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[0793] • JUAN PABLO II (1978-2005) • EL SIGNIFICADO DE LA MATERNIDAD EN LA VIDA DE CADA HOMBRE Y EN LA SOCIEDAD

De la Alocución È giunto al termine, en al Audiencia General, 10 enero 1979

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Nuestra madre de la tierra

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4. En los primeros días de mi ministerio en la sede romana de San Pedro, tuve el placer de encontrarme con un hombre que desde la primera entrevista me resultó especialmente cercano. Permitidme que no pronuncie aquí el nombre de esta persona, cuya autoridad es tan grande en la vida de la nación italiana, y cuyas palabras escuché yo también el último día del año con atención unida a gratitud. Eran palabras sencillas, profundas y rebosantes de interés por el bien del hombre, de la patria y de la humanidad entera, y en particular de la juventud. Me perdonará mi egregio interlocutor si me permito referirme de algún modo, sin decir su nombre, a las palabras que le oí en aquel primer encuentro. Dichas palabras se referían a la madre, a su madre. Después de tantos años de vida, experiencia, luchas políticas y sociales, él recordaba a su madre como la persona a quien debía, junto con la vida, también todo lo que constituye el comienzo y el armazón de la historia de su espíritu. Escuché aquellas palabras con emoción sincera. Las grabé en la memoria y no las olvidaré jamás. Eran para mí como un anuncio y, al mismo tiempo, como una llamada.

No hablo aquí de mi madre, porque la perdí demasiado pronto; si bien debo a ella las mismas cosas que mi egregio interlocutor manifestó con tanta sencillez. Por eso me permito hacer referencia a lo que le escuché.

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La maternidad, vocación de la mujer

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5. Y hablo hoy de esto para cumplir lo que anuncié hace una semana. Entonces dije que debemos estar al lado de cada madre que espera un hijo; que debemos rodear de atención particular la maternidad y el gran acontecimiento asociado a ésta, o sea, la concepción y el nacimiento del hombre, que se sitúan siempre en la base de la educación humana. La educación se apoya en la confianza en aquélla que ha dado la vida. Esta confianza no puede exponerse a peligros. En el tiempo de Navidad, la Iglesia proyecta ante los ojos de nuestra alma la maternidad de María, y lo hace el primer día del año nuevo. Lo hace para poner en evidencia asimismo la dignidad de cada madre, para definir y recordar el significado de la maternidad, no sólo en la vida de cada hombre, sino igualmente en toda la cultura humana. La maternidad es la vocación de la mujer. Es una vocación eterna y, a la vez, contemporánea. “La Madre que comprende todo y con el corazón abraza a cada uno”, son palabras de una canción que canta la juventud en Polonia y que me vienen a la mente en este momento; la canción proclama seguidamente que hoy el mundo, de modo particular, “tiene hambre y sed” de esa maternidad, que constituye “física y espiritualmente” la vocación de la mujer, al igual que lo es de María.

Es necesario hacer lo imposible para que la dignidad de esta vocación espléndida no se destroce en la vida interior de las nuevas generaciones; para que no disminuya la autoridad de la mujer-madre en la vida familiar, social y pública, y en toda nuestra civilización: en toda nuestra legislación contemporánea, en la organización del trabajo, en las publicaciones, en la cultura de la vida diaria, en la educación y en el estudio. En todos los campos de la vida.

Éste es un criterio fundamental.

Debemos hacer todo lo posible para que la mujer sea merecedora de amor y veneración. Debemos hacer lo imposible para que los hijos, la familia, la sociedad descubran en ella la misma dignidad que vio Cristo en la mujer.

Mater genetrix, spes nostra!

[Enseñanzas 2, 149-151]

 

© Javier Escrivá-Ivars y Augusto Sarmiento. Universidad de Navarra