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[0836] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA CATEQUESIS DE LA FAMILIA

De la Exhortación Apostólica Catechesi tradendae –sobre la catequesis en nuestro tiempo–, 16  octubre 1979

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Responsabilidad común y diferenciada

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16. Tercera lección: la catequesis ha sido siempre, y seguirá siendo, una obra de la que la Iglesia entera debe sentirse y querer ser responsable. Pero sus miembros tienen responsabilidades diferentes, derivadas de la misión de cada uno. Los Pastores, precisamente en virtud de su oficio, tienen, a distintos niveles, la más alta responsabilidad en la promoción, orientación y coordinación de la catequesis. El Papa, por su parte, tiene una profunda conciencia de la responsabilidad primaria que le compete en este campo, encuentra en él motivos de preocupación pastoral; pero, sobre todo, de alegría y de esperanza. Los sacerdotes, religiosos y religiosas tienen ahí un campo privilegiado para su apostolado. A otro nivel, los padres de familia tienen una responsabilidad singular. Los maestros, los diversos ministros de la Iglesia, los catequistas y, por otra parte, los responsables de los medios de comunicación social, todos ellos tienen, en grado diverso, responsabilidades muy precisas en esta formación de la conciencia del creyente; formación importante para la vida de la Iglesia y que repercute en la vida de la sociedad misma. Uno de los mejores frutos de la Asamblea General del Sínodo, dedicado por entero a la catequesis, sería despertar en toda la Iglesia y en cada uno de sus sectores una conciencia viva y operante de esta responsabilidad diferenciada, pero común.

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Catequesis y primer anuncio del Evangelio

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19. La peculiaridad de la catequesis, distinta del anuncio primero del Evangelio que ha suscitado la conversión, persigue el doble objetivo de hacer madurar la fe inicial y de educar al verdadero discípulo por medio de un conocimiento más profundo y sistemático de la persona y del mensaje de nuestro Señor Jesucristo (49).

Pero, en la práctica catequética, este orden ejemplar debe tener en cuenta el hecho de que a veces la primera evangelización no ha tenido lugar. Cierto número de niños bautizados en su infancia llega a la catequesis parroquial sin haber recibido alguna iniciación en la fe y sin tener todavía adhesión alguna explícita y personal a Jesucristo, sino solamente la capacidad de creer puesta en ellos por el bautismo y la presencia del Espíritu Santo; y los prejuicios de un ambiente familiar poco cristiano o el espíritu positivista de la educación crean rápidamente algunas reticencias. A éstos es necesario añadir otros niños no bautizados, para quienes sus padres no aceptan sino tardíamente la educación religiosa; por motivos prácticos, su etapa catecumenal se hará, en buena parte, durante la catequesis ordinaria. Además, muchos preadolescentes y adolescentes que han sido bautizados y que han recibido sistemáticamente una catequesis, así como los sacramentos, titubean por largo tiempo en comprometer o no su vida con Jesucristo, cuando no se preocupan por esquivar la formación religiosa en nombre de su libertad. Finalmente, los adultos mismos no están al reparo de tentaciones de duda o de abandono de la fe a consecuencia de un ambiente notoriamente incrédulo. Es decir, que la “catequesis” debe a menudo preocuparse no sólo de alimentar y enseñar la fe, sino de suscitarla continuamente con la ayuda de la gracia, de abrir el corazón, de convertir, de preparar una adhesión global a Jesucristo en aquéllos que están aún en el umbral de la fe. Esta preocupación inspira parcialmente el tono, el lenguaje y el método de la catequesis.

49. Cf. Synodus Episcoporum, De catechesi hoc nostro tempore tradenda praesertim pueris atque iuvenibus, Ad Populum Dei Nuntius, n. 1: loc. cit., pp. 3 s.; cf. diarium “L’Osservatore Romano” (30 Oct. 1977), p. 3.

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Párvulos

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36. Un momento con frecuencia destacado es aquél en que el niño pequeño recibe de sus padres y del ambiente familiar los primeros rudimentos de la catequesis, que acaso no serán sino una sencilla revelación del Padre celeste, bueno y providente, al cual aprende a dirigir su corazón. Las brevísimas oraciones que el niño aprenderá a balbucir será, el principio de un diálogo cariñoso con ese Dios oculto, cuya Palabra comenzará a escuchar después. Ante los padres cristianos, nunca insistiríamos demasiado en esta iniciación precoz, mediante la cual son integradas las facultades del niño en una relación vital con Dios; obra capital que exige gran amor y profundo respeto al niño, el cual tiene derecho a una presentación sencilla y verdadera de la fe cristiana.

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...en familia

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68. La acción catequética de la familia tiene un carácter peculiar y en cierto sentido insustituible, subrayado con razón por la Iglesia, especialmente por el Concilio Vaticano II (118). Esta educación en la fe, impartida por los padres –que debe comenzar desde la más tierna edad de los niños (119)– se realiza ya cuando los miembros de la familia se ayudan unos a otros a crecer en la fe por medio de su testimonio de vida cristiana, a menudo silencioso, más perseverante a lo largo de una existencia cotidiana vivida según el Evangelio. Será más señalada cuando, al ritmo de los acontecimientos familiares –tales como la recepción de los sacramentos, la celebración de grandes fiestas litúrgicas, el nacimiento de un hijo o la ocasión de un luto– se procura explicitar en familia el contenido cristiano o religioso de esos acontecimientos. Pero es importante ir más allá: los padres cristianos han de esforzarse en seguir y reanudar en el ámbito familiar la formación más metódica recibida en otro tiempo. El hecho de que estas verdades sobre las principales cuestiones de la fe de la vida cristiana sean así transmitidas en un ambiente familiar impregnado de amor y respeto, permitirá muchas veces que deje en los niños una huella de manera decisiva y para toda la vida. Los mismos padres aprovechan el esfuerzo que esto les impone, porque en un diálogo catequético de este tipo cada uno recibe y da.

