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[0991] • JUAN PABLO II (1978-2005) • EL VÍNCULO ENTRE EL TRABAJO HUMANO Y LA VIDA DE  LA FAMILIA

Del Saludo en el rezo del Ángelus, 25 octubre 1981

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1. [...] Hoy es preciso dirigir nuestra atención al particular vínculo que existe entre el trabajo humano y la vida de la familia.

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2. En realidad, desde los orígenes, el hombre ha recurrido al trabajo para dominar la tierra y para garantizar la subsistencia propia y de la familia. Las dos finalidades son auténticamente humanas, pero la segunda encierra un contenido evangélico particular.

La familia encuentra en el trabajo el apoyo para su desarrollo y para su unión, el factor central que condiciona su vida, la cualifica, le da su ritmo, y constituye un elemento de cohesión y estabilidad de la misma.

Por tanto, el trabajo pertenece al ámbito de lo que el hombre ama, de aquello por lo que vive, esto es, pertenece al ámbito del amor. Como dije el año pasado en Francia a los obreros de Saint-Denis recordando la experiencia de cuando también yo era obrero: “Conozco el valor que para aquellos hombres, que eran a la vez padres de familia, encerraba su hogar, el porvenir de sus hijos, el respeto debido a sus esposas y a sus madres” (Homilía del 31 de mayo: L’Osservatore Romano, en lengua española, 8 de junio de 1980, p. 8)[1].

El trabajo, pues, no puede disgregar la familia, sino que, en cambio, debe unirla, ayudarla a reforzarse. ¡Que la familia no se convierta, a causa del trabajo, en un encuentro superficial de seres humanos, en un hotel de paso sólo para las comidas y el descanso!

Por esto, finalmente, es indispensable que “los derechos de la familia [estén] profundamente inscritos en las bases mismas de cada código del trabajo, que tiene por sujeto precisamente al hombre y no sólo la producción y la ganancia”.

[1]. [1980 05 31/4].

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3. [...] Siguiendo el pensamiento del último Sínodo de los Obispos, y también en el espíritu de nuestras meditaciones de hoy, pidamos –por intercesión de la Virgen Madre– que el vínculo fundamental que existe entre el trabajo y la vida de cada familia encuentre el justo reflejo en todo el orden social y jurídico, y también en la vida cotidiana de cada uno de los hombres y de cada familia.

Y elevemos también nuestra oración confiada al arcángel Rafael, conocido por la tradición del Antiguo Testamento como protector de la familia (Libro de Tobías); que vele cada vez más con su potencia e intercesión por el bien, la serenidad, la salud de todas las queridísimas familias del mundo.

[Enseñanzas 10, 166-167]