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[0916] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA MATERNIDAD, GLORIA Y ALEGRÍA DE LA MUJER

De la Homilía en la Misa ante la Catedral de Frascati (Italia), 8 septiembre 1980

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3. Contemplar a María significa mirarnos en un modelo que Dios mismo nos ha dado para nuestra elevación y para nuestra santificación.

Y María nos enseña hoy, ante todo, a conservar intacta la fe en Dios, esa fe que se nos dio en el bautismo y que debe crecer y madurar continuamente en nosotros durante las diversas etapas de nuestra vida cristiana. Comentando las palabras de San Lucas (2, 19), San Ambrosio se expresa así: “Reconozcamos en todo el pudor de la Virgen Santa, que, inmaculada en el cuerpo no menos que en las palabras, meditaba en su corazón los temas de la fe” (Expos. Evang. se. Lucam, II, 54: CCL, XIV, p. 54). También nosotros, hermanos y hermanas queridísimos, debemos meditar continuamente en nuestro corazón “los temas de la fe”, es decir, debemos estar abiertos y disponibles a la Palabra de Dios, para conseguir que nuestra vida cotidiana –a nivel personal, familiar, profesional– esté siempre en perfecta sintonía y en armoniosa coherencia con el mensaje de Jesús, con la enseñanza de la Iglesia, con los ejemplos de los Santos.

María, la Virgen-Madre, proclama hoy de nuevo ante todos nosotros el valor altísimo de la maternidad, gloria y alegría de la mujer, y además el de la virginidad cristiana, profesada y acogida “por amor del Reino de los cielos” (Cfr. Mt 19, 12): esto es, como un testimonio en este mundo caduco, de ese mundo final en el que los que se salvan serán “como los ángeles de Dios” (Cfr. Mt 22, 30).

[Enseñanzas 7, 316]