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[0952] • JUAN PABLO II (1978-2005) • LA SAGRADA FAMILIA DE BELÉN Y NAZARET

Del Saludo en el rezo del Ángelus, 28 diciembre 1980

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1. Cuando, el día de Navidad, vamos en espíritu a Belén, al lugar donde el Verbo se hizo carne (cfr. Jn 1, 14), tenemos ante los ojos de nuestra fe el misterio inescrutable de Dios encarnado por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación. Y, al mismo tiempo, este misterio reviste la forma, que nos es bien conocida, de familia: de familia humana. Efectivamente, esa noche, en la que María Virgen, esposa, ante Dios y ante los hombres, de José, carpintero de Nazaret, trajo al mundo por obra del Espíritu Santo a Jesús, se manifestó esta Familia, a la cual la Iglesia venera hoy con toda razón. Estamos en el domingo infraoctava de Navidad, dedicado a la Sagrada Familia.

Mediante esta santa, santísima Familia de Belén y de Nazaret, de la que ha venido a ser hijo el Hijo mismo de Dios Eterno, Cristo, la Iglesia piensa hoy en todas las familias, se dirige a cada una y ruega por cada una. Esto adquiere una actualidad más especial puesto que nos encontramos en el año del Sínodo de los Obispos, dedicado a la misión de la familia cristiana en el mundo contemporáneo.

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2. Esta fiesta es, al mismo tiempo, la Jornada de la familia, porque la “Sagrada Familia de Jesús, María y José” es modelo de vida para cada uno de los hombres, para cada uno de los cristianos, para cada comunidad familiar. “La familia es tanto más humana cuanto más cristiana sea”, han dicho los padres sinodales (Mensaje de los padres sinodales, núm. 12). Como la Sagrada Familia de Nazaret fue el lugar privilegiado del amor, el ambiente singular, donde reinaba el respeto mutuo por cada una de las personas y por su vocación, y, además, la primera escuela en la que se vivió intensamente el mensaje cristiano, así la familia cristiana y humana es, y debe ser, comunidad de amor y de vida, que son sus valores fundamentales.

El reciente Sínodo de los Obispos ha contribuido a suscitar, desde su fase preparatoria, pero sobre todo en su desarrollo, una mayor toma de conciencia sobre la gran importancia y misión, que la familia cristiana tiene en la delicada situación del mundo actual. El Sínodo ha vuelto a meditar sobre el designio que Dios trazó para la familia; a la luz del proyecto de Dios, ha confirmado la grandeza y el insustituible papel de la familia al servicio de la vida, para forjar hombres libres y responsables, como “Iglesia doméstica” abierta a los otros y como célula primordial, con los propios derechos y deberes hacia la sociedad.

Al concluir el Sínodo, los obispos reunidos enviaron un “Mensaje a las familias cristianas en el mundo contemporáneo”, y formularon 43 Proposiciones, que pusieron en las manos del Papa, a fin de que las haga fructificar para toda la Iglesia. Toda la riqueza del reciente Sínodo debe revertir ahora en beneficio de las familias y de la sociedad.

Mientras numerosas Conferencias Episcopales y muchos obispos, sacerdotes y laicos comprometidos hacen más intenso su trabajo y su diálogo con las familias, el Papa ha acogido muy gustosamente el deseo común de los obispos y se dispone a preparar un documento.

Este día, dedicado a la Sagrada Familia de Nazaret, invito a todos a reflexionar, a vivir, a tomar conciencia de lo que Dios, la Iglesia, la sociedad, toda la humanidad esperan de la familia.

Y por esto os invito también a uniros a la oración, que compuse para el reciente Sínodo de los Obispos y que rezaré ahora con vosotros, por vuestras familias y por las familias de todo el mundo:

“Oh Dios, de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra, Padre que eres amor y vida, haz que cada familia humana sobre la tierra se convierta, por medio de tu Hijo, Jesucristo, ‘nacido de Mujer’, y mediante el Espíritu Santo, fuente de caridad divina, en verdadero santuario de la vida y del amor para las generaciones que siempre se renuevan.

Haz que tu gracia guíe los pensamientos y las obras de los esposos hacia el bien de sus familias y de todas las familias del mundo. Haz que las jóvenes generaciones encuentren en la familia un fuerte apoyo para su humanidad y su crecimiento en la verdad y en el amor. Haz que el amor corroborado por la gracia del sacramento del matrimonio, se demuestre más fuerte que cualquier debilidad y cualquier crisis, por las que a veces pasan nuestras familias. Haz finalmente, te lo pedimos por intercesión de la Sagrada Familia de Nazaret, que la Iglesia en todas las naciones de la tierra pueda cumplir fructíferamente su misión en la familia y por medio de la familia. Tú, que eres la vida, la verdad y el amor, en la unidad del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”.

[DP (1980), 340]