio de 1968; cfr. AAS 60, 1968, págs. 481-503), inspirado en la intocable doctrina bíblica y evangélica que convalida las normas de la ley natural y los dictámenes insuprimibles de la conciencia sobre el respeto de la vida, cuya transmisión ha sido confiada a la paternidad y a la maternidad responsables. Aquel documento resulta hoy de nueva y más urgente actualidad por las heridas que públicas legislaciones han causado a la santidad indisoluble del vínculo matrimonial y a la intangibilidad de la vida humana desde el seno materno.

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[10.–] c) De aquí las reiteradas afirmaciones de la doctrina de la Iglesia católica sobre la dolorosa realidad y sobre los perniciosos efectos del divorcio y del aborto, contenidas en nuestro magisterio ordinario y en documentos particulares de la Congregación competente. Hemos hecho tales afirmaciones, movidos únicamente por la suprema responsabilidad de maestro y pastor universal, y por el bien del género humano.

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[11.–] d) Nos ha inducido a ello además el amor a la juventud que, confiada en un porvenir más sereno, avanza gozosamente abierta a la propia autorrealización, pero no pocas veces desilusionada y desalentada por la falta de una adecuada respuesta por parte de la sociedad de los adultos. La juventud es la primera en sufrir los desórdenes de la familia y de la vida moral. Ella constituye el patrimonio más rico que hay que defender y valorar. Por eso miramos a los jóvenes: son ellos el mañana de la comunidad civil, el mañana de la Iglesia.

[EPD, 10, 252-253]