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[0861] • JUAN PABLO II (1978-2005) • EL MATRIMONIO Y LA FAMILIA

De la Homilía durante la Misa celebrada en la parroquia de la Inmaculada y de San Juan Berchmans (Roma), 20 enero 1980

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4. Jesús fue invitado a Caná de Galilea para tomar parte en la boda y en la recepción nupcial. Aun cuando diversos acontecimientos están vinculados con el comienzo de la actividad pública de Jesús de Nazaret, podemos deducir justamente del texto evangélico que este episodio precisamente, de modo particular, determina el comienzo de su vida apostólica. Es importante notar que precisamente en la circunstancia de las bodas Jesús comienza su actividad. Las palabras de la primera lectura del libro del profeta Isaías comprueban esto con la particular tradición profética del Antiguo Testamento.

Pero incluso independientemente de esta tradición, el hecho mismo nos ofrece mucho para meditar. Jesucristo, al comienzo mismo de su misión mesiánica, toca, en cierto sentido, la vida humana en su punto fundamental, en el punto de partida. El matrimonio, aun cuando es tan antiguo como la humanidad, significa siempre, cada vez, un nuevo comienzo. Éste es sobre todo el comienzo de una nueva comunidad humana, de esa comunidad que se llama “familia”. La familia es la comunidad del amor y de la vida. Y por eso a ella ha confiado el Creador el misterio de la vida humana. El matrimonio es el comienzo de la nueva comunidad del amor y de la vida, de la que depende el futuro del hombre sobre la tierra.

El Señor Jesús une el comienzo de su actividad a Caná de Galilea para demostrar esta verdad. Su presencia en la recepción nupcial pone de relieve el significado fundamental del matrimonio y de la familia para la Iglesia y para la sociedad.

También la misión de la parroquia está vinculada con el matrimonio y con la familia, y la parroquia está orientada de modo fundamental hacia ella. Que mi visita de hoy se convierta también en ocasión para hacernos conscientes todos a la vez de cómo se forma este vínculo entre la parroquia y la familia en la sociedad.

[Enseñanzas 5, 228]