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[0856] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA SAGRADA FAMILIA DE NAZARET

Saludo en el rezo del Ángelus, 30 diciembre 1979

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Jesús, María y José

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1. Este domingo de hoy, en la octava de Navidad, es, al mismo tiempo, la solemnidad de la Sagrada Familia de Nazaret.

El Hijo de Dios ha venido al mundo de la Virgen cuyo nombre era María; nació en Belén y creció en Nazaret bajo la protección de un hombre justo llamado José.

Jesús fue desde el principio el centro de su gran amor, lleno de solicitud y de afecto; fue su gran vocación; fue su inspiración; fue el gran misterio de su vida. En la casa de Nazaret “crecía en sabiduría y edad, y gracia ante Dios y ante los hombres” (Lc 2, 52). Fue obediente y sumiso, como debe ser un hijo con sus padres. Esta obediencia nazarena de Jesús a María y a José ocupa casi todos los años que Él vivió en la tierra, y constituye, por tanto, el período más largo de esa total e ininterrumpida obediencia que ha tributado al Padre celeste. No son muchos los años que Jesús dedicó al servicio de la Buena Nueva y, finalmente, al sacrificio de la cruz.

Pertenece así a la Sagrada Familia una parte importante de ese divino misterio cuyo fruto es la redención del mundo.

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La Iglesia desea a todas las familias del mundo la alegría, el bien y la paz que brota de la Palabra de Cristo

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2. En la solemnidad de la Sagrada Familia de Nazaret, la Iglesia, mediante la liturgia del día, expresa los mejores y más fervientes deseos a todas las familias del mundo. Tomo de la Carta de San Pablo a los Colosenses sólo estas dos frases, tan ricas de significado: “la paz de Cristo reine en vuestros corazones” (Col 3, 15).

Efectivamente, la paz es signo del amor, en su confirmación en la vida de la familia. La paz es la alegría de los corazones, es el consuelo en la fatiga cotidiana. La paz es el apoyo que se ofrecen recíprocamente mujer y marido, y que los hijos encuentran en los padres, y los padres en los hijos.

Todas las familias del mundo acojan el deseo de esta paz.

Acojan también otro deseo, del que se habla a continuación en la misma Carta de San Pablo a los Colosenses: “la palabra de Cristo habite en vosotros abundantemente” (Col 3, 16)

La palabra es manifestación del pensamiento y medio de entendimiento recíproco. Los padres comienzan su obra educativa enseñando al hijo las palabras. Ellas revelan entendimiento y alma y abren ante el hombre nuevo los caminos del conocimiento del mundo, de los hombres y de Dios.

La palabra es medio fundamental de educación y de desarrollo para todo hombre.

Acojan hoy todas las familias del mundo los deseos de bien y de paz que brotan de la riqueza de la Palabra de Cristo, para que, mediante la fe en ella, los hijos de los hombres encuentren esa fuerza de vida que Él les ha transmitido con su nacimiento. Por estas intenciones elevemos ahora nuestra oración a la Virgen.

[Enseñanzas 4a, 123-124]

 

© Javier Escrivá-Ivars y Augusto Sarmiento. Universidad de Navarra