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[0807] • JUAN PABLO II (1978-2005) • FAMILIA, SOCIEDAD, IGLESIA

De la Homilía durante la Misa en la parroquia de San Buenaventura, Roma (Italia), 1 abril 1979

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3. [...] Vosotros buscáis un apoyo para vuestros corazones y vuestras conciencias. Buscáis un apoyo para vuestras familias. Queréis que sean estables, que no se disuelvan; que constituyan esos hogares vivos del amor, en los cuales el hombre puede calentarse cada día. Perseverando en el vínculo sacramental del matrimonio, queréis transmitir la vida a vuestros hijos y, junto con la vida, la educación humana y cristiana. Cada uno de vosotros, queridos padres, advierte profundamente esta gran responsabilidad que está vinculada a la dignidad del padre y de la madre. Sabéis que de esto depende vuestra propia salvación y la de vuestros hijos. ¿Cómo soy padre? ¿Qué madre soy yo? He aquí las preguntas que os hacéis más de una vez. Vosotros os alegráis, y yo con vosotros, de cada uno de los bienes que se manifiesta en vosotros, en vuestras familias, en vuestros hijos; me alegro con vosotros de sus progresos en la escuela, del desarrollo de sus conciencias jóvenes. Queréis que se hagan verdaderamente “hombres”. Y esto depende, en gran medida, de lo que adquieren en la casa paterna. Nadie puede sustituiros en esta obra. La sociedad, la nación, la Iglesia se construyen sobre la base de los fundamentos que echáis vosotros.

Miro a vuestros niños, a la juventud de vuestra parroquia. Están aquí presentes, muy numerosos. Es joven, verdaderamente joven esta parroquia. Los niños, los jóvenes, ¡cuántas esperanzas ponen en la vida! ¡Y cuánta esperanza tenemos en ellos!

Precisamente por esto es necesario que apoyemos fuertemente toda nuestra vida, y ante todo la vida familiar, sobre Jesucristo. Porque Él, que “vino a ser causa de salvación eterna para todos” (Heb 5, 9) nos indica cada día los caminos de esta salvación. Con la palabra y el ejemplo nos enseña cómo debemos vivir. Nos muestra cuál es el sentido profundo y último de la vida humana.

Y si el hombre está seguro de este sentido de la vida, entonces todos los problemas, incluso los ordinarios y cotidianos, se resuelven en concordancia con él. La vida se desarrolla entonces al mismo tiempo en el plano humano y divino.

[Enseñanzas 2, 331-332]