La catequesis familiar precede, pues, acompaña y enriquece toda otra forma de catequesis. Además, en los lugares donde una legislación antirreligiosa pretende incluso impedir la educación en la fe, o donde ha cundido la incredulidad o ha penetrado el secularismo hasta el punto de resultar prácticamente imposible una verdadera creencia religiosa, la iglesia doméstica (120) es el único ámbito donde los niños y los jóvenes pueden recibir una auténtica catequesis. Nunca se esforzarán bastante los padres cristianos por prepararse a este ministerio de catequistas de sus propios hijos y por ejercerlo con celo infatigable. Y es preciso alentar igualmente a las personas o instituciones que, por medio de contactos personales, encuentros o reuniones y toda suerte de medios pedagógicos, ayudan a los padres a cumplir sus cometidos: el servicio que prestan a la catequesis es inestimable.

118. Iam ab inita media aetate Concilia provincialia de officio monuerunt, quo parentes circa filiorum educationem in fide tenerentur: cf. VI Conc. Arelaten (a. 813), can. 19; Conc. Moguntin. (a. 813), cann. 45, 47; VI Conc. Parisien. (a. 829), libr. I, cap. 7: MANSI, Sacrorum Conciliorum nova et amplissima collectio, XIV, 62, 74, 542. E recentioribus documentis haec sunt memoranda: PIUS PP. XI, Litt. Enc. Divini illius Magistri, 31 Dec. 1929:A.A.S. 22 (1930), pp. 49-86 [1929 12 31/25-35, 54-58]; plures allocutiones et nuntii Pii PP. XII; praesertim vero documenta Concilii Vat. II: Const. dogm. de Ecclesia Lumen gentium, nn. 11, 35: A.A.S.57 (1965), pp. 15, 40 [1964 11 21a/11, 35]; Decr. de apostolatu laicorum Apostolicam actuositatem, nn. 11, 30: A.A.S. 58 (1966), pp. 847, 860 [1965 11 18/11]; Const. past. de Ecclesia in mundo huius temporis Gaudium et spes, n. 52: A.A.S. 58 (1966), p. 1073 [1965 12 07c/52]; potissimum vero Declaratio de educatione christiana Gravissimum educationis, n. 3:A.A.S. 58 (1966), p. 731 [1965 10 28b/3].

119. Cf. Conc. Oecum. Vat. II, Declaratio de educatione christiana Gravissimum educationis, n. 3: A.A.S. 58 (1966), p. 731 [1965 10 28b/3].

120. Conc. Oecum. Vat. II, Const. dogm. de Ecclesia Lumen gentium, n. 11:A.A.S. 57 (1965), p. 16 [1964 11 21a/11]; cf. Decr. de apostolatu laicorum Apostolicam actuositatem, n. 11: A.A.S. 58 (1966), p. 848 [1965 11 18/11].

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...en la escuela...

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69. Al lado de la familia y en colaboración con ella, la escuela ofrece a la catequesis posibilidades no desdeñables. En los países, cada vez más escasos por desgracia, donde es posible dar dentro del marco escolar una educación en la fe, la Iglesia tiene el deber de hacerlo lo mejor posible. Esto se refiere, ante todo, a la escuela católica. ¿Seguiría mereciendo este nombre si, aun brillando por su alto nivel de enseñanza en las materias profanas, hubiera motivo justificado para reprocharle su negligencia o desviación en la educación propiamente dicha? ¡Y no se diga que ésta se dará siempre implícitamente o de manera indirecta! El carácter propio y la razón profunda de la escuela católica, el motivo por el cual deberían preferirla los padres católicos, es precisamente la calidad de la enseñanza religiosa integrada en la educación de los alumnos. Si es verdad que las instituciones católicas deben respetar la libertad de conciencia, es decir, evitar cargar sobre ella desde fuera, por presiones físicas o morales, especialmente en lo que concierne a los actos religiosos de los adolescentes, no lo es menos que tienen el grave deber de ofrecer una formación religiosa adaptada a las situaciones, con frecuencia diversas, de los alumnos, y también hacerles comprender que la llamada de Dios a servirle en espíritu y en verdad, según los mandamientos de Dios y los preceptos de la Iglesia, sin constreñir al hombre, no le obliga menos en conciencia.

Pero me refiero también a la escuela no confesional y a la estatal. Expreso el deseo ardiente de que, respondiendo a un derecho claro de la persona humana y de las familias y en respeto de la libertad religiosa de todos, sea posible a todos los alumnos católicos progresar en su formación espiritual con la ayuda de una enseñanza religiosa que dependa de la Iglesia, pero que, según los países, pueda ser ofrecida a la escuela o en el ámbito de la escuela, o más aún, en el marco de un acuerdo con los poderes públicos sobre los horarios escolares, si la catequesis tiene lugar solamente en la parroquia o en otro centro pastoral. En efecto, aun donde hay dificultades objetivas –por ejemplo, cuando los alumnos son de religiones distintas–, conviene ordenar los horarios escolares de manera que permita a los católicos que profundicen su fe y su experiencia religiosa bajo la guía de educadores cualificados, sacerdotes o laicos.

[Enseñanzas 4a, 15-16, 18-19, 33-34, 59-61]

 

© Javier Escrivá-Ivars y Augusto Sarmiento. Universidad de Navarra